sábado, 6 de octubre de 2012

La Observancia del Sábado - 55

LA OBSERVANCIA del sábado entraña grandes bendiciones, y Dios desea que el sábado sea para nosotros un día de gozo. La institución del sábado fue hecha con gozo. Dios miró con satisfacción la obra de sus manos. Declaró que todo lo que había hecho era "bueno en gran manera."* El cielo y la tierra se llenaron de regocijo. "Las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios."* Aunque el pecado entró en el mundo para mancillar su obra perfecta, Dios sigue dándonos el sábado como testimonio de que un Ser omnipotente, infinito en bondad y misericordia, creó todas las cosas. Nuestro Padre celestial desea, por medio de la observancia del sábado, conservar entre los hombres el conocimiento de sí mismo. Desea que el sábado dirija nuestra mente a él como el verdadero Dios viviente, y que por conocerle tengamos vida y paz.
Cuando el Señor libertó a su pueblo Israel de Egipto y le confió su ley, le enseñó que por la observancia del sábado había de distinguirse de los idólatras. Este había de hacer distinción entre los que reconocían la soberanía de Dios; y los que se negaban a aceptarlo como su Creador y Rey. "Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel," dijo el Señor. "Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel: celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo."*
Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que éste honra su ley. Distingue entre los, súbditos leales y los transgresores. 370
Desde la columna de nube, Cristo declaró acerca del sábado: "Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico."* El sábado dado al mundo como señal de Dios como Creador, es también la señal de que él es el Santificador. El poder que creó todas las cosas es el poder que vuelve a crear el alma a su propia semejanza. Para los que santifican el sábado, es una señal de santificación. La verdadera santificación es armonía con Dios, unidad con él en carácter. Se recibe por la obediencia a aquellos principios que son el trasunto de su carácter. Y el sábado es la señal de obediencia. El que obedece de corazón al cuarto mandamiento, obedecerá toda la ley. Queda santificado por la obediencia.
A nosotros, como a Israel, nos es dado el sábado "por pacto perpetuo." Para los que reverencian el santo día, el sábado es una señal, de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá para ellos su pacto. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios, se coloca bajo el pacto divino y eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa.
De los diez, sólo el cuarto mandamiento contiene el sello del gran Legislador, el Creador del cielo y de la tierra. Los que obedecen este mandamiento toman sobre sí su nombre, y todas las bendiciones que entraña son suyas. "Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde: haga resplandecer Jehová su rostro sobre ti, y haya de ti misericordia: Jehová alce a ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré."*371
Por medio de Moisés fue dada también la promesa: "Confirmarte ha Jehová por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieras en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado sobre ti. . . . Y te pondrá Jehová por cabeza y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieres a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas."*
El salmista, hablando por el Espíritu Santo, dice: "Venid, celebremos alegremente a Jehová: cantemos con júbilo a la roca de nuestra salud.... Porque Jehová es Dios grande; y Rey grande sobre todos los dioses. Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suya también la mar, pues él la hizo; y sus manos formaron la seca. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor. Porque él es nuestro Dios." "El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado."*
Estas promesas dadas a Israel son también para el pueblo de Dios hoy. Son los mensajes que el sábado nos trae.
LA REFORMA EN LA OBSERVANCIA DEL SÁBADO
El sábado es un broche de oro que une a Dios y su pueblo. Pero el mandamiento del sábado ha sido violado. El día santo de Dios ha sido profanado. El sábado ha sido sacado de su lugar por el hombre de pecado, y se ha ensalzado en su lugar un día de trabajo común. Se ha hecho una brecha en la ley, y esta brecha ha de ser reparada. El verdadero sábado ha de ser ensalzado a su debida posición como día de reposo de Dios. En el capítulo 58 de Isaías, se bosqueja la obra que el pueblo de Dios ha de hacer. Ha de 372 ensalzar la ley, y hacerla honorable, edificar en los antiguos desiertos, y levantar los fundamentos de muchas generaciones. A los que hagan esta obra, Dios dice: "Serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeras del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus palabras: entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre: porque la boca de Jehová lo ha hablado. "*
La cuestión del sábado ha de ser el punto culminante del gran conflicto final en el cual todo el mundo tomará parte. Los hombres han honrado los principios de Satanás por encima de los principios que rigen los cielos. Han aceptado el falso día de descanso que Satanás ha exaltado como señal de su autoridad. Pero Dios ha puesto su sello sobre su requerimiento real. Ambos días de reposo llevan el nombre de su autor, una marca imborrable que demuestra la autoridad de cada uno. Es nuestra obra inducir a la gente a comprender esto. Debemos mostrarle que es de consecuencia vital el llevar la marca del reino de Dios o la marca del reino de la rebelión, porque ellos se reconocen súbditos del reino cuya marca llevan. Dios nos ha llamado a enarbolar el estandarte de su sábado pisoteado. ¡Cuán importante es, pues, que nuestro ejemplo sea correcto en la observancia del sábado!
Al establecer nuevas iglesias, los ministros deben dar instrucción cuidadosa en cuanto a la debida observancia del sábado. Debemos cuidarnos, no sea que las prácticas flojas que prevalecen entre los observadores del domingo sean seguidas por aquellos que profesan observar el santo día de reposo de Dios. La línea de demarcación ha de ser hecha clara y distinta entre 373 los que llevan la marca del reino de Dios y los que llevan la señal del reino de la rebelión.
El sábado tiene un carácter mucho más sagrado que el que le atribuyen muchos de los que profesan observarlo. El Señor ha sido grandemente deshonrado por aquellos que no han guardado el sábado de acuerdo con el mandamiento, en la letra y en el espíritu. El pide una reforma en la observancia del sábado.
LA PREPARACIÓN PARA EL SÁBADO
Al mismo principio del cuarto mandamiento, el Señor dijo: "Acordarte has." El sabía que en medio de la multitud de cuidados y perplejidades, el hombre se vería tentado a excusarse de satisfacer todo lo requerido por la ley, o se olvidaría de su importancia sagrada. Por lo tanto dijo: "Acordarte has del día del reposo, para santificarlo."*
Durante toda la semana, debemos recordar el sábado, y hacer preparativos para guardarlo según el mandamiento. No sólo debemos observar el sábado como asunto legal. Debemos comprender su importancia espiritual sobre todas las acciones de nuestra vida. Todos los que consideran el sábado como una señal entre ellos y Dios, que demuestran que Dios es el que los santifica, representarán los principios de su gobierno. Pondrán diariamente en práctica las leyes de su reino. Diariamente rogarán que la santificación del sábado descanse sobre ellos. Cada día tendrán el compañerismo de Cristo, y ejemplificarán la perfección de su carácter. Cada día resplandecerá su luz para otros en buenas obras.
En todo lo que pertenece al éxito de la obra de Dios, las primeras victorias han de ser ganadas en el hogar. Aquí debe empezar la preparación para el sábado. Recuerden los padres durante toda la semana que su hogar ha de ser una escuela en la cual sus hijos se prepararán para los atrios celestiales. Sean correctas sus 374 palabras. No escapen de sus labios palabras que no debieran oír sus hijos. Mantengan su espíritu libre de irritación. Padres, vivid durante la semana como a la vista de un Dios santo, que os ha dado hijos a fin de que los preparéis para él. Educad para él la pequeña iglesia que hay en vuestro hogar, a fin de que el sábado todos puedan estar preparados para adorar en el santuario del Señor. Presentad cada mañana y noche vuestros hijos a Dios como su herencia comprada con sangre. Enseñadles que es su más alto deber y privilegio amar y servir a Dios.
Los padres deben ser escrupulosos en cuanto a hacer del culto de Dios una lección objetiva para sus hijos. Los pasajes de la Escritura deben estar con más frecuencia en sus labios, especialmente aquellos pasajes que preparan el corazón para el servicio religioso. Bien podrían repetirse con frecuencia las preciosas palabras: "Alma mía, en Dios solamente reposa; porque de él es mi esperanza."*
Cuando el sábado es así recordado, no se permitirá que lo temporal usurpe lo que pertenece a lo espiritual. Ningún deber que pertenece a los seis días hábiles será dejado para el sábado. Durante la semana nuestras energías no serán agotadas de tal manera en el trabajo temporal que, en el día en que el Señor descansó y fue refrigerado, estemos demasiado cansados para dedicarnos a su servicio.
Aunque los preparativos para el sábado han de hacerse durante toda la semana, el viernes es un día especial de preparación. Por medio de Moisés, el Señor dijo a los hijos de Israel: "Mañana es el santo sábado, el reposo de Jehová: lo que hubiereis de cocer, cocedlo hoy, y lo que hubiereis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana." "Derramábase el pueblo, y recogían [el maná,] y molían en molinos, o majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían de él tortas."* Había algo que 375 hacer para preparar el pan enviado por el cielo a los hijos de Israel. El Señor les dijo que esta obra debía hacerse en viernes, día de preparación. Esto era una prueba para ellos. Dios deseaba ver si querían santificar el sábado o no.
Estas indicaciones de los labios de Jehová son para nuestra instrucción. La Biblia es una guía perfecta, y si se estudian sus páginas con oración y corazón dispuesto a comprender, nadie necesita errar acerca de esta cuestión.
Muchos necesitan instrucción en cuanto a como deben presentarse en la asamblea para adorar en sábado. No han de entrar en la presencia de Dios con las ropas que llenas comúnmente durante la semana. Todos deben tener un traje especial para el sábado, que lleven cuando asistan al culto en la casa de Dios. Aunque no debemos conformarnos a las modas mundanales, no debemos permanecer indiferentes acerca de nuestra apariencia exterior. Debemos ser aseados y estar bien arreglados, aunque sin adornos. Los hijos de Dios deben ser puros en su interior y exterior.
Termínense el viernes los preparativos para el sábado. Cuidad de que toda la ropa esté lista, y que se haya cocinado todo lo que debe cocinarse. Estén lustrados los zapatos y los baños tomados. Es posible hacer esto. Si lo establecéis como regla, podéis hacerlo. El sábado no ha de destinarse a reparar ropas, o cocinar alimentos, a los placeres, o a ningún otro empleo mundanal. Antes de que se ponga el sol, debe ponerse a un lado todo trabajo secular, y todos los periódicos de ese carácter deben ser puestos fuera de la vista. Padres, explicad a vuestros hijos lo que hacéis, y os proponéis, y dejadlos participar en vuestra preparación para guardar el sábado según el mandamiento.
Debemos cuidar celosamente las extremidades del sábado. Recordemos que cada momento es tiempo santo y consagrado. Cuando quiera que sea posible, 376 los patrones deben dejar en libertad a sus obreros desde el viernes al medio día hasta el principio del sábado. Dadles tiempo para la preparación, a fin de que puedan dar la bienvenida al día del Señor con quietud mental. Una conducta tal no os infligirá pérdidas, ni aun en las cosas temporales.
Hay otra obra que debe recibir atención en el día de preparación. En ese día deben ponerse a un lado todas la divergencias entre hermanos, ora sea en la familia o en la iglesia. Expúlsese del alma toda amargura, ira y malicia. Con espíritu humilde "confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos."*
Antes de que empiece el sábado, tanto la mente como el cuerpo deben retraerse de los negocios mundanales. Dios puso el sábado al fin de los seis de trabajo, para que los hombres se detengan y consideren lo que han ganado en la semana en su preparación para el reino puro que no admitirá transgresor. Debemos hacer cada sábado un examen de nuestras almas para ver si la semana que ha terminado trajo ganancia o pérdida espiritual.
Significa la salvación eterna el santificar el sábado para el Señor. Dios dice: "Yo honraré a los que me honran. "*
EL SÁBADO EN EL HOGAR
Antes de la puesta del sol, congréguense los miembros de la familia para leer la Palabra de Dios, y para cantar y orar. Se necesita una reforma en esto, porque muchos han sido remisos. Necesitamos confesarnos a Dios unos a otros. Debemos empezar de nuevo a hacer arreglos especiales para que cada miembro de la familia sea preparado para honrar el día que Dios ha bendecido y santificado.
No se malgasten en cama las preciosas horas del sábado. El sábado de mañana, la familia debe levantarse 377 temprano. Si se levantan tarde, hay confusión y apresuramiento en los preparativos para el desayuno y la escuela sabática. Hay apresuramiento, fricción e impaciencia. Así entran en el hogar sentimientos profanos. El sábado, así profanado, produce cansancio, y en vez de amarse su venida se la teme.
No debemos proveer para el sábado una cantidad o variedad mayor de alimentos que para los otros días. En vez de esto, los alimentos deben ser más sencillos, y debe comerse menos, a fin de que la mente esté clara y vigorosa para comprender las cosas espirituales. El comer demasiado anubla la mente. Se pueden oír las palabras más preciosas sin apreciarlas, debido a que la mente está turbada por un régimen impropio. Comiendo demasiado el sábado, muchos han deshonrado a Dios más de lo que piensan.
Aunque debe evitarse el cocinar en sábado, no es necesario comer alimentos fríos. En tiempo frío, caliéntese el alimento preparado el día antes. Y sean las comidas, aunque sencillas, atrayentes y sabrosas. Provéase algo que sea considerado como un plato especial, algo que la familia no tiene cada día.
Tomen parte los niños en el culto de familia. Traigan todos sus Biblias, y lea cada uno de ellos uno o dos versículos. Luego cántese algún himno familiar, seguido de oración. Para ésta, Cristo ha dejado un modelo. El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido simplemente como una fórmula, sino que es una ilustración de lo que deben ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes. En una simple petición, decid al Señor vuestras necesidades, y expresar gratitud por su misericordia. Así invitáis a Jesús como vuestro huésped bienvenido en el hogar y el corazón. En la familia, las largas oraciones acerca de objetos remotos, no están en su lugar. Hacen cansadora la hora de la oración, cuando debiera ser considerada como un privilegio y una bendición. Haced de este momento un momento de interés y gozo. 378
La escuela sabática y la reunión del culto ocupan sólo una parte del sábado. La parte que queda para la familia puede ser hecha la más sagrada y preciosa de todas las horas del sábado. Mucho de este tiempo deben pasarlo los padres con sus hijos. En muchas familias los niños menores son dejados a sí mismos, para que hallen diversión lo mejor que puedan. Dejados solos, los niños se vuelven pronto inquietos, y empiezan a jugar y se dedican a hacer perjuicio. Así el sábado no tiene para ellos significado sagrados. En el tiempo agradable, paseen los padres con sus hijos por los campos y huertos. En medio de las cosas hermosas de la naturaleza, háblenles de la razón de la institución del sábado. Descríbanles la gran obra creadora de Dios. Díganles que cuando la tierra salió de su mano era santa y hermosa. Cada flor, cada arbusto, cada árbol, respondía al propósito de su creador. Todo aquello sobre lo cual el ojo descansaba era hermoso, y llenaba la mente de pensamientos sobre el amor de Dios. Todo sonido era música en armonía, con la voz de Dios. Mostradles que fue el pecado lo que mancilló la obra perfecta de Dios; que las espinas y los cardos, la tristeza y el pesar la muerte, son todos resultados de la desobediencia a Dios. Invitadlos a ver cómo la tierra, aunque mancillada por la maldición del pecado, sigue revelando la bondad de Dios. Los campos verdes, los altos árboles, la alegre luz del sol, las nubes, el rocío, la quietud solemne de la noche, la gloria del cielo estrellado, y la luna en su belleza, todo da testimonio del Creador. No cae una gota de lluvia, ni se derrama un rayo de sol sobre nuestro mundo desagradecido, que no testifique de la tolerancia y del amor de Dios.
Habladles del camino de la salvación; de cómo "amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."* Repítase la dulce historia 379 de Belén. Preséntese a Jesús a los niños, como niño obediente a sus padres, como joven fiel y laborioso, que ayudaba a sostener la familia. Así podéis enseñarles que el Salvador conoce las pruebas, perplejidades y tentaciones, las esperanzas y los goces de los jóvenes, y que puede simpatizar con ellos y ayudarles. De vez en cuando, leedles las interesantes historias de la Biblia. Interrogadles acerca de lo que han aprendido en la escuela sabática, y estudiad con ellos la lección del próximo sábado.
Al bajar el sol, señalen la voz de la oración y el himno de alabanza el fin de las horas sagradas, e invitad a Dios a acompañamos con su presencia en los cuidados de la semana de trabajos.
Así los padres pueden hacer del sábado el día más gozoso de la semana. Pueden inducir a sus hijos a considerarlo como una delicia, el día de todos los días, santo de Jehová, honorable.
Os aconsejo, hermanos y hermanas: "Acordarte has del día del reposo, para santificarlo." Si queréis que vuestros hijos observen el sábado según el mandamiento, debéis enseñarles tanto por los preceptos como por el ejemplo. Nunca se borra completamente la verdad grabada profundamente en el corazón. Puede obscurecerse, pero nunca obliterarse. Las impresiones hechas en la primera parte de la vida se verán en los años ulteriores. Pueden ocurrir circunstancias que separen a los hijos de los padres y de su hogar, pero mientras vivan, la instrucción dada en la infancia y la juventud será una bendición.
EL VIAJAR EN SÁBADO
Si deseamos la bendición prometida a los obedientes, debemos observar el sábado más estrictamente. Temo que con frecuencia hablamos en este día viajes que podrían evitarse. En armonía con la luz que el Señor me ha dado acerca de la observancia del sábado, debemos ser más cuidadosos en cuanto a viajar en 380 los barcos o coches en ese día. En este asunto, debemos presentar un debido ejemplo a nuestros niños y jóvenes. A fin de alcanzar las iglesias que necesitan nuestra ayuda, y darles el mensaje que Dios desea que oigan, puede sernos necesario viajar en sábado; pero en cuanto nos sea posible debemos conseguir nuestros pasajes y hacer todos los arreglos necesarios en algún otro día. Cuando emprendemos un viaje, debemos hacer todo esfuerzo posible para evitar llegar a nuestro destino en sábado.
Cuando estamos obligados a viajar en sábado, debemos tratar de evitar la compañía de aquellos que apartarían nuestra atención a los asuntos mundanales. Debemos mantener nuestra atención fija en Dios, y guardarnos en comunión con él. Cuando quiera que se presente la oportunidad, debemos hablar a otros acerca de la verdad. Debemos estar siempre listos para aliviar los sufrimientos, y ayudar a los que están en necesidad. En tales casos, Dios desea que el conocimiento y la sabiduría que nos ha dado sean aprovechados. Pero no debemos hablar de asuntos de negocio, ni dedicarnos a ninguna conversación común y mundanal. En todo tiempo y lugar, Dios requiere que demostremos nuestra lealtad a él honrando el sábado.
LAS REUNIONES EN SÁBADO.
Cristo dijo: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos."* Donde quiera que haya siquiera dos o tres creyentes, reúnanse en sábado para pedir al Señor el cumplimiento de su promesa.
Los pequeños grupos reunidos para adorar a Dios en su santo día, tienen derecho a pedir la rica bendición de Jehová. Deben creer que el Señor Jesús es un huésped honrado en sus asambleas. Cada verdadero adorador que santifica el sábado debe aferrarse a la promesa: "Para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico."* 381
Generalmente la predicación en nuestras reuniones del sábado debe ser corta. Debe darse a los que aman a Dios oportunidad de expresar su gratitud y adoración.
Cuando no hay predicador en la iglesia, alguno debe ser nombrado director de la reunión. Pero no es necesario que predique un sermón u ocupe gran parte del culto. Un estudio corto e interesante de la Biblia será con frecuencia de mayor beneficio que un sermón. Esto puede ir seguido de una reunión de oración y testimonio.
Los que ocupan algún puesto como dirigentes de la iglesia no deben agotar sus fuerzas físicas y mentales durante la semana de manera que el sábado no puedan traer la influencia vivificadora del evangelio de Cristo a la reunión. Haced menos trabajos temporales cada día, pero no robéis a Dios dándole, en sábado, un servicio que no puede aceptar. No debéis ser hombres sin vida espiritual. Los hermanos necesitan vuestra ayuda en sábado. Dadles alimento de la Palabra. Traed vuestros dones más selectos a Dios en su santo día. Sea la preciosa vida del alma dada a él en servicio sagrado.
Nadie venga al lugar de culto para dormir. Esto no debiera verse en la casa de Dios. No os dormís cuando estáis empeñados en vuestros quehaceres temporales, porque tenéis interés en vuestro trabajo. ¿Y permitiremos que el servicio que entraña intereses eternos sea puesto en un nivel inferior al de los asuntos temporales de la vida?
Cuando lo hacemos, perdemos la bendición que el Señor quiere que tengamos. El sábado no ha de ser un día de ociosidad inútil. Tanto en el hogar como en la iglesia, debe manifestarse un espíritu de servicio. El que nos dio seis días para nuestro trabajo temporal, bendijo y santificó el séptimo día y lo puso aparte para sí. En este día bendecirá de una manera especial a todos los que se consagran a su servicio. 382
Todo el cielo está observando el sábado, pero no de una manera desatenta y ociosa. En ese día, cada energía del alma debe despertarse; porque ¿no hemos de encontrarnos con Dios y con Cristo nuestro Salvador? Podemos contemplarlo por la fe. El anhela refrescar y bendecir toda alma.
Cada uno debe sentir que tiene una parte que desempeñar para hacer interesantes las reuniones del sábado. No hemos de reunirnos simplemente por formalismo, sino para intercambiar los pensamientos, para relatar nuestra experiencia diaria, para expresar agradecimiento, para manifestar nuestro sincero deseo de ser iluminados divinamente, para que conozcamos a Dios y a Jesucristo al cual él envió. El platicar juntos acerca de Cristo fortalecerá el alma para las pruebas y conflictos de la vida. Nunca pensemos que podemos ser cristianos y, sin embargo, encerrarnos dentro de nosotros mismos. Cada uno es una parte de la gran trama de la humanidad, y la experiencia de cada uno quedará grandemente determinada por la experiencia de sus asociados.
No obtenemos la centésima parte de la bendición que podríamos obtener del hecho de congregarnos para adorar a Dios. Nuestras facultades perceptivas necesitan ser aguzadas. La comunión de unos con otros debe alegrarnos. Con tal esperanza como la que tenemos, ¿por qué no arde nuestro corazón con el amor de Dios?
Debemos llevar a toda reunión religiosa un vivificado sentimiento espiritual de que Dios y sus ángeles están allí, cooperando con todos los verdaderos adoradores. Al entrar en el lugar de culto, pidamos a Dios que quite todo mal de nuestro corazón. Traigamos a su casa solamente lo que él puede bendecir. Arrodillémonos delante de Dios en su templo, y consagrémosle lo suyo, que ha comprado con la sangre de Cristo. Oremos por el predicador o el que dirige la reunión. Roguemos que una gran bendición venga por 383 medio de aquel que ha de presentar la palabra de Dios. Esforcémonos con fervor por obtener una bendición para nosotros mismos.
Dios bendecirá a todos los que así se preparen para su servicio. Ellos comprenderán lo que significa tener la seguridad del Espíritu porque han recibido a Cristo por la fe.
El lugar de culto puede ser muy humilde, pero no por eso es menos reconocido por Dios. A los que adoran a Dios en espíritu y en verdad y en la belleza de la santidad, será como la puerta del cielo. El grupo de creyentes puede ser pequeño, pero a la vista de Dios es muy precioso. Por la cuña de la verdad, han sido sacados como piedras brutas de la cantera del mundo, y han sido traídos al taller de Dios, para ser tallados y modelados. Pero aun en bruto son preciosos a la vista de Dios. El hacha, el martillo y el cincel de las pruebas están en las manos de un hábil Artífice, que no los emplea para destruir, sino para labrar la perfección de cada alma. Como, piedras preciosas, pulidas a semejanza de las de un palacio, Dios quiere que hallemos un lugar en el templo celestial.
Las cosas que Dios nos indica y concede son sin límites. El trono de la gracia es en sí mismo la atracción más elevada, porque está ocupado por uno que nos permite llamarle Padre. Pero Dios no consideró completo el principio de la salvación mientras estaba solamente investido de su amor. Por su propia voluntad, puso en su altar un Abogado revestido con nuestra naturaleza. Como intercesor nuestro, su obra consiste en presentarnos a Dios como sus hijos e hijas. Cristo intercede en favor de los que le han recibido. Les da poder, en virtud de sus propios méritos, para llegar a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su infinito amor por Cristo, quien pagó nuestro rescate con su sangre, recibiendo y dando la bienvenida a los amigos de Cristo como amigos suyos. Está satisfecho con la expiación 384 hecha. Ha sido glorificado por la encarnación, la vida, la muerte y la mediación de su Hijo.
Tan pronto como un hijo de Dios se acerca al propiciatorio, llega a ser cliente del gran Abogado. Cuando pronuncia su primera expresión de penitencia y súplica de perdón, Cristo acepta su caso y lo hace suyo, presentando la súplica ante su Padre como su propia súplica.
A medida que Cristo intercede en nuestro favor, el Padre abre los tesoros de su gracia para que nos los apropiemos, para que los disfrutemos y los comuniquemos a otros. "Pedid´en mi nombre -dice Cristo,- y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis.' Haced uso de mi nombre. Esto dará eficiencia a vuestras oraciones, y el Padre os dará las riquezas de su gracia; por lo tanto, ' pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.' "*
Dios desea que sus hijos obedientes se apropien su bendición, y se presenten delante de él con alabanza y agradecimiento. Dios es la fuente de la vida y el poder. El puede hacer del desierto un campo fructífero para el pueblo que guarda sus mandamientos, porque esto es para gloria de su nombre. El ha hecho para su pueblo escogido lo que debiera inspirar agradecimiento a todo corazón, y le agravia que se eleve tan poca alabanza. Desea tener una expresión más enérgica de parte de su pueblo, que demuestre que éste tiene motivos para estar gozoso y alegre.
El trato de Dios con su pueblo debe ser repetido con frecuencia. ¡Cuán a menudo levantó el Señor, en su trato con el antiguo Israel, los hitos del camino! A fin de que no olvidasen la historia pasada, ordenó a Moisés que inmortalizase esos acontecimientos en cantos, a fin de que los padres pudiesen enseñárselos a sus hijos. Habían de levantar monumentos recordativos bien a la vista. Debían esmerarse para 385 conservarlos, a fin de que cuando los niños preguntasen acerca de esas cosas, les pudiesen repetir toda la historia. Así eran recordados el trato providencial y la señalada bondad y misericordia de Dios en su cuidado y liberación de su pueblo. Se nos exhorta a traer "a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones."* El Señor ha obrado como un Dios realizador de prodigios en favor de su pueblo en esta generación. Es necesario recordar con frecuencia a los hermanos jóvenes y ancianos, la historia pasada de la causa de Dios. Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle por sus obras admirables.
Aunque se nos exhorta a no dejar nuestras reuniones, esas asambleas no han de ser meramente para nuestro refrigerio. Debemos sentirnos inspirados con un celo mayor para impartir el consuelo que hemos recibido. Debemos ser muy celosos para la gloria de Dios, y no atraerle oprobio, ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras mal aconsejadas, como si los requerimiento de Dios restringieran nuestra libertad. Aun en este mundo de pesar, desengaño y pecado, el Señor desea que estemos alegres y fuertes en su fortaleza. Todo el ser tiene el privilegio de dar un testimonio decidido en todo respecto. Mediante nuestro semblante, genio, palabras, y carácter, debemos testificar que el servicio de Dios es bueno. Así proclamamos que "la ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma."*
El lado alegre y alentador de nuestra religión debe ser presentado por todos los que se consagran diariamente a Dios. No debemos deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que parecen gravosas. Todas las pruebas que se reciben como medios de educarnos producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y ennoblecedora, fragante de buenas palabras y obras. Agrada al enemigo que las almas 386 estén deprimidas, abatidas, llorosas y gemebundas; quiere que se hagan impresiones tales respecto de nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente no se rebaje a un nivel interior. Desea que cada alma triunfe con el poder custodio del Redentor. El salmista dice: "Dad a Jehová, oh hijos de fuertes, dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario." "Glorificarte he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse de mí. Jehová Dios mío, a ti clamó y me sanaste. . . . Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.*
La iglesia de Dios aquí en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de este mundo son continuadas en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono, raudales que alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca está el cielo de la tierra! Cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando 387 los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas son suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo alto.
Entonces, mientras nos reunimos de sábado en sábado, cantemos alabanzas a Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. "Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre,"* rinda adoración el corazón. Sea el amor de Cristo el tema principal de lo que dice el predicador. Sea lo que se exprese con sencillo lenguaje en todo himno de alabanza. Dicte la inspiración del Espíritu de Dios nuestras oraciones. Mientras se pronuncie la palabra de vida, dé testimonio nuestra sentida respuesta de que liemos recibido el mensaje como mensaje del cielo. Esto es muy anticuado, lo sé, pero será una ofrenda de agradecimiento a Dios por el pan de vida dado al alma hambrienta. Esta respuesta a la inspiración del Espíritu Santo será una fuerza en nuestra propia alma, y un estímulo para otros. Dará cierta evidencia de hay en el edificio de Dios piedras vivas que emiten luz.
Mientras repasamos, no los capítulos obscuros de nuestra experiencia, sino las manifestaciones de la gran misericordia y del inagotable amor de Dios, alabaremos mucho más de lo que nos quejaremos. Hablaremos de la fidelidad amante de Dios, como del fiel, compasivo y tierno pastor de su rebaño, que ha declarado que nadie arrancará de sus manos a sus ovejas. El lenguaje del corazón no será una egoísta murmuración y queja. Las alabanzas, como raudales cristalinos, brotarán de los que creen verdaderamente en Dios. "Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida: y en la casa de Jehová moraré por largos días." "Hasme guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra."* 388
¿Por qué no elevar la voz de nuestros cánticos espirituales en nuestras peregrinaciones? ¿Por qué no volver a nuestra sencillez y fervor? La razón por la cual no estamos más gozosos consiste en que hemos perdido nuestro primer amor. Seamos, pues, celosos y arrepintámonos, no sea que nuestro candelero sea quitado de su lugar.
El templo de Dios está abierto en el cielo, y el umbral está inundado con la gloria de Dios, destinada a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Entonces tendremos visión espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro celestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asambleas de los santos. Las murmuraciones y quejas por pequeñas desilusiones y dificultades cesarán. Mientras apliquemos el colirio áureo, veremos las glorias venideras. La fe penetrará las densas sombras de Satanás, y veremos a nuestro Abogado ofreciendo el incienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando veamos esto tal cual es, como el Señor desea que lo veamos, estaremos llenos del sentimiento de la inmensidad y diversidad del amor de Dios.
Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los atributos del amor perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unirse en los más sublimes acentos de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono, y al Cordero para siempre jamás. 389

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