sábado, 6 de octubre de 2012

El Derecho de la Redención - 60

Los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconocimiento de su derecho sobre nosotros por la creación, y son también un reconocimiento de su derecho por la redención. Por cuanto todo nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de nosotros a Dios. Han de mantener siempre delante de nosotros el derecho de la redención, el mayor de todos los derechos, y el que entraña todos los demás. La comprensión del sacrificio hecho en nuestro favor ha de estar siempre fresca en nuestra mente, y ejercer siempre influencia sobre nuestros pensamientos y planes. Cristo ha de ser de veras como crucificado entre nosotros.
¿ No sabéis "que no sois vuestros? Porque comprado sois por precio."* ¡Qué precio ha sido pagado! Contemplemos la cruz, y la víctima alzada en ella. Mirad aquellas manos, atravesadas por los crueles clavos. Mirad sus pies, sujetados con clavos a la cruz. Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo. Ese sufrimiento, esa agonía, es el precio de nuestra redención. La palabra de orden fue dada: "Libra a los que bajan a perecer eternamente. Yo he hallado rescate."
¿No sabéis que él nos amó, y se dio por nosotros, para que a nuestra vez nos diésemos a él? ¿Por qué no habrían de expresar amor a Cristo todos aquellos que le reciben por la fe, tan ciertamente como su amor ha sido expresado a nosotros por quienes él murió?
Se nos representa a Cristo como buscando a la oveja que se había perdido. Su amor nos circuye, trayéndonos de al redil. Su amor nos da el privilegio de sentarnos con él en los lugares celestiales. Cuando la bendita luz del Sol de Justicia resplandece en nuestros corazones, y descansamos en paz y gozo en el Señor, alabemos al Señor; alabemos a Aquel 421 que es la salud de nuestro rostro, y nuestro Dios. Alabémosle, no sólo en palabras, sino por la consagración a él de todo lo que somos y tenemos.
"¿Cuánto debes a mi Señor?"* No lo podéis computar. Puesto que todo lo que tenéis es suyo, ¿retendréis de él lo que él pide? Cuando él lo pide, ¿lo asiréis egoístamente como si fuese propio? ¿Lo guardaréis y lo aplicaréis a algún otro propósito que la salvación de las almas? Es así como se pierden miles de almas. ¿Cómo podemos manifestar mejor nuestro aprecio del sacrificio de Dios, su gran don al mundo, que enviando donativos y ofrendas, con la alabanza y el agradecimiento de nuestros labios, por causa del gran amor con que nos amó, y nos atrajo a sí mismo?
Mirando al cielo en súplica, presentaos vosotros mismos a Dios como siervos suyos, y todo lo que tenéis, diciendo: Señor, "lo recibido de tu mano te damos."* A la vista de la cruz del Calvario, y del Hijo del Dios infinito crucificado por vosotros, comprendiendo ese amor sin par, ese maravilloso despliegue de la gracia, sea vuestra ferviente pregunta: "Señor, ¿qué quieres que haga?" El os ha dicho: "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura."*
Cuando veáis a las almas en el reino de Dios salvadas por vuestros donativos y servicios, ¿no os regocijaréis de que tuvisteis el privilegio de hacer esta obra?
Acerca de los apóstoles de Cristo, está escrito: "Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían."* Sin embargo, el universo celestial aguarda los canales por los cuales los raudales de la misericordia han de fluir por el mundo. El mismo poder que tuvieron los apóstoles está ahora 422 a la disposición de los que quieran hacer el servicio de Dios.
El enemigo inventará todo ardid que esté en su poder para impedir que la luz resplandezca en nuevos lugares. Él no quiere que la verdad alumbre "como una antorcha." ¿Habrán de consentir nuestros hermanos que él tenga éxito en sus planes para estorbar la obra?
El tiempo está pasando rápidamente a la eternidad. ¿Retendrá alguno de Dios lo que es estrictamente suyo? ¿Le negará alguno lo que, aunque puede ser dado sin mérito, no puede ser negado sin que ello acarree la ruina? El Señor ha dado a cada uno su obra, y los santos ángeles quieren que hagamos esta obra. Mientras veláis, oráis y trabajáis, ellos están listos para cooperar con vosotros. Cuando el intelecto siente la influencia del Espíritu Santo, todos los afectos obran armoniosamente de acuerdo con la voluntad divina. Entonces los hombres darán a Dios lo suyo diciendo: "Todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te damos."* Que Dios perdone a su pueblo que no a hecho esto.
Hermanos y hermanas, he tratado de presentaras las cosas tal como son; pero mi intento queda muy lejos de la realidad. ¿Rechazaréis mi súplica? No soy yo la que os suplico; es el Señor Jesús, que ha dado su vida para el mundo. No he hecho sino obedecer la voluntad, el requerimiento de Dios. Aprovecharéis la oportunidad de honrar la obra de Dios, y respetar a los siervos a quienes envió a hacer su voluntad guiando las almas al cielo?
"Esto empero digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros 423 toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra: Como está escrito: Derramó, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y el que da simiente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos de vuestra justicia; para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por nosotros nacimiento de gracias a Dios: Porque la suministración de este servicio, no solamente suple lo que a los santos falta, sino también abunda en muchos nacimientos de gracias a Dios: que por la experiencia de esta suministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la bondad de contribuir para ellos y para todos; asimismo por la oración de ellos a favor vuestro, los cuales os quieren a causa de la eminente gracia de Dios en vosotros. Gracias a Dios por su don inefable."* 424
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Apéndice
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS AUTORIDADES CIVILES
ALGUNOS de nuestros hermanos han dicho y escrito muchas cosas que se interpretan como expresiones de antagonismo hacia el gobierno y la ley. Es un error exponernos así a ser mal comprendidos. No es prudente censurar continuamente lo que hacen los gobernantes. Nuestra obra no consiste en atacar a individuos e instituciones. Debemos ejercer gran cuidado para que no se interprete nuestra actitud como oposición a las autoridades civiles. Es cierto que nuestra guerra es agresiva, pero nuestras armas se hallan en un claro "Así dice Jehová." Nuestra obra consiste en preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios. No debemos dejarnos desviar hacia actividades que estimulen controversia o despierten antagonismo en aquellos que no son de nuestra fe.
No debemos trabajar de una manera que nos señale como aparentando abogar por la traición. Debemos eliminar de nuestros discursos y escritos toda expresión que, tomada por sí sola, pudiera interpretarse como antagónica a la ley y el orden. Todo debe ser considerado cuidadosamente, no sea que nos comprometamos como fomentadores de la deslealtad a nuestro país y sus leyes. No se nos pide que desafiemos a las autoridades. Vendrá un tiempo en que, por defender la verdad bíblica, seremos tratados como traidores; pero no apresuremos ese tiempo con movimientos mal aconsejarlos que despierten animosidad y contención.
Llegará el tiempo en que las expresiones descuidadas, de carácter denunciador, que hayan sido pronunciadas o escritas descuidadamente por nuestros hermanos, serán empleadas por nuestros enemigos para condenarnos. Serán empleadas no sólo para condenar a quienes hicieron las declaraciones, sino que serán imputadas a todo el cuerpo de adventistas. Nuestros 426 acusadores dirán que en tal y cual día uno de nuestros hombres responsables dijo esto y esto contra la administración de las leyes de este gobierno. Muchos se asombrarán al ver cuántas cosas han sido atesoradas y recordadas para sostener los argumentos de nuestros adversarios. Muchos se sorprenderán al oír sus propias palabras exageradas hasta tener un significado que no se proponían darles. Tengan nuestros obreros cuidado de hablar con cautela en toda ocasión y circunstancia. Tengan todos cuidarlo, no sea que por expresiones temerarias provoquen un tiempo de angustia antes de la gran crisis que ha de probar las almas de los hombres.
Cuantos menos cargos directos hagamos contra las autoridades y poderes, tanto mayor será la obra que podremos realizar en América y en los países extranjeros. Las demás naciones seguirán el ejemplo de los Estados Unidos. Aunque éstos encabecen el movimiento, la misma crisis sobrevendrá a nuestro pueblo en todas partes del mundo.
Nuestra obra consiste en magnificar y ensalzar la ley de Dios. La verdad de la santa Palabra de Dios ha de ser manifestada. Hemos de mantener las Escrituras como regla de la vida. Con toda modestia, con espíritu de gracia, y con el amor de Dios, debemos señalar a los hombres el hecho de que el Señor Dios es el Creador de los cielos y de la tierra, y que el séptimo día es el día de reposo de Jehová.
En el nombre del Señor debemos ir adelante, desplegando su estandarte, defendiendo su Palabra. Cuando las autoridades nos ordenen que no hagamos esta obra; cuando nos prohiban proclamar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, entonces nos será necesario decir como los apóstoles: "Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios: porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído."* 427
La verdad ha de ser presentada con el poder del Espíritu Santo. Sólo éste puede hacer eficaces nuestras palabras. Únicamente por el poder del Espíritu se obtendrá y conservará la victoria. El agente humano debe ser guiado por el Espíritu de Dios. Los obreros deben ser guardados por el poder de Dios por medio de la fe que salva. Deben tener sabiduría divina, a fin de no decir nada que incite a los hombres a cerrarnos el camino. Inculcando la verdad espiritual, hemos de preparar un pueblo que sepa dar, con mansedumbre y temor, razón de su fe, ante las más altas autoridades del mundo.
Necesitamos presentar la verdad en su sencillez, abogar por la piedad práctica; y debemos hacerlo con el espíritu de Cristo. La manifestación de un espíritu tal tendrá la mejor influencia sobre nuestras propias almas, y un poder convincente sobre los demás. Demos al Señor oportunidad de obrar por medio de sus propios agentes. No nos imaginemos que nos será posible hacer planes para lo futuro; reconózcase a Dios como al que tiene el timón en todo tiempo y circunstancia. Él obrará por los medios adecuados, y mantendrá, aumentará y edificará a su pueblo.
Los agentes del Señor deben tener un celo santificado, un celo que esté completamente bajo la dirección divina. Con suficiente rapidez vendrán sobre nosotros los tiempos tormentosos, y no debemos asumir ninguna actitud que los apresure. Vendrá una tribulación de un carácter que impulse hacia Dios a todos los que quieran ser suyos, y suyos solamente. Mientras no seamos probados en el crisol, no nos conocemos a nosotros mismos, y no es propio que midamos el carácter de los demás y condenemos a aquellos que no han tenido todavía la luz del mensaje del tercer ángel.
Si deseamos que los hombres se convenzan de que la verdad, que creemos santifica el alma y transforma el carácter, no estemos continuamente lanzándoles acusaciones vehementes. De esta manera les imponemos la conclusión de que la doctrina que profesamos no 428 puede ser cristiana, puesto que no nos hace bondadosos, corteses ni respetuosos. El cristianismo no se manifiesta en acusaciones y condenaciones violentas.
Muchos de nuestros hermanos están en peligro de tratar de ejercer un poder dominador sobre otros, y de imponer opresión a sus semejantes. Hay peligro que aquellos a quienes han sido confiadas responsabilidades no reconozcan sino un poder, el poder de la voluntad no santificada. Algunos han ejercido este poder sin escrúpulos y han causado gran desconcierto a aquellos a quienes el Señor usa. Una de las mayores maldiciones de nuestro mundo (y se la ve en las iglesias y en la sociedad por doquiera) es el amor a la supremacía. Los hombres se vuelven absortos en procurar el poder y la popularidad. Este espíritu se ha manifestado en la vida de los observadores del sábado, para pesar y vergüenza nuestra. Pero el éxito espiritual es alcanzado solamente por aquellos que han aprendido la mansedumbre y humildad en la escuela de Cristo.
Debemos recordar que el mundo nos juzgará por lo que aparentemos ser. Sean cuidadosos los que tratan de representar a Cristo a fin de no manifestar rasgos de carácter inconsecuentes. Antes de adelantarnos al frente, cuidemos de que el Espíritu Santo sea derramado de lo alto sobre nosotros. Cuando tal sea el caso, daremos un mensaje decidido, pero será de un carácter mucho menos condenador que el que hemos estado dando; y todos los que crean serán mucho más fervientes en buscar la salvación de sus oponentes. Dejemos completamente en las manos de Dios el asunto de condenar a las autoridades y los gobiernos. Con mansedumbre y amor, defendamos como centinelas fieles los principios de la verdad tal cual es en Jesús.
PRESENTEMOS LA VERDAD CON AMABILIDAD
La verdad debe ser presentada con tacto, bondad y ternura divinos. Debe provenir de un corazón que ha sido enternecido y llenado de simpatía. Necesitamos 429 tener íntima comunión con Dios, no sea que el yo se levante como en el caso de Jehú, y derramemos un torrente de palabras impropias, que no son como rocío, ni como los suaves aguaceros que despiertan las plantas marchitadas. Sean amables nuestras palabras mientras tratemos de ganar las almas. Dios será sabiduría para aquel que busca sabiduría en la fuente divina. Debemos buscar las oportunidades por todas partes, velar con oración, y estar siempre listos para dar razón de la esperanza que está en nosotros, con mansedumbre y temor. A fin de no impresionar desfavorablemente un alma por la cual Cristo murió, debiéramos mantener nuestros corazones elevados a Dios, para que cuando la oportunidad se presente, tengamos la palabra de vida para pronunciarla en el debido tiempo. Si emprendéis así la obra de Dios, su Espíritu os ayudará. El Espíritu Santo aplicará al alma la palabra pronunciada con amor. La verdad tendrá poder vivificador cuando sea pronunciada bajo la influencia de la gracia de Cristo.
Ante todo, el plan de Dios ha de penetrar en el corazón. Hablemos la verdad, y dejémosle a él poner por obra el poder y el principio reformador. No hagamos referencia a lo que dicen los oponentes, antes presentemos solamente la verdad. La verdad puede cortar hasta lo vivo. Presentemos claramente la Palabra en todo su carácter impresionante.
A medida que las pruebas nos rodeen, se verán separación y unidad en nuestras vidas. Algunos que están ahora listos para tomar las armas de la lucha, demostrarán en tiempo de verdadero peligro que no han edificado sobre la roca; cederán a la tentación. Los que han tenido gran luz y privilegios preciosos, pero no los han aprovechado, con un pretexto u otro nos abandonarán. No habiendo recibido el amor de la verdad, serán arrebatados por las seducciones del enemigo; prestarán oído a espíritus seductores y doctrina de demonios, y se apartarán de la fe. Pero por otro lado, cuando la tormenta de la persecución estalle realmente 430 sobre nosotros, las verdaderas ovejas oirán la voz del verdadero Pastor. Harán esfuerzos abnegados para salvar a los perdidos, y muchos que se han extraviado del redil volverán a seguir al gran Pastor. El pueblo de Dios se unirá, y presentará al enemigo un frente unido. En vista del peligro común, cesará la lucha por la supremacía; no habrá disputas acerca de quién debe ser tenido por el mayor. Ninguno de los verdaderos discípulos dirá: "Yo soy de Pablo, o yo soy de Apolos, o yo soy de Cefas." El testimonio de cada uno será: "Me aferro a Cristo; me regocijo en él como mi Salvador personal."
Así penetrará la verdad en la vida práctica, y será contestada la oración de Cristo, elevada precisamente antes de su humillación y muerte: "Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste."* El amor de Cristo, el amor de nuestros hermanos, testificará ante el mundo de que hemos estado con Jesús y aprendido de él. Entonces se convertirá el mensaje del tercer ángel en un fuerte pregón, y toda la tierra será iluminada con la gloria de Dios.
LA PALABRA DE DIOS DEBE SER SUPREMA
El pueblo de Dios reconocerá el gobierno humano como un instrumento designado por Dios, y enseñará que se debe obedecerle como un sagrado deber dentro de su esfera legítima. Pero cuando sus requerimientos entran en conflicto con los requerimientos de Dios, debe reconocerse que la Palabra de Dios está por encima de toda legislación humana. El "así dice Jehová" no ha de ser puesto a un lado por el "así dice la iglesia o el estado." La corona de Cristo ha de ser levantada por encima de las diademas de los potentados terrenales.
El principio que hemos de sostener en este tiempo es el mismo que fue sostenido por los adherentes al 431 evangelio en la gran reforma. Cuando los príncipe se congregaron en la Dieta de Espira en 1529, parecía que la esperanza del mundo iba a ser aplastada. A esta asamblea fue presentado el decreto del emperador que restringía la libertad religiosa y prohibía toda diseminación ulterior de las doctrinas reformadas. ¿Iban a aceptar el decreto los príncipes de Alemania? ¿Debían las multitudes que estaban todavía en tinieblas ser privadas de la luz del evangelio? Grandes asuntos decisivos para el mundo estaban en juego. Los que habían aceptado la fe reformada, se reunieron, y la decisión unánime fue: "Rechacemos el decreto. En asuntos de conciencia la mayoría no tiene poder."
El estandarte de la verdad y la libertad religiosa que estos reformadores enarbolaron, nos ha sido confiado en este intimo conflicto. La responsabilidad de este gran don descansa sobre aquellos a quienes Dios ha bendecido con el conocimiento de su Palabra. Debemos recibir la Palabra de Dios como autoridad suprema. Debemos aceptar sus verdades por nuestra cuenta. Y podemos aceptar estas verdades únicamente en la medida en que las escudriñemos por estudio personal. Luego, a medida que hagamos de la Palabra de Dios la guía de nuestra vida, será contestada en nuestro favor la oración de Cristo: "Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad."* El reconocimiento de la verdad en palabras y hechos es nuestra confesión de fe. Únicamente así pueden los demás saber que creemos la Biblia.
Estos reformadores cuya protesta originó el nombre de protestante, sentían que Dios los había llamado a dar el evangelio al mundo, y al hacerlo estaban listos para sacrificar sus posiciones, su libertad y su vida. ¿Somos nosotros en el último conflicto de la controversia fieles a nuestro cometido como lo fueron al suyo los primeros reformadores? 432
Frente a la persecución y la muerte, la verdad para aquel tiempo fue difundida lejos y cerca. La Palabra de Dios fue llevada a la gente todas las clases; encumbradas y humildes, ricas y pobres, instruidas e ignorantes, la estudiaban asiduamente, y los que recibían la luz, se hacían a su vez sus mensajeros. En aquellos días la verdad fue presentada a la gente por la prensa. La pluma de Lutero era un poder, y sus escritos, diseminados por todas partes, movieron al mundo. Los mismos agentes están a nuestra disposición, pero multiplicados cien veces. Las Biblias, y publicaciones en muchos idiomas que presentan la verdad para este tiempo, están a la mano, y pueden ser llevadas rápidamente a todo el mundo. Hemos de dar la última amonestación de Dios a los hombres, y ¡cuál no debiera ser nuestro fervor en estudiar la Biblia, y nuestro celo en difundir la luz!

Ayuda para los Campos Misioneros - 59

EL AUTOR de nuestra salvación será el consumador de la obra. Una verdad recibida en el corazón, hará lugar para otra verdad aún. La verdad, cuando se reciba, pondrá en actividad las facultades de quien la reciba. Cuando los miembros de nuestras iglesias amen verdaderamente la Palabra de Dios, revelarán las mejores y más fuertes cualidades; y cuanto más nobles sean, más semejantes a niños serán en espíritu, creyendo la Palabra de Dios contra todo egoísmo.
Un raudal de luz resplandece de la Palabra de Dios y debemos despertarnos para reconocer las oportunidades descuidadas. Cuando todos sean fieles en devolver a Dios lo suyo en diezmos y ofrendas, se abrirá el camino para que el mundo oiga el mensaje para este tiempo. Si el corazón de los hijos de Dios estuviese lleno de amor por Cristo; si cada miembro de la iglesia estuviese cabalmente imbuído de un espíritu de abnegación; si todos manifestasen cabal fervor, no faltarían fondos para las misiones. Nuestros recursos se multiplicarían; se abrirían mil puertas de utilidad, que nos invitarían a entrar por ellas. Si el propósito de Dios de dar al mundo el mensaje de misericordia hubiese sido llevado a cabo por su pueblo, Cristo habría venido ya a la tierra, y los santos habrían recibido su bienvenida en la ciudad de Dios.
Si ha habido alguna vez un tiempo en que debían hacerse sacrificios, es ahora. Los que tienen dinero deben comprender que ahora es el tiempo de emplearlo para Dios. No se absorban recursos en multiplica las facilidades donde la obra, ya está establecida. No se añada edificio a edificio donde se han concentrado ya muchos intereses. Empléense los recursos par establecer centros en nuevos campos. Así podréis ganar almas que desempeñarán su parte en producir.
Pensad en nuestras misiones en los campos extranjeros. Algunas de ellas están luchando para establecerse; 416 están privadas aun de las comodidades más escasas. En vez de añadir a las comodidades ya abundantes, edificad la obra en esos campos necesitados. Vez tras vez el Señor ha hablado al respecto. Su bendición no puede acompañar a su pueblo si desprecia sus instrucciones.
Practicad la economía en vuestros hogares. Muchos están albergando y adorando ídolos. Apartad vuestros ídolos. Renunciad a vuestros placeres egoístas. Os ruego que no absorbáis recursos en el embellecimiento de vuestras casas; porque es el dinero de Dios, y lo volverá a pedir de vosotros. Padres, por amor de Cristo, no empleéis el dinero del Señor para satisfacer las fantasías de vuestros hijos. No les enseñéis a buscar la moda y la ostentación, a fin de ganar influencia en el mundo. ¿Los habrá de inclinar esto a salvar las almas por las cuales Cristo murió?- No; creará envidias, celos y malas sospechas. Vuestros hijos serán inducidos a competir con la ostentación y extravagancia del mundo, y a gastar el dinero del Señor en aquello que no es esencial para la salud o la felicidad.
No enseñéis a vuestros hijos a pensar que vuestro amor a ellos debe expresarse satisfaciendo su orgullo, prodigalidad y amor a la ostentación. No es tiempo ahora de inventar maneras de consumir el dinero. Emplead vuestras facultades inventivas en tratar de economizarlo. En vez de satisfacer la inclinación egoísta, gastando dinero en aquellas cosas que destruyan las facultades del raciocinio, estudiad cómo practicar la abnegación, a fin de tener algo que invertir para enarbolar el estandarte de la verdad en los campos nuevos. El intelecto es un talento; usadlo para estudiar cómo emplear mejor vuestros recursos para la salvación de las almas.
Enseñad a vuestros hijos que Dios tiene derecho sobre todo lo que poseen, derecho que nada puede abolir jamás; cualquier cosa que ellos tenían es suyo 417 solamente en cometido, como una prueba de su obediencia. Inspiradles ambición a ganar estrellas para su corona haciendo pasar muchas almas del pecado a la justicia.
El dinero es un tesoro necesario; no debe prodigarse a aquellos que no lo necesitan. Algunos necesitan vuestros donativos voluntarios. Con demasiada frecuencia, los que tienen recursos dejan de considerar cuántos hay en el mundo que tienen hambre y padecen por falta de alimento. Tal vez digan: "No puedo alimentarlos a todos." Pero practicando las lecciones de Cristo sobre la economía, podemos alimentar a uno. Puede ser que podáis alimentar a muchos que tienen hambre del alimento temporal; y podéis alimentar sus almas con el pan de vida. "Recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda nada."* Estas palabras fueron pronunciadas por Aquel que tenía todos los recursos del universo a su disposición; aunque su poder de hacer milagros proporcionó alimento a millares, él no desdeñó enseñar una lección de economía.
Practicad la economía en el empleo de vuestro tiempo. Pertenece al Señor. Vuestra fuerza es del Señor. Si tenéis costumbres de despilfarro, suprimidlas de vuestra vida. Tales hábitos, si se siguen, ocasionarán vuestra bancarrota para la eternidad. Y los hábitos de economía, industria, y sobriedad son, aun en este mundo, una porción mejor para vosotros y vuestros hijos, que una rica dotación.
Somos viajeros, peregrinos y advenedizos en la tierra. No gastemos nuestros recursos para satisfacer deseos que Dios nos ordena reprimir. Demos, más bien, el debido ejemplo a los que se asocian con nosotros. Representemos adecuadamente nuestra fe, restringiendo nuestros deseos. Levántense las iglesias como un solo hombre, y trabajen fervientemente como quienes andan en la plena luz de la verdad para estos 418 últimos tiempos. Impresione vuestra influencia a las almas con el carácter sagrado de los requerimientos de Dios.
Si en la providencia de Dios os han sido dadas riquezas, no os acomodéis con el pensamiento de que no necesitáis dedicaros a un trabajo útil, que tenéis bastante, y que podéis comer, beber y alegraros. No permanezcáis ociosos mientras otros están luchando para obtener recursos para su causa. Invertid nuestros recursos en la obra del Señor. Si hacéis menos que vuestro deber para ayudar a los que perecen, recordad que al ser indolentes incurrís en culpa.
Es Dios quien da a los hombres el poder de conseguir riquezas, y él ha otorgado esta capacidad, no como medio de complacer al yo, sino como un medio de devolver a Dios lo suyo. Con este objeto no es pecado adquirir recursos. El dinero ha de ser ganado por el trabajo. Cada joven ha de cultivar costumbres de laboriosidad. La Biblia no condena a nadie por ser rico, si ha adquirido sus riquezas honradamente. Es el amor egoísta al dinero mal empleado, la raíz de todo mal. La riqueza resultará una bendición si la consideramos como del Señor, para ser recibida con agradecimiento, y devuelta con agradecimiento al Dador.
¿Pero qué valor tiene la riqueza más incomensurable, si está amontonado en costosas mansiones o en títulos bancarios? ¿Qué peso tienen estas cosas en comparación con un alma por la cual murió el hijo del Dios infinito?
A los que iban amontonado riquezas para los últimos días, el Señor declara: "Vuestras riquezas están podridas: vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro plata están corrompidos de orín; y su orín os será en testimonio, y comerá del todo vuestras carnes como fuego."* 419
El Señor nos ordena: "Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe. Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras antorchas encendidas; y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su Señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere y llamare, luego le abran. Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando: de cierto os digo, que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son los tales siervos. Esto empero sabed, que si supiese el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros pues también, estad apercibidos; porque a la hora que no pensáis, el Hijo del hombre vendrá."* 420

Las Actividades Misioneras - 58

UNA AMONESTACIÓN A LA IGLESIA DE EFESO
EL TESTIGO fiel se dirige a la iglesia de Efeso diciendo: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."*
Al principio, lo que distinguía a la iglesia de Efeso era la sencillez y el fervor de un niño. Manifestaba un amor sentido, vivo y ferviente por Cristo. Los creyentes se regocijaban en el amor de Dios, porque Cristo estaba continuamente presente en su corazón. La alabanza de Dios estaba sobre sus labios, y su actitud de agradecimiento estaba de acuerdo con el agradecimiento de la familia celestial.
El mundo conocía que habían estado con Jesús. Los hombres pecaminosos, arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados, eran puestos en sociedad con Dios por medio de su Hijo. Los creyentes trataban fervientemente de recibir y obedecer toda palabra de Dios. Llenos de amor por su Redentor, buscaban como su más alto objeto ganar almas para Cristo. No pensaban guardar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación, y abrumados por el mensaje: Paz en la tierra, buena voluntad para con los hombres, ardían con el deseo de proclamar las buenas nuevas hasta los confines más remotos de la tierra.
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor por Cristo era la cadena de oro que los vinculaba entre sí. Continuaban conociendo al Señor siempre más perfectamente, y revelaban alegría, consuelo y paz en su vida. Visitaban a los huérfanos y las viudas en sus aflicciones, y se mantenían 400 sin mancha del mundo. Consideraban que el dejar de hacerlo habría sido contradecir su profesión y negar a su Redentor.
En toda ciudad, se llevaba adelante la obra. Se convertían almas, que a su vez sentían que debían comunicar el inestimable tesoro. No podían descansar hasta que los rayos de luz que habían iluminado su mente resplandeciesen sobre otros. Multitudes de incrédulos se familiarizaban con la razón de la esperanza del cristiano. Se hacían cálidos e inspirados llamamientos personales a los pecaminosos y errantes, a los desechados, y a aquellos que, aunque profesaban conocer la verdad, eran amadores de los placeres más que de Dios.
Pero después de un tiempo, el celo de los creyentes, su amor a Dios y entre sí, empezó a disminuir. Penetró la frialdad en la iglesia. Surgieron divergencias, y los ojos de muchos dejaron de contemplar a Jesús como Autor y Consumador de su fe. Las masas que podrían haber sido convencidas y convertidas por la práctica fiel de la verdad, fueron dejadas sin amonestación. Entonces fue cuando el Testigo Fiel dirigió su mensaje a la iglesia de Efeso. Su falta de interés por la salvación de las almas demostraba que había perdido su primer amor: porque nadie puede amar a Dios con todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo murió. Dios los llamó a arrepentirse y hacer las primeras obras, no fuese que quitase su candelero de su lugar.
¿No se repite el caso de la iglesia de Efeso en el de la iglesia de esta generación? ¿Cómo está empleando su conocimiento la iglesia de hoy que ha recibido el conocimiento de la verdad de Dios? Cuando sus miembros vieron por primera vez la indecible misericordia de Dios por la especie caída, no podían permanecer en silencio. Estaban llenos de un anhelo de cooperar con Dios en dar a otros las bendiciones que habían recibido. Mientras impartían a otros, estaban 401 continuamente recibiendo. Crecían en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo. ¿Qué sucede hoy?
Hermanos y hermanas que habéis aseverado durante largo tiempo creer la verdad, os pregunto individualmente: ¿Han estado vuestras prácticas en armonía con la luz, los privilegios y las oportunidades que os concedió el Cielo? Esta es una pregunta grave. El Sol de Justicia ha amanecido sobre la iglesia, y es el deber de la iglesia resplandecer. Es el privilegio de cada alma progresar. Los que estáis relacionados con Cristo crecerán en la gracia y en el conocimiento del Hijo de Dios, hasta llegar a la plena estatura de hombres y mujeres. Si todos los que aseveran creer la verdad hubiesen sacado el mejor partido de su capacidad y oportunidad de aprender y obrar, podrían haber llegado a ser fuertes en Cristo. Cualquiera sea su ocupación -agricultores, mecánicos, maestros o pastores,- si se hubiesen consagrado completamente a Dios, habrían llegado a ser obreros eficientes para el Maestro celestial.
Pero, ¿qué están haciendo los miembros de la iglesia para ser designados coadjutores de Dios? ¿Dónde vemos trabajo del alma? ¿Dónde vemos a los miembros de la iglesia absortos en temas religiosos, entregados a la voluntad de Dios? ¿Dónde vemos a los cristianos sintiendo su responsabilidad de hacer de la iglesia un pueblo próspero, despierto, comunicador de la luz? ¿Dónde están los que no escatiman trabajo y amor por el Maestro? Nuestro Redentor ha de ver del trabajo de su alma y ser satisfecho; ¿qué sucederá con los que profesan seguirle? ¿Quedarán satisfechos cuando vean el fruto de sus labores?
¿Por qué hay tan poca fe, tan poco poder espiritual? ¿Por qué son tan pocos los que llevan el yugo y la carga de Cristo? ¿Por qué hay que incitar a las personas a emprender su obra por Cristo? ¿Por qué son tan pocos los que pueden revelar los misterios de 402 la redención? ¿Por qué no resplandece como luz al mundo la imputada justicia de Cristo por medio de los que profesan seguirle?
EL RESULTADO DE LA INACCIÓN
Cuando los hombres empleen sus facultades como lo indica Dios, sus talentos aumentarán, sus capacidades se ensancharán, y tendrán una visión celestial al tratar de salvar a los perdidos. Pero mientras que los miembros de la iglesia sean indiferentes, y descuidados para con la responsabilidad que Dios les ha dado para impartirla a otros, ¿cómo pueden esperar recibir el tesoro del cielo? Cuando los que profesan ser cristianos no sienten preocupación por iluminar a los que están en las tinieblas, cuando dejan de impartir gracia y conocimiento, se vuelven menos capaces de discernir, pierden su aprecio de las riquezas de las facultades celestiales; y dejando de apreciarlas en ellos, dejan de sentir la necesidad de presentarla a otros.
Vemos grandes iglesias congregadas en diferentes localidades. Sus miembros han obtenido un conocimiento de la verdad, y muchos se contentan con oír la palabra de vida sin tratar de impartir luz. Sienten poca responsabilidad por el progreso de la obra, poco interés en la salvación de las almas. Están llenos de celo en las cosas mundanales, pero no ponen su religión en sus quehaceres. Dicen: "La religión es religión, y los negocios son negocios." Creen que cada una de esas cosas tiene su propia esfera, pero dicen: "Permanezcan separadas."
A causa de las oportunidades descuidadas y del abuso de los privilegios, los miembros de esas iglesias no están creciendo "en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."* Por lo tanto, son débiles en fe, deficientes en conocimiento, y niños en experiencia. No están arraigados y afirmados en 403 la verdad. Si permanecen así, los muchos engaños de los postreros días los seducirán seguramente; porque no tendrán visión espiritual para discernir la verdad del error.
Dios ha dado a sus ministros el mensaje de verdad para que lo proclamen. Las iglesias han de recibirlo, y de toda manera posible comunicarlo, asimilándose los primeros rayos de la luz y difundiéndolos. En no hacerlo consiste nuestro gran pecado. Estamos años atrasados. Los ministros han estado buscando el tesoro escondido, han estado abriendo el cofre y dejando resplandecer las joyas de la verdad; pero los miembros de la iglesia no han hecho la centésima parte de lo que Dios requiere de ellos. ¿Qué podemos esperar sino deterioro en la vida religiosa cuando la gente escucha sermón tras sermón, y no pone en práctica la instrucción? La capacidad que Dios ha dado, si no se ejercita, degenera. Más que esto, cuando las iglesias son dejadas en la inactividad, Satanás cuida de que estén empleadas. El ocupa el campo, alista a los miembros en ramos de trabajo que absorben sus energías, destruyen la espiritualidad, y los hacen caer como pesos muertos sobre la iglesia.
Hay entre nosotros quienes, si tomasen tiempo para considerarlo, mirarían su posición indolente como un descuido pecaminoso de los talentos que Dios les ha dado. Hermanos y hermanas, vuestro Redentor y todos los santos ángeles están entristecidos por la dureza de vuestro corazón. Cristo dio su propia vida para salvar almas, y, sin embargo, vosotros que habéis conocido su amor hacéis muy poco esfuerzo para impartir las bendiciones de su gracia a aquellos por quienes él murió. Semejante indiferencia y negligencia del deber asombra a los ángeles. En el juicio tendréis que encontramos con las almas a quienes habéis descuidado. En aquel gran día, os sentiréis vosotros mismos convencidos y condenados. El Señor os induzca ahora a arrepentimos, y perdone él a su pueblo 404 por haber descuidado la obra que él le encomendó hacer en su viña.
"Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."* ¡Oh, cuán pocos conocen el tiempo de su visitación! ¡Cuán pocos, aun entre los que aseveran creer la verdad presente, comprenden las señales de los tiempos, o lo que hemos de experimentar antes del fin! Estamos hoy bajo la tolerancia de Dios; ¿pero cuánto tiempo continuarán reteniendo los vientos los ángeles de Dios, a fin de que no soplen?
No obstante la indecible misericordia de Dios hacia nosotros, ¡cuán pocos en nuestras iglesias son verdaderamente humildes, consagrados y temerosos siervos de Dios! ¡Cuán pocos corazones están llenos de gratitud y agradecimiento porque han sido honrados y llamados a desempeñar una parte en la obra de Dios, siendo participantes con Cristo de sus sufrimientos!
Hoy muchísimos de los que componen nuestras congregaciones están muertos en delitos y pecados. Van y vienen como la puerta sobre sus goznes. Durante años han escuchado complacientemente las verdades más solemnes y conmovedoras del alma, pero no las han puesto en práctica. Por lo tanto, son menos y menos sensibles a la preciosidad de la verdad. Los testimonios conmovedores de reproche y amonestación no despiertan ya en ellos arrepentimiento. Las melodías más dulces que provienen de Dios a través de los labios humanos -la justificación por la fe, y la justicia de Cristo,- no les arrancan una respuesta de amor y gratitud. Aunque el Mercader celestial despliega delante de ellos las más ricas joyas de la fe y el amor, aunque los invita a comprar de él "oro afinado en fuego," y "vestiduras blancas" a fin de que sean vestidos, y "colirio" a fin de que vean, endurecen sus corazones contra 405 él, y dejan de cambiar su tibieza por el amor y el celo. Aunque hacen una profesión, niegan el poder de la piedad. Si continúan en este estado, Dios los rechazará. Se están incapacitando para ser miembros de su familia.
EL GANAR ALMAS DEBE SER EL BLANCO PRINCIPAL
No debemos sentir que la obra del evangelio depende principalmente del ministro. Dios ha dado a cada cual una obra que hacer en relación con su reino. Cada uno de los que profesan el nombre de Cristo ha de trabajar ferviente y desinteresadamente, estando listo para defender los principios de la justicia. Cada persona debe tomar una parte activa en fomentar la causa de Dios. Cualquiera sea nuestra vocación, como cristianos tenemos una obra que hacer para dar a conocer a Cristo al mundo. Hemos de ser misioneros, teniendo por blanco principal ganar almas para Cristo.
Dios ha confiado a su iglesia la obra de difundir la luz y llevar el mensaje de su amor. Nuestra obra no consiste en condenar ni denunciar, sino en atraer juntamente con Cristo, rogando a los hombres que se reconcilien con Dios. Debemos estimular a las almas, atraerlas, y así ganarlas al Salvador. Si tal no es nuestro interés, si rehusamos dar a Dios el servicio del corazón y la vida, estamos robando la influencia, el tiempo, el dinero y el esfuerzo. Al dejar de beneficiar a nuestros semejantes, robamos a Dios la gloria que fluiría a él por la conversión de las almas.
EMPECEMOS POR LOS QUE ESTÁN MÁS CERCA
Algunos que han profesado durante largo tiempo ser cristianos, y, sin embargo, no han sentido responsabilidad por las almas que perecen a la misma sombra de sus casas, piensan tal vez que tienen una obra que hacer en países extraños; ¿pero dónde está la evidencia de que son idóneos para esta obra? ¿En qué han manifestado preocupación por las almas? Estas personas necesitan primero ser enseñadas y disciplinadas 406 en casa. La verdadera fe y el amor a Cristo crearían en ellas un ferviente deseo de salvar almas en su propio vecindario. Ejercitarían toda energía espiritual para trabajar con Cristo, aprendiendo su mansedumbre y humildad. Entonces, si Dios desease que fueran a países extranjeros, estarían preparadas.
Empiecen en casa, en su propia familia, en su propio vecindario, entre sus propios amigos, los que desean trabajar para Dios. Allí encontrarán un campo misionero favorable. Esta obra misionera es una prueba que revela su habilidad o incapacidad para servir en un campo más amplio.
EL EJEMPLO DE FELIPE CON NATANAEL
El caso de Felipe y Natanael es un ejemplo de la verdadera obra misionera. Felipe había visto a Jesús y estaba convencido de que era el Mesías. En su gozo deseaba que también sus amigos conociesen las buenas nuevas. Deseaba que la verdad que le había traído tanto consuelo fuese compartida por Natanael. La verdadera gracia en el corazón revelará siempre su presencia difundiéndose. Felipe fue a buscar a Natanael, y cuando lo llamó, éste contestó desde su lugar de oración bajo la higuera. Natanael no había tenido el privilegio de escuchar las palabras de Jesús, pero había sido atraído a él en espíritu. Anhelaba recibir luz, y estaba en ese momento orando sinceramente por ella. Felipe exclamó con gozo: "Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret."* A la invitación de Felipe, Natanael buscó y halló al Salvador, y a su vez se unió a la obra de ganar almas para Cristo.
Uno de los medios más eficaces por los cuales se puede comunicar la luz, es por el esfuerzo privado y personal. En el círculo de la familia, al lado de nuestro hogar, al lado de los enfermos, muy quedamente podemos leer las Escrituras y decir una palabra en 407 favor de Jesús y la verdad. Así podemos sembrar una semilla preciosa que brotará y traerá fruto.
LA FAMILIA COMO CAMPO MISIONERO
Nuestra obra por Cristo ha de empezar con la familia, en el hogar. La educación de la juventud debe ser diferente de la que se ha dado en lo pasado. Su bienestar exige mayor labor que la que se le ha dedicado antes. No hay campo misionero más importante que éste. Por precepto y por ejemplo, los padres han de enseñar a sus hijos a trabajar por los inconversos. Los niños deben ser educados de tal manera que simpaticen con los ancianos y afligidos y traten de aliviar los sufrimientos de los pobres y angustiados. Debe enseñárseles a ser diligentes en la obra misionera; y desde los primeros años debe inculcárseles la abnegación y el sacrificio en favor del bienestar ajeno y el adelantamiento de la causa de Cristo, a fin de que sean colaboradores con Dios.
Pero si han de aprender alguna vez a hacer obra misionera verdadera para los demás, deben aprender primero a trabajar por los que están en casa, los cuales tienen un derecho natural a su servicio de amor. Cada niño debe ser enseñado a llevar su parte respectiva del servicio en el hogar. Nunca debiera avergonzarse de emplear sus manos para aliviar las cargas en la casa, o sus pies para hacer diligencias. Mientras está así ocupado no entrará por sendas de negligencia y pecado. Cuántas horas despilfarran los niños y los jóvenes que podrían emplear llevando sobre sus fuertes hombros parte de las responsabilidades de la familia, que alguno debe llevar, manifestando así un amante interés en sus padres! Debe también arraigárselos en los verdaderos principios de la reforma pro salud y el cuidado de su cuerpo.
¡Ojalá que los padres pudieran velar con oración y cuidado por el bienestar eterno de sus hijos! Pregúntense: ¿Hemos sido negligentes? ¿Hemos descuidado 408 esta obra solemne? ¿Hemos permitido que nuestros hijos llegasen a ser juguetes de las tentaciones de Satanás? ¿No tenernos que rendir una cuenta solemne ante Dios porque hemos permitido a nuestros hijos emplear sus talentos, su tiempo e influencia para obrar contra la verdad, contra Cristo? ¿No hemos descuidado nuestro deber como padres, y aumentado el número de los súbditos de Satanás?
Muchos han descuidado vergonzosamente el campo del hogar, y es tiempo de que se presenten recursos, y remedios divinos para corregir este mal. ¿Qué excusas pueden presentar los que profesan seguir a Cristo por descuidar de enseñar a sus hijos a trabajar por él?
Dios quiere que las familias de la tierra sean un símbolo de la familia celestial. Los hogares cristianos, establecidos y dirigidos de acuerdo con el plan de Dios, se cuentan entre sus agentes más eficaces para formar el carácter cristiano y para adelantar su obra.
Si los padres desean ver un diferente estado de cosas en sus familias, conságrense completamente a Dios ellos mismos, y cooperen con él en la obra por la cual se pueda realizar una transformación en su familia.
Cuando nuestras propias casas sean lo que deben ser, no dejaremos que nuestros hijos crezcan en la ociosidad y la indiferencia a los derechos de Dios en favor de los necesitados que los rodean. Como herencia del Señor, estarán calificados para emprender la obra donde están. De tales hogares resplandecerá una luz que se revelará en favor de los ignorantes, conduciéndolos a la fuente de todo conocimiento. Ejercerán una poderosa influencia por Dios y su verdad.
HAY QUE INSTRUIR A LA IGLESIA EN LA OBRA MISIONERA
"Guarda, ¿qué de la noche?"* ¿Están los centinelas a quienes se hace esta pregunta en situación 409 de dar a la trompeta un sonido certero? ¿Están los pastores cuidando fielmente el rebaño del que deben dar cuenta? ¿Están los ministros de Dios velando por las almas, comprendiendo que los que están bajo su cuidado han sido comprados por la sangre de Cristo? Ha de hacerse una gran obra en el mundo, y ¿qué esfuerzos estamos haciendo para realizarla? Los hermanos han oído demasiados sermones; pero, ¿se les ha enseñado a trabajar para aquellos por quienes Cristo murió? ¿Se ha ideado un ramo de trabajo, que se les haya presentado de tal manera que cada uno haya visto la necesidad de tomar parte en la obra?
Es evidente que todos los sermones que se han predicado no han desarrollado una gran clase de obreros abnegados. Ha de considerarse que este asunto entraña los mes graves resultados. Está en juego nuestro porvenir para la eternidad. Las iglesias se están marchitando porque no han empleado sus talentos en difundir la luz. Deben darse instrucciones cuidadosas que serán como lecciones del Maestro, para que todos puedan usar prácticamente su luz. Los que tienen la vigilancia de las iglesias, deben elegir a miembros capaces, y ponerlos bajo responsabilidades, dándoles al mismo tiempo instrucciones en cuanto a cómo pueden servir y beneficiar mejor a otros.
Debe emplearse todo medio de dar a conocer la verdad a millares que discernirán las evidencias y apreciarán la semejanza de Cristo en su pueblo si pueden tener la oportunidad de verla. Aprovéchese la reunión misionera para enseñar a la gente a hacer trabajo misionero. Dios espera que su iglesia discipline y prepare a sus miembros para la obra de iluminar al mundo. Debe darse una educación cuyo resultado sea proporcionar centenares que quieran poner sus talentos valiosos a la disposición de los banqueros. Por el uso de estos talentos, se desarrollarán hombres que estarán preparados para ocupar posiciones de confianza e influencia y para mantener principios puros 410 y sin contaminación. Así se realizará mucho bien para el Maestro.
PÓNGANSE LOS MIEMBROS A TRABAJAR
Muchos que poseen verdadera capacidad se están herrumbrando en la inacción, porque no saben cómo ponerse a trabajar en ramos misioneros. Presente a estos inactivos alguno que tiene capacidad el ramo de trabajo que podrían hacer. Establézcanse pequeñas misiones en muchos lugares, para enseñar a hombres y mujeres a emplear y así aumentar sus talentos. Comprendan todos lo que se espera de ellos, y muchos de los que, están ahora desocupados, trabajarán fielmente.
La parábola de los talentos debe ser explicada a todos. Se debe hacer comprender a los miembros de las iglesias que son la luz del mundo, y que según sus diversas capacidades el Señor espera que iluminen y beneficien a otros. Sean ricos o pobres, grandes o humildes. Dios los llama a servirle activamente. Depende de la iglesia para el adelantamiento de su causa, y espera que los que profesan seguirle cumplan su deber como seres inteligentes. Es muy necesario que entre en la obra de salvar almas toda mente adiestrada, todo intelecto disciplinado, toda jota de capacidad.
No pasemos por alto las cosas pequeñas, buscando una gran obra. Podéis hacer con éxito la obra pequeña, pero fracasar completamente al intentar una obra más grande, y caer en el desaliento. Poneos a trabajar dondequiera que veáis que hay trabajo que hacer. Será haciendo con vuestras fuerzas lo que vuestras manos hallen para hacer cómo desarrollaréis talentos y aptitudes para una obra mayor. Es al despreciar las oportunidades diarias, descuidando las cosas pequeñas, cómo muchos se vuelven infructuosos y marchitos.
Hay maneras en las cuales todos pueden prestar un servicio personal a Dios. Algunos pueden escribir 411 una carta a un amigo lejano o enviar un periódico a alguien que está averiguando la verdad. Otros pueden dar consejos a los que están en dificultades. Los que saben tratar a los enfermos pueden ayudar en esto. Otros que tienen las calificaciones necesarias pueden dar estudios bíblicos o dirigir clases bíblicas.
Las maneras más sencillas de trabajar deben ser ideadas y puestas en operación entre las iglesias. Si los miembros aceptan unánimemente tales planes, y con perseverancia los llevan a cabo, segarán una rica recompensa; porque su experiencia se irá enriqueciendo, su capacidad aumentará, y por sus esfuerzos salvarán almas.
AUN LOS INCULTOS PUEDEN TRABAJAR
Nadie debe sentir que porque no está educado no puede tomar parte en la obra del Señor. Dios tiene una obra para vosotros. El ha dado a cada uno su obra. Podéis escudriñar las Escrituras por vuestra cuenta. "El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples."* Podéis orar por la obra. La oración del corazón sincero, ofrecida con fe, será oída en el cielo. Y habéis de trabajar según vuestra capacidad.
Cada uno ejerce una influencia para bien o para mal. Si el alma está santificada para el servicio de Dios, y consagrada a la obra de Cristo, su influencia tenderá a recoger con Cristo.
Todo el cielo está en actividad, y los ángeles de Dios están esperando para cooperar con todos los que quieran idear planes por los cuales las almas para quienes Cristo murió puedan oír las gratas nuevas de la salvación. Los ángeles que sirven a los que han de heredar la salvación, dicen a cada santo: "Hay obra para vosotros." "Id, y . . . hablad al pueblo todas las palabras de esta vida."* Si todos aquellos a quienes se dirige esta orden la obedeciesen, el Señor prepararía 412 el camino delante de ellos poniéndolos en posesión de recursos con los cuales ir.
DESPIÉRTESE A LOS OCIOSOS
Hay almas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan ser discípulos de Cristo, las dejan morir. A nuestros hermanos se les han confiado talentos para esta misma obra de salvar almas pero algunos los han envuelto en un pañuelo y los han enterrado en el suelo. ¿Cuánto se asemejan tales ociosos al ángel al que se representa volando por en medio del cielo, proclamando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús? ¿Qué súplicas se pueden hacer a los ociosos para despertarlos, a fin de que vayan a trabajar para el Maestro? ¿Qué podemos decir al miembro de la iglesia perezoso para hacerle sentir la necesidad de desenterrar su talento y ponerlo a la disposición de los banqueros? No habrá ociosos ni perezosos en el reino de los cielos. ¡Plegue a Dios presentar este asunto en toda su importancia a las iglesias dormidas! ¡Ojalá que Sión se levante y se vista sus ropas de gala! ¡Ojalá resplandezca!
Hay muchos pastores ordenados que nunca han ejercido todavía un cuidado de pastor sobre la grey de Dios, que nunca han velado por las almas como quienes deben dar cuenta. La iglesia, en vez de desarrollarse, es dejada en la condición de un cuerpo débil, dependiente y deficiente. Los miembros de la iglesia, acostumbrados a confiar en la predicación, hacen poco para Cristo. No llevan fruto, sino que más bien aumentan su egoísmo e infidelidad. Ponen su esperanza en el predicador y dependen de sus esfuerzos para mantener viva su débil fe. Por cuanto los miembros de la iglesia no han sido debidamente instruidos por aquellos a quienes Dios puso como veedores, muchos son siervos perezosos que ocultan sus talentos en la tierra, y, sin embargo, se quejan de cómo el Señor los trata. Esperan ser atendidos como niños enfermos. 413
Esta condición de debilidad no debe continuar. Debe hacerse obra bien organizada en la iglesia, para que sus miembros sepan cómo impartir la luz a otros, y así fortalecer su propia fe y aumentar su conocimiento. Mientras impartan aquello que recibieron de Dios, serán confirmados en la fe. Una iglesia que trabaja es una iglesia viva. Hemos de edificar como piedras vivas, y cada piedra ha de emitir luz. Cada cristiano es comparado a una piedra preciosa que recibe la gloria de Dios y la refleja.
La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo el trabajo, es un gran error. Recargado de trabajo y quebrantado, podrá descender al sepulcro cuando, si la carga hubiese sido compartida como el Señor quería, podría haber vivido. A fin de que la carga sea distribuida, deben educar a la iglesia los que pueden enseñar a otros a seguir a Cristo y trabajar como él trabajó.
LOS JÓVENES HAN DE SER MISIONEROS
No se pase por alto a los jóvenes; déjeselos participar en el trabajo y la responsabilidad. Hágaseles sentir que tienen que contribuir a ayudar a beneficiar a otros. Aun a los niños debe enseñárseles a hacer pequeñas diligencias de amor y misericordia para los que son menos afortunados que ellos.
Ideen los veedores de la iglesia planes por los cuales los jóvenes puedan ser adiestrados en emplear los talentos que les han sido confiados. Hagan los miembros de más edad en la iglesia una obra ferviente y compasiva por los niños y jóvenes. Apliquen los ministros toda su inteligencia a idear planes por los cuales los miembros más jóvenes de la iglesia puedan ser inducidos a cooperar con ellos en la obra misionera. Pero no se imaginen que pueden despertar su interés predicándoles meramente un largo sermón en la reunión misionera. Deben idear planes por los cuales se pueda encender un interés vivo. Tengan todos una 414 parte que desempeñar. Prepárese a los jóvenes para hacer lo que se les indique, y traigan de semana en semana sus informes a la reunión misionera, contando lo que hayan experimentado, y el éxito que por la gracia de Cristo hayan tenido. Si tales informes fuesen traídos por personas que trabajasen con consagración, las reuniones misioneras no serían áridas y tediosas. Estarían llenas de interés, y no faltarían asistentes.
En toda iglesia, los miembros deben ser adiestrados de tal manera que dediquen tiempo a ganar almas para Cristo. ¿Cómo puede decirse de la iglesia: "Vosotros sois la luz del mundo," a menos que sus miembros estén realmente impartiendo luz?
Despierten y comprendan su deber los que están encargados del rebaño de Cristo, y pongan a muchas almas a trabajar. 415

Cristo en Toda la Biblia - 57

EL PODER de Cristo, el Salvador crucificado para dar vida eterna, debe ser presentado al pueblo. Debemos demostrarle que el Antiguo Testamento es tan ciertamente el evangelio en sombras y figuras, como el Nuevo Testamento lo es en su poder desarrollado. El Nuevo Testamento no presenta una religión nueva; el Antiguo Testamento no presenta una religión que ha de ser superada por el Nuevo. El Nuevo Testamento es tan sólo el progreso y desarrollo del Antiguo. Abel creía en Cristo, y fue tan ciertamente salvado por su poder, como lo fueron Pedro y Pablo. Enoc fue representante de Cristo tan seguramente como el amado discípulo Juan. Enoc anduvo con Dios, y ya no fue hallado, porque Dios lo llevó consigo. A él fue confiado el mensaje de la segunda venida de Cristo. "De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor es venido con sus santos millares."* El mensaje predicado por Enoc, y su traslado al cielo, fueron un argumento convincente para todos los que vivían en su tiempo; fueron un argumento que Matusalén y Noé pudieron usar con poder para demostrar que los justos podían ser trasladados.
El Dios que anduvo con Enoc era nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Era la luz del mundo como lo es ahora. Los que vivían entonces no estuvieron sin maestros que los instruyesen en la senda de la vida; porque Noé y Enoc eran cristianos. El evangelio es dado en preceptos en Levítico. Se requiere ahora obediencia implícita como entonces. ¡Cuán esencial es que comprendamos la importancia de esta palabra!
Se hace la pregunta: ¿Cuál es la causa de la escasez que hay en la iglesia? La respuesta es: Permitimos que nuestras mentes sean apartadas de la Palabra. Si la Palabra de Dios fuese comida como 398 alimento del alma; si fuese tratada con respeto y deferencia, no habría necesidad de los muchos y repetidos Testimonios que se dan. Las simples declaraciones de las Escrituras serían recibidas y obedecidas.
Sus principios vivientes son como las hojas del árbol de la vida para la sanidad de las naciones.
La Palabra del Dios viviente no es solamente escrita, sino también hablada. La Biblia es la voz de Dios que nos habla, tan ciertamente como si pudiésemos oír con nuestros oídos. Si comprendiésemos esto, ¡con qué reverencia abriríamos la Palabra de Dios, y con qué fervor escudriñaríamos sus preceptos! La lectura y contemplación de las Escrituras serían consideradas una audiencia con el Infinito.
Cuando Satanás trata de hacer penetrar sus sugestiones en nuestra mente, podemos, si albergamos un "Así dice Jehová," ser atraídos al pabellón secreto del Altísimo.
Muchos no alcanzan a imitar a nuestro Dechado santo, porque estudian tan poco los rasgos definidos de su carácter. Hay muchos que están llenos de planes que los tienen atareados, siempre activos, y no tienen tiempo ni lugar para que el precioso Jesús sea su compañero amado e íntimo. No le refieren todo pensamiento y acción preguntando: "¿Es ése el camino del Señor?" Si lo hiciesen, andarían con Dios, como anduvo Enoc. 399

Demos a Dios lo Suyo - 56

EL SEÑOR ha dado a su pueblo un mensaje para este tiempo. Está presentado en el tercer capítulo de Malaquías. ¿Cómo podría el Señor presentar sus requerimientos de una manera más clara y enérgica que en ese capítulo?
Todos deben recordar que los requerimientos de Dios para con nosotros están a la base de cualquier otro derecho. El nos da abundantemente, y el contrato que él ha hecho con el hombre es que una décima parte de sus posesiones sea devuelta a Dios. El confía misericordiosamente sus tesoros a sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la misma proporción en que Dios ha dado su propiedad al hombre, el hombre debe devolverle un diezmo fiel de toda su substancia. Este arreglo preciso fue hecho por Jesucristo mismo.
Esta obra entraña resultados solemnes y eternos, y es demasiado sagrada para ser dejada al impulso humano. No debemos sentirnos libres para tratar este asunto como quisiéramos. En respuesta a los requerimientos de Dios, deben ponerse aparte como sagradas para su obra, reservas regulares.
LAS PRIMICIAS
Además del diezmo, el Señor exige las primicias de todas nuestras ganancias. Se las ha reservado a fin de que su obra en la tierra pueda ser sostenida ampliamente. Los siervos del Señor no han de verse limitados a una mísera pitanza. Sus mensajeros no han de ser estorbados en su obra de presentar la palabra de vida. A medida que enseñan la verdad, deben tener recursos que invertir en el adelantamiento de la obra que debe ser hecha al debido tiempo, a fin de ejercer la influencia mejor y más poderosa para salvar. Deben realizarse acciones de misericordia; debe ayudarse a los pobres y dolientes. Debe haber 390 donativos y ofrendas apropiadas para este propósito. Especialmente en los campos nuevos, donde nunca se ha enarbolado el estandarte de la verdad, debe hacerse esta obra. Si todos los que profesan ser hijos de Dios, tanto ancianos como jóvenes, cumpliesen su deber, no habría escasez en la tesorería. Si todos pagasen un diezmo fiel, y dedicasen a Dios las primicias de sus ganancias, habría abundante provisión de recursos para su obra. Pero la ley de Dios no es respetada ni obedecida, y esto ha ocasionado una necesidad apremiante.
RECORDEMOS A LOS POBRES
Todo despilfarro debe ser suprimido de nuestra vida; porque el tiempo que tenemos para trabajar es corto. En derredor nuestro, vemos necesidades y sufrimientos. Hay familias que necesitan alimentos; pequeñuelos que lloran por pan. Las casas de los pobres carecen de los debidos muebles y ropa de cama. Muchos de ellos viven en tugurios, casi completamente privados de las cosas necesarias. El clamor de los pobres llega al cielo. Dios ve; Dios oye. Pero muchos se glorifican a sí mismos. Mientras que sus semejantes sufren pobreza y hambre, gastan mucho en sus mesas, y comen mucho más de lo necesario. ¡Qué cuenta tendrán que dar pronto los hombres por el uso egoísta del dinero de Dios! Los que desprecian la provisión que Dios ha hecho para los pobres, encontrarán que no sólo robaron a sus semejantes, sino que al robarles, robaron a Dios, y despilfarraron sus bienes.
TODAS LAS COSAS PERTENECEN A DIOS
Todo el bien que el hombre goza proviene de la misericordia de Dios. Él es el grande y bondadoso Dador. Su amor se manifiesta a todos en la abundante provisión hecha para el hombre. Nos ha dado un tiempo de gracia en que formar un carácter para las cortes celestiales. Y si nos pide que reservemos una parte de nuestras posesiones para él, no es porque necesite algo. 391
El Señor creó todo árbol del Edén agradable para los ojos y bueno como alimento, e invitó a Adán y Eva a disfrutar libremente de sus bondades. Pero hizo una excepción. No debían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios se reservó ese árbol como recuerdo constante de que era dueño de todo. Así les dio la oportunidad de demostrar su fe y confianza obedeciendo perfectamente sus requerimientos.
Así también sucede con las exigencias de Dios para con nosotros. Pone sus tesoros en las manos de los hombres, pero requiere que una décima parte sea puesta fielmente a un lado para su obra. Requiere que esta porción sea puesta en su tesorería. Ha de serle entregada como su propiedad; es sagrada, y debe emplearse para fines sagrados, para el sostén de los que han de proclamar el mensaje de salvación en todas partes del mundo. El reserva esta porción, a fin de que siempre influyan recursos a su tesorería, y que la luz de la verdad pueda ser llevada a aquellos que están cerca y a los que están lejos. Obedeciendo fielmente este requerimiento, reconocemos que todo lo que tenemos pertenece a Dios.
Y, ¿no tiene el Señor derecho a exigir esto de nosotros? ¿No dio acaso a su Hijo unigénito porque nos amaba y deseaba salvarnos de la muerte? ¿Y no habrán de afluir a su tesorería nuestras ofrendas de agradecimiento, para ser retiradas de allí a fin de promover su reino en la tierra? Puesto que Dios es el dueño de todos nuestras bienes, ¿no habrá de impulsamos la gratitud a él a presentarle ofrendas voluntarias y de agradecimiento, en prueba de que lo reconocemos dueño de nuestra alma, cuerpo, espíritu y propiedad? Si se hubiese seguido el plan de Dios, estarían ahora afluyendo recursos a su tesorería; y abundarían los fondos que permitirían a los predicadores entrar en nuevos campos, y podrían unirse obreros a los predicadores para enarbolar el estandarte de la verdad en los lugares obscuros de la tierra. 392
SIN EXCUSA
Es un plan trazado por el cielo el que los hombres devuelvan al Señor lo que le pertenece; y esto está tan claramente presentado, que los hombres y mujeres no tienen excusa por no comprender o eludir los deberes y responsabilidades que Dios les ha impuesto. Los que aseveran que no pueden ver que es su deber, revelan al universo celestial, a la iglesia y al mundo, que no quieren ver este requerimiento tan claramente presentado. Piensan que siguiendo el plan del Señor, se privarían de sus propios bienes. En la codicia de sus almas egoístas desean tener todo el monto, tanto el capital como el interés, a fin de usarlo para su propio beneficio.
Dios pone su mano sobre todas las posesiones del hombre diciendo: Yo soy el dueño del universo, y estos bienes son míos. El diezmo que habéis retenido lo reservaba para el sostén de mis siervos en su obra de abrir las Escrituras a aquellos que están en la regiones obscuras, y que no conocen mi ley. Al usar mi fondo de reserva para satisfacer vuestros propios deseos, habéis privado vuestras almas de la luz que yo había provisto para ellas. Habéis tenido oportunidad de manifestarme vuestra lealtad, pero no lo habéis hecho. Me habéis robado; habéis hurtado mi fondo de reserva. "Malditos sois con maldición."*
OTRA OPORTUNIDAD
El Señor es longánime y misericordioso, y a los que han hecho esta iniquidad, les da otra oportunidad. "Tornaos a mí -dice,- y yo me tornaré a vosotros." Pero ellos dijeron: "¿En qué hemos de tornar?"* Han hecho fluir sus recursos por canales de servicio y glorificación propios, como si fuesen bienes que les pertenecieran, y no tesoros prestados. Sus conciencias pervertidas se han endurecido y cauterizado hasta el grado de que no ven la gran iniquidad que han hecho 393 al obstaculizar de tal manera el camino que la causa de la verdad no podía avanzar.
El hombre finito, aunque emplee para sí los talentos que Dios ha reservado para publicar la salvación, para enviar las gratas nuevas de un Salvador a las almas que perecen, aun mientras obstruye el camino por su egoísmo, pregunta: "¿En qué te hemos robado?" Dios contesta: "Los diezmos y las primicias. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado." Todo el mundo está empeñado en robar a Dios. Con el dinero que él les ha prestado, los hombres se entregan a la disipación, a las diversiones, orgías, banquetes y complacencias deshonrosas. Pero Dios dice: "Y llegarme he a vosotros a juicio."* Todo el mundo tendrá que dar cuenta en el gran día en que cada uno será sentenciado según sus obras.
LA BENDICIÓN
Dios se compromete a bendecir a los que obedecen sus mandamientos. "Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos."*
Con estas palabras de luz y verdad delante de sí, ¿cómo se atreven los hombres a descuidar un deber tan claro? ¿Cómo se atreven a desobedecer a Dios cuando la obediencia a sus requerimientos significa su bendición tanto en las cosas temporales como en las espirituales, y la desobediencia significa la maldición de Dios? Satanás es el destructor. Dios no puede bendecir a los que se niegan a serle mayordomos fieles. Todo lo que puede hacer es permitir a Satanás 394 que realice su obra destructora. Vemos que vienen sobre la tierra calamidades de toda clase y de todo grado; ¿y por qué? No se ejerce el poder restrictivo del Señor. El mundo ha despreciado la palabra de Dios. Vive como si no hubiese Dios. Como los habitantes del mundo en el tiempo de Noé, se niegan a pensar en Dios. La perversidad prevalece en un grado alarmante, y la tierra está madura para la mies.
LOS QUE SE QUEJAN
"Vuestras palabras han prevalecido contra mi, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir a Dios; ¿y qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos tristes delante de Jehová de los ejércitos? Decimos pues ahora, que bienaventurados los soberbios, y también que los que hacen impiedad son los prosperados: bien que tentaron a Dios, escaparon."*
Pero Dios no quiere que nadie ande lamentándose delante de él. Los que así se quejan de Dios se han acarreado a sí mismos la adversidad. Han robado a Dios, y su causa ha sido estorbada porque el dinero que debería haber afluido a su tesorería fue empleado para propósitos egoístas. Mostraron su deslealtad Dios dejando de seguir el plan que él prescribió. Cuando Dios los prosperó y les pidió que le diesen su porción, sacudieron la cabeza y no pudieron ver que era su deber hacerlo. Cerraron los ojos de su 395 entendimiento, a fin de no ver. Retuvieron el dinero del Señor, y estorbaron la obra que él quería que se hiciese. Dios no fue honrado por el uso dado a los bienes que él había confiado. Por lo tanto, dejó caer la maldición sobre ellos, permitiendo que el devorador destruyese sus frutos y trajese calamidad sobre ellos.
"LOS QUE TEMEN A JEHOVÁ"
En Malaquías 3: 16 se presenta una clase de personas diferentes, una clase que se reunía, no para censurar a Dios, sino para hablar de su gloria y de sus misericordias. Habían sido fieles a su deber. Habían dado lo suyo al Señor. Daban testimonios que hacían cantar y regocijar a los ángeles celestiales. No tenían quejas que hacer contra Dios. A los que andan en la luz, que son fieles y leales en el cumplimiento de su deber, no se les oye quejarse ni censurar. Hablan palabras de valor, esperanza y fe. Son los que se sirven a sí mismos, los que no dan a Dios lo suyo, los que se quejan.
"Entonces los que temen a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de hacer: y perdonarélos como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os tornaréis, y echaréis de ver la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve."*
La recompensa de la liberalidad hecha con toda el alma consiste en que la mente y el corazón son puestos en comunión más íntima con el Espíritu.
El hombre que ha caído en desgracia, y tiene deudas, no debe tomar la parte del Señor para cancelar 396 sus deudas con sus semejantes. Debe considerar que en estas transacciones se lo está probando, y que al reservar la parte del Señor para su propio uso, está robando al Dador. Es deudor a Dios por todo lo que tiene, pero llega a ser doblemente deudor cuando emplea el fondo del Señor para pagar deudas a seres humanos. Frente a su nombre se escriben en los libros del cielo las palabras: "Infidelidad a Dios." Tiene que arreglar una cuenta con Dios por haberse apropiado los recursos del Señor para su propia conveniencia. Y la falta de principios manifestada al apropiarse indebidamente los recursos de Dios será revelada en su manejo de otros asuntos. Se verá en todo lo relacionado con sus propios negocios. El hombre que roba a Dios cultiva rasgos de carácter que le impedirán ser admitido en la familia de Dios en el cielo.
Un empleo egoísta de las riquezas demuestra que uno es infiel a Dios, e incapacita al mayordomo de los recursos para el cometido superior del cielo.
Hay por doquiera canales por los cuales podría fluir la benevolencia. Se producen constantemente necesidades, hay misiones que se ven estorbadas por falta de recursos. Deberán ser abandonadas a menos que los hijos de Dios se despierten y comprendan el verdadero estado de cosas. No esperéis hasta el momento de la muerte para hacer vuestro testamento, porque debéis disponer de vuestros recursos mientras vivís. 397

La Observancia del Sábado - 55

LA OBSERVANCIA del sábado entraña grandes bendiciones, y Dios desea que el sábado sea para nosotros un día de gozo. La institución del sábado fue hecha con gozo. Dios miró con satisfacción la obra de sus manos. Declaró que todo lo que había hecho era "bueno en gran manera."* El cielo y la tierra se llenaron de regocijo. "Las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios."* Aunque el pecado entró en el mundo para mancillar su obra perfecta, Dios sigue dándonos el sábado como testimonio de que un Ser omnipotente, infinito en bondad y misericordia, creó todas las cosas. Nuestro Padre celestial desea, por medio de la observancia del sábado, conservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo. Desea que el sábado dirija nuestra mente a él como el verdadero Dios viviente, y que por conocerle tengamos vida y paz.
Cuando el Señor libertó a su pueblo Israel de Egipto y le confió su ley, le enseñó que por la observancia del sábado había de distinguirse de los idólatras. Este había de hacer distinción entre los que reconocían la soberanía de Dios; y los que se negaban a aceptarlo como su Creador y Rey. "Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel," dijo el Señor. "Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel: celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo."*
Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que éste honra su ley. Distingue entre los, súbditos leales y los transgresores. 370
Desde la columna de nube, Cristo declaró acerca del sábado: "Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico."* El sábado dado al mundo como señal de Dios como Creador, es también la señal de que él es el Santificador. El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su propia semejanza. Para los que santifican el sábado, es una señal de santificación. La verdadera santificación es armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se recibe por la obediencia a aquellos principios que son el trasunto de su carácter. Y el sábado es la señal de obediencia. El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley. Queda santificado por la obediencia.
A nosotros, como a Israel, nos es dado el sábado "por pacto perpetuo." Para los que reverencian el santo día, el sábado es una señal, de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá para ellos su pacto. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios, se coloca bajo el pacto divino y eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa.
De los diez, sólo el cuarto mandamiento contiene el sello del gran Legislador, el Creador del cielo y de la tierra. Los que obedecen este mandamiento toman sobre sí su nombre, y todas las bendiciones que entraña son suyas. "Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde: haga resplandecer Jehová su rostro sobre ti, y haya de ti misericordia: Jehová alce a ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré."*371
Por medio de Moisés fue dada también la promesa: "Confirmarte ha Jehová por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieras en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado sobre ti. . . . Y te pondrá Jehová por cabeza y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieres a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas."*
El salmista, hablando por el Espíritu Santo, dice: "Venid, celebremos alegremente a Jehová: cantemos con júbilo a la roca de nuestra salud.... Porque Jehová es Dios grande; y Rey grande sobre todos los dioses. Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suya también la mar, pues él la hizo; y sus manos formaron la seca. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor. Porque él es nuestro Dios." "El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado."*
Estas promesas dadas a Israel son también para el pueblo de Dios hoy. Son los mensajes que el sábado nos trae.
LA REFORMA EN LA OBSERVANCIA DEL SÁBADO
El sábado es un broche de oro que une a Dios y su pueblo. Pero el mandamiento del sábado ha sido violado. El día santo de Dios ha sido profanado. El sábado ha sido sacado de su lugar por el hombre de pecado, y se ha ensalzado en su lugar un día de trabajo común. Se ha hecho una brecha en la ley, y esta brecha ha de ser reparada. El verdadero sábado ha de ser ensalzado a su debida posición como día de reposo de Dios. En el capítulo 58 de Isaías, se bosqueja la obra que el pueblo de Dios ha de hacer. Ha de 372 ensalzar la ley, y hacerla honorable, edificar en los antiguos desiertos, y levantar los fundamentos de muchas generaciones. A los que hagan esta obra, Dios dice: "Serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeras del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus palabras: entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre: porque la boca de Jehová lo ha hablado. "*
La cuestión del sábado ha de ser el punto culminante del gran conflicto final en el cual todo el mundo tomará parte. Los hombres han honrado los principios de Satanás por encima de los principios que rigen los cielos. Han aceptado el falso día de descanso que Satanás ha exaltado como señal de su autoridad. Pero Dios ha puesto su sello sobre su requerimiento real. Ambos días de reposo llevan el nombre de su autor, una marca imborrable que demuestra la autoridad de cada uno. Es nuestra obra inducir a la gente a comprender esto. Debemos mostrarle que es de consecuencia vital el llevar la marca del reino de Dios o la marca del reino de la rebelión, porque ellos se reconocen súbditos del reino cuya marca llevan. Dios nos ha llamado a enarbolar el estandarte de su sábado pisoteado. ¡Cuán importante es, pues, que nuestro ejemplo sea correcto en la observancia del sábado!
Al establecer nuevas iglesias, los ministros deben dar instrucción cuidadosa en cuanto a la debida observancia del sábado. Debemos cuidarnos, no sea que las prácticas flojas que prevalecen entre los observadores del domingo sean seguidas por aquellos que profesan observar el santo día de reposo de Dios. La línea de demarcación ha de ser hecha clara y distinta entre 373 los que llevan la marca del reino de Dios y los que llevan la señal del reino de la rebelión.
El sábado tiene un carácter mucho más sagrado que el que le atribuyen muchos de los que profesan observarlo. El Señor ha sido grandemente deshonrado por aquellos que no han guardado el sábado de acuerdo con el mandamiento, en la letra y en el espíritu. El pide una reforma en la observancia del sábado.
LA PREPARACIÓN PARA EL SÁBADO
Al mismo principio del cuarto mandamiento, el Señor dijo: "Acordarte has." El sabía que en medio de la multitud de cuidados y perplejidades, el hombre se vería tentado a excusarse de satisfacer todo lo requerido por la ley, o se olvidaría de su importancia sagrada. Por lo tanto dijo: "Acordarte has del día del reposo, para santificarlo."*
Durante toda la semana, debemos recordar el sábado, y hacer preparativos para guardarlo según el mandamiento. No sólo debemos observar el sábado como asunto legal. Debemos comprender su importancia espiritual sobre todas las acciones de nuestra vida. Todos los que consideran el sábado como una señal entre ellos y Dios, que demuestran que Dios es el que los santifica, representarán los principios de su gobierno. Pondrán diariamente en práctica las leyes de su reino. Diariamente rogarán que la santificación del sábado descanse sobre ellos. Cada día tendrán el compañerismo de Cristo, y ejemplificarán la perfección de su carácter. Cada día resplandecerá su luz para otros en buenas obras.
En todo lo que pertenece al éxito de la obra de Dios, las primeras victorias han de ser ganadas en el hogar. Aquí debe empezar la preparación para el sábado. Recuerden los padres durante toda la semana que su hogar ha de ser una escuela en la cual sus hijos se prepararán para los atrios celestiales. Sean correctas sus 374 palabras. No escapen de sus labios palabras que no debieran oír sus hijos. Mantengan su espíritu libre de irritación. Padres, vivid durante la semana como a la vista de un Dios santo, que os ha dado hijos a fin de que los preparéis para él. Educad para él la pequeña iglesia que hay en vuestro hogar, a fin de que el sábado todos puedan estar preparados para adorar en el santuario del Señor. Presentad cada mañana y noche vuestros hijos a Dios como su herencia comprada con sangre. Enseñadles que es su más alto deber y privilegio amar y servir a Dios.
Los padres deben ser escrupulosos en cuanto a hacer del culto de Dios una lección objetiva para sus hijos. Los pasajes de la Escritura deben estar con más frecuencia en sus labios, especialmente aquellos pasajes que preparan el corazón para el servicio religioso. Bien podrían repetirse con frecuencia las preciosas palabras: "Alma mía, en Dios solamente reposa; porque de él es mi esperanza."*
Cuando el sábado es así recordado, no se permitirá que lo temporal usurpe lo que pertenece a lo espiritual. Ningún deber que pertenece a los seis días hábiles será dejado para el sábado. Durante la semana nuestras energías no serán agotadas de tal manera en el trabajo temporal que, en el día en que el Señor descansó y fue refrigerado, estemos demasiado cansados para dedicarnos a su servicio.
Aunque los preparativos para el sábado han de hacerse durante toda la semana, el viernes es un día especial de preparación. Por medio de Moisés, el Señor dijo a los hijos de Israel: "Mañana es el santo sábado, el reposo de Jehová: lo que hubiereis de cocer, cocedlo hoy, y lo que hubiereis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana." "Derramábase el pueblo, y recogían [el maná,] y molían en molinos, o majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían de él tortas."* Había algo que 375 hacer para preparar el pan enviado por el cielo a los hijos de Israel. El Señor les dijo que esta obra debía hacerse en viernes, día de preparación. Esto era una prueba para ellos. Dios deseaba ver si querían santificar el sábado o no.
Estas indicaciones de los labios de Jehová son para nuestra instrucción. La Biblia es una guía perfecta, y si se estudian sus páginas con oración y corazón dispuesto a comprender, nadie necesita errar acerca de esta cuestión.
Muchos necesitan instrucción en cuanto a como deben presentarse en la asamblea para adorar en sábado. No han de entrar en la presencia de Dios con las ropas que llenas comúnmente durante la semana. Todos deben tener un traje especial para el sábado, que lleven cuando asistan al culto en la casa de Dios. Aunque no debemos conformarnos a las modas mundanales, no debemos permanecer indiferentes acerca de nuestra apariencia exterior. Debemos ser aseados y estar bien arreglados, aunque sin adornos. Los hijos de Dios deben ser puros en su interior y exterior.
Termínense el viernes los preparativos para el sábado. Cuidad de que toda la ropa esté lista, y que se haya cocinado todo lo que debe cocinarse. Estén lustrados los zapatos y los baños tomados. Es posible hacer esto. Si lo establecéis como regla, podéis hacerlo. El sábado no ha de destinarse a reparar ropas, o cocinar alimentos, a los placeres, o a ningún otro empleo mundanal. Antes de que se ponga el sol, debe ponerse a un lado todo trabajo secular, y todos los periódicos de ese carácter deben ser puestos fuera de la vista. Padres, explicad a vuestros hijos lo que hacéis, y os proponéis, y dejadlos participar en vuestra preparación para guardar el sábado según el mandamiento.
Debemos cuidar celosamente las extremidades del sábado. Recordemos que cada momento es tiempo santo y consagrado. Cuando quiera que sea posible, 376 los patrones deben dejar en libertad a sus obreros desde el viernes al medio día hasta el principio del sábado. Dadles tiempo para la preparación, a fin de que puedan dar la bienvenida al día del Señor con quietud mental. Una conducta tal no os infligirá pérdidas, ni aun en las cosas temporales.
Hay otra obra que debe recibir atención en el día de preparación. En ese día deben ponerse a un lado todas la divergencias entre hermanos, ora sea en la familia o en la iglesia. Expúlsese del alma toda amargura, ira y malicia. Con espíritu humilde "confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos."*
Antes de que empiece el sábado, tanto la mente como el cuerpo deben retraerse de los negocios mundanales. Dios puso el sábado al fin de los seis de trabajo, para que los hombres se detengan y consideren lo que han ganado en la semana en su preparación para el reino puro que no admitirá transgresor. Debemos hacer cada sábado un examen de nuestras almas para ver si la semana que ha terminado trajo ganancia o pérdida espiritual.
Significa la salvación eterna el santificar el sábado para el Señor. Dios dice: "Yo honraré a los que me honran. "*
EL SÁBADO EN EL HOGAR
Antes de la puesta del sol, congréguense los miembros de la familia para leer la Palabra de Dios, y para cantar y orar. Se necesita una reforma en esto, porque muchos han sido remisos. Necesitamos confesarnos a Dios unos a otros. Debemos empezar de nuevo a hacer arreglos especiales para que cada miembro de la familia sea preparado para honrar el día que Dios ha bendecido y santificado.
No se malgasten en cama las preciosas horas del sábado. El sábado de mañana, la familia debe levantarse 377 temprano. Si se levantan tarde, hay confusión y apresuramiento en los preparativos para el desayuno y la escuela sabática. Hay apresuramiento, fricción e impaciencia. Así entran en el hogar sentimientos profanos. El sábado, así profanado, produce cansancio, y en vez de amarse su venida se la teme.
No debemos proveer para el sábado una cantidad o variedad mayor de alimentos que para los otros días. En vez de esto, los alimentos deben ser más sencillos, y debe comerse menos, a fin de que la mente esté clara y vigorosa para comprender las cosas espirituales. El comer demasiado anubla la mente. Se pueden oír las palabras más preciosas sin apreciarlas, debido a que la mente está turbada por un régimen impropio. Comiendo demasiado el sábado, muchos han deshonrado a Dios más de lo que piensan.
Aunque debe evitarse el cocinar en sábado, no es necesario comer alimentos fríos. En tiempo frío, caliéntese el alimento preparado el día antes. Y sean las comidas, aunque sencillas, atrayentes y sabrosas. Provéase algo que sea considerado como un plato especial, algo que la familia no tiene cada día.
Tomen parte los niños en el culto de familia. Traigan todos sus Biblias, y lea cada uno de ellos uno o dos versículos. Luego cántese algún himno familiar, seguido de oración. Para ésta, Cristo ha dejado un modelo. El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido simplemente como una fórmula, sino que es una ilustración de lo que deben ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes. En una simple petición, decid al Señor vuestras necesidades, y expresar gratitud por su misericordia. Así invitáis a Jesús como vuestro huésped bienvenido en el hogar y el corazón. En la familia, las largas oraciones acerca de objetos remotos, no están en su lugar. Hacen cansadora la hora de la oración, cuando debiera ser considerada como un privilegio y una bendición. Haced de este momento un momento de interés y gozo. 378
La escuela sabática y la reunión del culto ocupan sólo una parte del sábado. La parte que queda para la familia puede ser hecha la más sagrada y preciosa de todas las horas del sábado. Mucho de este tiempo deben pasarlo los padres con sus hijos. En muchas familias los niños menores son dejados a sí mismos, para que hallen diversión lo mejor que puedan. Dejados solos, los niños se vuelven pronto inquietos, y empiezan a jugar y se dedican a hacer perjuicio. Así el sábado no tiene para ellos significado sagrados. En el tiempo agradable, paseen los padres con sus hijos por los campos y huertos. En medio de las cosas hermosas de la naturaleza, háblenles de la razón de la institución del sábado. Descríbanles la gran obra creadora de Dios. Díganles que cuando la tierra salió de su mano era santa y hermosa. Cada flor, cada arbusto, cada árbol, respondía al propósito de su creador. Todo aquello sobre lo cual el ojo descansaba era hermoso, y llenaba la mente de pensamientos sobre el amor de Dios. Todo sonido era música en armonía, con la voz de Dios. Mostradles que fue el pecado lo que mancilló la obra perfecta de Dios; que las espinas y los cardos, la tristeza y el pesar la muerte, son todos resultados de la desobediencia a Dios. Invitadlos a ver cómo la tierra, aunque mancillada por la maldición del pecado, sigue revelando la bondad de Dios. Los campos verdes, los altos árboles, la alegre luz del sol, las nubes, el rocío, la quietud solemne de la noche, la gloria del cielo estrellado, y la luna en su belleza, todo da testimonio del Creador. No cae una gota de lluvia, ni se derrama un rayo de sol sobre nuestro mundo desagradecido, que no testifique de la tolerancia y del amor de Dios.
Habladles del camino de la salvación; de cómo "amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."* Repítase la dulce historia 379 de Belén. Preséntese a Jesús a los niños, como niño obediente a sus padres, como joven fiel y laborioso, que ayudaba a sostener la familia. Así podéis enseñarles que el Salvador conoce las pruebas, perplejidades y tentaciones, las esperanzas y los goces de los jóvenes, y que puede simpatizar con ellos y ayudarles. De vez en cuando, leedles las interesantes historias de la Biblia. Interrogadles acerca de lo que han aprendido en la escuela sabática, y estudiad con ellos la lección del próximo sábado.
Al bajar el sol, señalen la voz de la oración y el himno de alabanza el fin de las horas sagradas, e invitad a Dios a acompañamos con su presencia en los cuidados de la semana de trabajos.
Así los padres pueden hacer del sábado el día más gozoso de la semana. Pueden inducir a sus hijos a considerarlo como una delicia, el día de todos los días, santo de Jehová, honorable.
Os aconsejo, hermanos y hermanas: "Acordarte has del día del reposo, para santificarlo." Si queréis que vuestros hijos observen el sábado según el mandamiento, debéis enseñarles tanto por los preceptos como por el ejemplo. Nunca se borra completamente la verdad grabada profundamente en el corazón. Puede obscurecerse, pero nunca obliterarse. Las impresiones hechas en la primera parte de la vida se verán en los años ulteriores. Pueden ocurrir circunstancias que separen a los hijos de los padres y de su hogar, pero mientras vivan, la instrucción dada en la infancia y la juventud será una bendición.
EL VIAJAR EN SÁBADO
Si deseamos la bendición prometida a los obedientes, debemos observar el sábado más estrictamente. Temo que con frecuencia hablamos en este día viajes que podrían evitarse. En armonía con la luz que el Señor me ha dado acerca de la observancia del sábado, debemos ser más cuidadosos en cuanto a viajar en 380 los barcos o coches en ese día. En este asunto, debemos presentar un debido ejemplo a nuestros niños y jóvenes. A fin de alcanzar las iglesias que necesitan nuestra ayuda, y darles el mensaje que Dios desea que oigan, puede sernos necesario viajar en sábado; pero en cuanto nos sea posible debemos conseguir nuestros pasajes y hacer todos los arreglos necesarios en algún otro día. Cuando emprendemos un viaje, debemos hacer todo esfuerzo posible para evitar llegar a nuestro destino en sábado.
Cuando estamos obligados a viajar en sábado, debemos tratar de evitar la compañía de aquellos que apartarían nuestra atención a los asuntos mundanales. Debemos mantener nuestra atención fija en Dios, y guardarnos en comunión con él. Cuando quiera que se presente la oportunidad, debemos hablar a otros acerca de la verdad. Debemos estar siempre listos para aliviar los sufrimientos, y ayudar a los que están en necesidad. En tales casos, Dios desea que el conocimiento y la sabiduría que nos ha dado sean aprovechados. Pero no debemos hablar de asuntos de negocio, ni dedicarnos a ninguna conversación común y mundanal. En todo tiempo y lugar, Dios requiere que demostremos nuestra lealtad a él honrando el sábado.
LAS REUNIONES EN SÁBADO.
Cristo dijo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos."* Donde quiera que haya siquiera dos o tres creyentes, reúnanse en sábado para pedir al Señor el cumplimiento de su promesa.
Los pequeños grupos reunidos para adorar a Dios en su santo día, tienen derecho a pedir la rica bendición de Jehová. Deben creer que el Señor Jesús es un huésped honrado en sus asambleas. Cada verdadero adorador que santifica el sábado debe aferrarse a la promesa: "Para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico."* 381
Generalmente la predicación en nuestras reuniones del sábado debe ser corta. Debe darse a los que aman a Dios oportunidad de expresar su gratitud y adoración.
Cuando no hay predicador en la iglesia, alguno debe ser nombrado director de la reunión. Pero no es necesario que predique un sermón u ocupe gran parte del culto. Un estudio corto e interesante de la Biblia será con frecuencia de mayor beneficio que un sermón. Esto puede ir seguido de una reunión de oración y testimonio.
Los que ocupan algún puesto como dirigentes de la iglesia no deben agotar sus fuerzas físicas y mentales durante la semana de manera que el sábado no puedan traer la influencia vivificadora del evangelio de Cristo a la reunión. Haced menos trabajos temporales cada día, pero no robéis a Dios dándole, en sábado, un servicio que no puede aceptar. No debéis ser hombres sin vida espiritual. Los hermanos necesitan vuestra ayuda en sábado. Dadles alimento de la Palabra. Traed vuestros dones más selectos a Dios en su santo día. Sea la preciosa vida del alma dada a él en servicio sagrado.
Nadie venga al lugar de culto para dormir. Esto no debiera verse en la casa de Dios. No os dormís cuando estáis empeñados en vuestros quehaceres temporales, porque tenéis interés en vuestro trabajo. ¿Y permitiremos que el servicio que entraña intereses eternos sea puesto en un nivel inferior al de los asuntos temporales de la vida?
Cuando lo hacemos, perdemos la bendición que el Señor quiere que tengamos. El sábado no ha de ser un día de ociosidad inútil. Tanto en el hogar como en la iglesia, debe manifestarse un espíritu de servicio. El que nos dio seis días para nuestro trabajo temporal, bendijo y santificó el séptimo día y lo puso aparte para sí. En este día bendecirá de una manera especial a todos los que se consagran a su servicio. 382
Todo el cielo está observando el sábado, pero no de una manera desatenta y ociosa. En ese día, cada energía del alma debe despertarse; porque ¿no hemos de encontrarnos con Dios y con Cristo nuestro Salvador? Podemos contemplarlo por la fe. El anhela refrescar y bendecir toda alma.
Cada uno debe sentir que tiene una parte que desempeñar para hacer interesantes las reuniones del sábado. No hemos de reunirnos simplemente por formalismo, sino para intercambiar los pensamientos, para relatar nuestra experiencia diaria, para expresar agradecimiento, para manifestar nuestro sincero deseo de ser iluminados divinamente, para que conozcamos a Dios y a Jesucristo al cual él envió. El platicar juntos acerca de Cristo fortalecerá el alma para las pruebas y conflictos de la vida. Nunca pensemos que podemos ser cristianos y, sin embargo, encerrarnos dentro de nosotros mismos. Cada uno es una parte de la gran trama de la humanidad, y la experiencia de cada uno quedará grandemente determinada por la experiencia de sus asociados.
No obtenemos la centésima parte de la bendición que podríamos obtener del hecho de congregarnos para adorar a Dios. Nuestras facultades perceptivas necesitan ser aguzadas. La comunión de unos con otros debe alegrarnos. Con tal esperanza como la que tenemos, ¿por qué no arde nuestro corazón con el amor de Dios?
Debemos llevar a toda reunión religiosa un vivificado sentimiento espiritual de que Dios y sus ángeles están allí, cooperando con todos los verdaderos adoradores. Al entrar en el lugar de culto, pidamos a Dios que quite todo mal de nuestro corazón. Traigamos a su casa solamente lo que él puede bendecir. Arrodillémonos delante de Dios en su templo, y consagrémosle lo suyo, que ha comprado con la sangre de Cristo. Oremos por el predicador o el que dirige la reunión. Roguemos que una gran bendición venga por 383 medio de aquel que ha de presentar la palabra de Dios. Esforcémonos con fervor por obtener una bendición para nosotros mismos.
Dios bendecirá a todos los que así se preparen para su servicio. Ellos comprenderán lo que significa tener la seguridad del Espíritu porque han recibido a Cristo por la fe.
El lugar de culto puede ser muy humilde, pero no por eso es menos reconocido por Dios. A los que adoran a Dios en espíritu y en verdad y en la belleza de la santidad, será como la puerta del cielo. El grupo de creyentes puede ser pequeño, pero a la vista de Dios es muy precioso. Por la cuña de la verdad, han sido sacados como piedras brutas de la cantera del mundo, y han sido traídos al taller de Dios, para ser tallados y modelados. Pero aun en bruto son preciosos a la vista de Dios. El hacha, el martillo y el cincel de las pruebas están en las manos de un hábil Artífice, que no los emplea para destruir, sino para labrar la perfección de cada alma. Como, piedras preciosas, pulidas a semejanza de las de un palacio, Dios quiere que hallemos un lugar en el templo celestial.
Las cosas que Dios nos indica y concede son sin límites. El trono de la gracia es en sí mismo la atracción más elevada, porque está ocupado por uno que nos permite llamarle Padre. Pero Dios no consideró completo el principio de la salvación mientras estaba solamente investido de su amor. Por su propia voluntad, puso en su altar un Abogado revestido con nuestra naturaleza. Como intercesor nuestro, su obra consiste en presentarnos a Dios como sus hijos e hijas. Cristo intercede en favor de los que le han recibido. Les da poder, en virtud de sus propios méritos, para llegar a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su infinito amor por Cristo, quien pagó nuestro rescate con su sangre, recibiendo y dando la bienvenida a los amigos de Cristo como amigos suyos. Está satisfecho con la expiación 384 hecha. Ha sido glorificado por la encarnación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo.
Tan pronto como un hijo de Dios se acerca al propiciatorio, llega a ser cliente del gran Abogado. Cuando pronuncia su primera expresión de penitencia y súplica de perdón, Cristo acepta su caso y lo hace suyo, presentando la súplica ante su Padre como su propia súplica.
A medida que Cristo intercede en nuestro favor, el Padre abre los tesoros de su gracia para que nos los apropiemos, para que los disfrutemos y los comuniquemos a otros. "Pedid´en mi nombre -dice Cristo,- y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis.' Haced uso de mi nombre. Esto dará eficiencia a vuestras oraciones, y el Padre os dará las riquezas de su gracia; por lo tanto, ' pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.' "*
Dios desea que sus hijos obedientes se apropien su bendición, y se presenten delante de él con alabanza y agradecimiento. Dios es la fuente de la vida y el poder. El puede hacer del desierto un campo fructífero para el pueblo que guarda sus mandamientos, porque esto es para gloria de su nombre. El ha hecho para su pueblo escogido lo que debiera inspirar agradecimiento a todo corazón, y le agravia que se eleve tan poca alabanza. Desea tener una expresión más enérgica de parte de su pueblo, que demuestre que éste tiene motivos para estar gozoso y alegre.
El trato de Dios con su pueblo debe ser repetido con frecuencia. ¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hitos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para 385 conservarlos, a fin de que cuando los niños preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer "a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones."* El Señor ha obrado como un Dios realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta generación. Es necesario recordar con frecuencia a los hermanos jóvenes y ancianos, la historia pasada de la causa de Dios. Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle por sus obras admirables.
Aunque se nos exhorta a no dejar nuestras reuniones, esas asambleas no han de ser meramente para nuestro refrigerio. Debemos sentirnos inspirados con un celo mayor para impartir el consuelo que hemos recibido. Debemos ser muy celosos para la gloria de Dios, y no atraerle oprobio, ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras mal aconsejadas, como si los requerimiento de Dios restringieran nuestra libertad. Aun en este mundo de pesar, desengaño y pecado, el Señor desea que estemos alegres y fuertes en su fortaleza. Todo el ser tiene el privilegio de dar un testimonio decidido en todo respecto. Mediante nuestro semblante, genio, palabras, y carácter, debemos testificar que el servicio de Dios es bueno. Así proclamamos que "la ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma."*
El lado alegre y alentador de nuestra religión debe ser presentado por todos los que se consagran diariamente a Dios. No debemos deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que parecen gravosas. Todas las pruebas que se reciben como medios de educarnos producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y ennoblecedora, fragante de buenas palabras y obras. Agrada al enemigo que las almas 386 estén deprimidas, abatidas, llorosas y gemebundas; quiere que se hagan impresiones tales respecto de nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente no se rebaje a un nivel interior. Desea que cada alma triunfe con el poder custodio del Redentor. El salmista dice: "Dad a Jehová, oh hijos de fuertes, dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario." "Glorificarte he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse de mí. Jehová Dios mío, a ti clamó y me sanaste. . . . Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.*
La iglesia de Dios aquí en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de este mundo son continuadas en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono, raudales que alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando 387 los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas son suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo alto.
Entonces, mientras nos reunimos de sábado en sábado, cantemos alabanzas a Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. "Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre,"* rinda adoración el corazón. Sea el amor de Cristo el tema principal de lo que dice el predicador. Sea lo que se exprese con sencillo lenguaje en todo himno de alabanza. Dicte la inspiración del Espíritu de Dios nuestras oraciones. Mientras se pronuncie la palabra de vida, dé testimonio nuestra sentida respuesta de que liemos recibido el mensaje como mensaje del cielo. Esto es muy anticuado, lo sé, pero será una ofrenda de agradecimiento a Dios por el pan de vida dado al alma hambrienta. Esta respuesta a la inspiración del Espíritu Santo será una fuerza en nuestra propia alma, y un estímulo para otros. Dará cierta evidencia de hay en el edificio de Dios piedras vivas que emiten luz.
Mientras repasamos, no los capítulos obscuros de nuestra experiencia, sino las manifestaciones de la gran misericordia y del inagotable amor de Dios, alabaremos mucho más de lo que nos quejaremos. Hablaremos de la fidelidad amante de Dios, como del fiel, compasivo y tierno pastor de su rebaño, que ha declarado que nadie arrancará de sus manos a sus ovejas. El lenguaje del corazón no será una egoísta murmuración y queja. Las alabanzas, como raudales cristalinos, brotarán de los que creen verdaderamente en Dios. "Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida: y en la casa de Jehová moraré por largos días." "Hasme guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra."* 388
¿Por qué no elevar la voz de nuestros cánticos espirituales en nuestras peregrinaciones? ¿Por qué no volver a nuestra sencillez y fervor? La razón por la cual no estamos más gozosos consiste en que hemos perdido nuestro primer amor. Seamos, pues, celosos y arrepintámonos, no sea que nuestro candelero sea quitado de su lugar.
El templo de Dios está abierto en el cielo, y el umbral está inundado con la gloria de Dios, destinada a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Entonces tendremos visión espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro celestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asambleas de los santos. Las murmuraciones y quejas por pequeñas desilusiones y dificultades cesarán. Mientras apliquemos el colirio áureo, veremos las glorias venideras. La fe penetrará las densas sombras de Satanás, y veremos a nuestro Abogado ofreciendo el incienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando veamos esto tal cual es, como el Señor desea que lo veamos, estaremos llenos del sentimiento de la inmensidad y diversidad del amor de Dios.
Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los atributos del amor perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unirse en los más sublimes acentos de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono, y al Cordero para siempre jamás. 389