sábado, 6 de octubre de 2012

Cristo en Toda la Biblia - 57

EL PODER de Cristo, el Salvador crucificado para dar vida eterna, debe ser presentado al pueblo. Debemos demostrarle que el Antiguo Testamento es tan ciertamente el evangelio en sombras y figuras, como el Nuevo Testamento lo es en su poder desarrollado. El Nuevo Testamento no presenta una religión nueva; el Antiguo Testamento no presenta una religión que ha de ser superada por el Nuevo. El Nuevo Testamento es tan sólo el progreso y desarrollo del Antiguo. Abel creía en Cristo, y fue tan ciertamente salvado por su poder, como lo fueron Pedro y Pablo. Enoc fue representante de Cristo tan seguramente como el amado discípulo Juan. Enoc anduvo con Dios, y ya no fue hallado, porque Dios lo llevó consigo. A él fue confiado el mensaje de la segunda venida de Cristo. "De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor es venido con sus santos millares."* El mensaje predicado por Enoc, y su traslado al cielo, fueron un argumento convincente para todos los que vivían en su tiempo; fueron un argumento que Matusalén y Noé pudieron usar con poder para demostrar que los justos podían ser trasladados.
El Dios que anduvo con Enoc era nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Era la luz del mundo como lo es ahora. Los que vivían entonces no estuvieron sin maestros que los instruyesen en la senda de la vida; porque Noé y Enoc eran cristianos. El evangelio es dado en preceptos en Levítico. Se requiere ahora obediencia implícita como entonces. ¡Cuán esencial es que comprendamos la importancia de esta palabra!
Se hace la pregunta: ¿Cuál es la causa de la escasez que hay en la iglesia? La respuesta es: Permitimos que nuestras mentes sean apartadas de la Palabra. Si la Palabra de Dios fuese comida como 398 alimento del alma; si fuese tratada con respeto y deferencia, no habría necesidad de los muchos y repetidos Testimonios que se dan. Las simples declaraciones de las Escrituras serían recibidas y obedecidas.
Sus principios vivientes son como las hojas del árbol de la vida para la sanidad de las naciones.
La Palabra del Dios viviente no es solamente escrita, sino también hablada. La Biblia es la voz de Dios que nos habla, tan ciertamente como si pudiésemos oír con nuestros oídos. Si comprendiésemos esto, ¡con qué reverencia abriríamos la Palabra de Dios, y con qué fervor escudriñaríamos sus preceptos! La lectura y contemplación de las Escrituras serían consideradas una audiencia con el Infinito.
Cuando Satanás trata de hacer penetrar sus sugestiones en nuestra mente, podemos, si albergamos un "Así dice Jehová," ser atraídos al pabellón secreto del Altísimo.
Muchos no alcanzan a imitar a nuestro Dechado santo, porque estudian tan poco los rasgos definidos de su carácter. Hay muchos que están llenos de planes que los tienen atareados, siempre activos, y no tienen tiempo ni lugar para que el precioso Jesús sea su compañero amado e íntimo. No le refieren todo pensamiento y acción preguntando: "¿Es ése el camino del Señor?" Si lo hiciesen, andarían con Dios, como anduvo Enoc. 399

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