sábado, 6 de octubre de 2012

La Presencia de Dios es Real - 32

ESTIMADO hermano Q: Me es grato que Vd. esté hoy en . . . , y si Vd. cumple con su cometido, será el hombre debido en el lugar debido. Mantenga el yo fuera de la vista; no lo deje penetrar para echar a perder la obra, aunque eso sería natural. Ande humildemente con Dios. Trabajemos por el Maestro con energía desinteresada, manteniendo delante de nosotros un sentido de la constante presencia de Dios. Pensemos en Moisés, en la paciencia y longanimidad que caracterizaba su vida. Pablo, en su epístola a los hebreos, dice: "Porque se sostuvo como viendo al Invisible."* El carácter que Pablo atribuía así a Moisés no significa simplemente la resistencia pasiva al mal, sino la perseverancia en lo bueno. El tuvo al Señor siempre delante de sí, y el Señor estaba siempre a su diestra para ayudarle.
Moisés tenía un profundo sentimiento de la presencia personal de Dios. No miraba solamente a través de los siglos esperando que Cristo se manifestase en la carne, sino que veía a Cristo de una manera especial acompañando a los hijos de Israel en todos sus viajes. Dios era real para él, siempre presente en sus pensamientos. Cuando se le comprendía erróneamente, cuando estaba llamado a arrostrar peligros y soportar insultos por amor de Cristo, los sufría sin represalias. Moisés creía en Dios, como en Aquel a quien necesitaba, y quien le ayudaría por causa de su necesidad. Dios era para él un auxilio presente.
Mucha de la fe que vemos es meramente nominal; escasea la fe verdadera, confiada y perseverante. Moisés realizó en su propia experiencia la promesa de que Dios será galardonador de aquellos que le buscan diligentemente. Tenía respeto por la recompensa del galardón. Aquí hay otro punto de la fe que deseamos estudiar. Dios recompensará al hombre de fe y obediencia. 211
Si esta fe penetra en la experiencia de la vida, habilitará a cada uno de los que temen y aman a Dios para soportar pruebas, Moisés estaba lleno de confianza en Dios, porque tenía una fe que se apropiaba sus promesas. Necesitaba ayuda, y oraba por ella, y se aferraba a ella por la fe, y entretejía en su experiencia la creencia de que Dios le cuidaba. Creía que Dios regía su vida en particular. Veía y reconocía a Dios en todo detalle de su vida, y sentía que estaba bajo el ojo del que lo ve todo, que pesa los motivos y prueba el corazón. Miraba a Dios, y confiaba que él le daría fuerza que lo llevase sin corrupción a través de toda tentación. Sabía que le había sido asignada una obra especial, y deseaba, en cuanto fuese posible, cumplir cabalmente esa obra. Pero sabía que no podía hacerlo sin ayuda divina; porque tenía que tratar con un pueblo perverso. La presencia de Dios bastaba para hacerle atravesar las situaciones más penosas en las cuales un hombre pudiera ser colocado.
Moisés no pensaba simplemente en Dios; le veía. Dios era la constante visión que había delante de él; nunca perdía de vista su rostro. Veía a Jesús como su Salvador, y creía que los méritos del Salvador le serían imputados. Esta fe no era para Moisés una suposición; era una realidad. Esa es la clase de fe que necesitamos: la fe que soportará la prueba. ¡Oh cuántas veces cedemos a la tentación porque no mantenemos nuestros ojos sobre Jesús! Nuestra fe no es continua, porque, por la complacencia propia pecamos, y luego no podemos mantenernos "como viendo al Invisible." Hermano mío, haga de Cristo su compañero diario, de cada hora, y no se quejará de no tener fe. Contemple a Cristo. Mire su carácter. Hable de él. Cuanto menos ensalce el yo, tanto más verá qué ensalzar en Jesús. Dios tiene una obra para Vd. Mantenga al Señor siempre delante de sí. Hermano y hermana Q. . . : elevaos siempre más para tener visiones más claras del carácter de Cristo. Cuando Moisés oró: 212 "Ruégote que me muestres tu gloria," el Señor, no lo reprendió, sino que le concedió su oración. Dios declaró a su siervo: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti."* Nos mantenemos separados de Dios, y esta es la razón por la cual no vemos la revelación de su poder.
La meditación abstracta no es suficiente; la acción activa no es suficiente; ambas son esenciales para la formación del carácter cristiano. La fuerza adquirida en la oración secreta ferviente nos prepara para resistir las seducciones de la sociedad. Y, sin embargo, no hemos de excluirnos del mundo, porque nuestra experiencia cristiana debe ser la luz del mundo. La sociedad de los incrédulos no nos perjudicará si tratamos con ellos con el propósito de relacionarlos con Dios, y si somos bastante fuertes espiritualmente para resistir su influencia.
Cristo vino al mundo para salvarlo, para relacionar al hombre caído con el Dios Infinito. Los que siguen a Cristo han de ser conductos de luz. Manteniendo la comunión con Dios, han de transmitir a los que están en tinieblas y error, las selectas bendiciones que reciben del cielo. Enoc no se contaminó por las iniquidades que existían en su tiempo; ¿por qué necesitaríamos contaminarnos nosotros en nuestro tiempo? Pero podemos, como nuestro Maestro, tener compasión de la humanidad doliente. . . .
Los que son cristianos de veras, tratarán de beneficiar a otros, y al mismo tiempo ordenarán su conversación y conducta de manera que mantengan una paz y calma santificadas. La Palabra de Dios requiere que seamos como nuestro Salvador, llevemos su imagen, imitemos su ejemplo, y vivamos su vida.-"Testimonies for the Church," tomo .5, p. 113. 213

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