sábado, 6 de octubre de 2012

Las Actividades Misioneras - 58

UNA AMONESTACIÓN A LA IGLESIA DE EFESO
EL TESTIGO fiel se dirige a la iglesia de Efeso diciendo: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."*
Al principio, lo que distinguía a la iglesia de Efeso era la sencillez y el fervor de un niño. Manifestaba un amor sentido, vivo y ferviente por Cristo. Los creyentes se regocijaban en el amor de Dios, porque Cristo estaba continuamente presente en su corazón. La alabanza de Dios estaba sobre sus labios, y su actitud de agradecimiento estaba de acuerdo con el agradecimiento de la familia celestial.
El mundo conocía que habían estado con Jesús. Los hombres pecaminosos, arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados, eran puestos en sociedad con Dios por medio de su Hijo. Los creyentes trataban fervientemente de recibir y obedecer toda palabra de Dios. Llenos de amor por su Redentor, buscaban como su más alto objeto ganar almas para Cristo. No pensaban guardar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación, y abrumados por el mensaje: Paz en la tierra, buena voluntad para con los hombres, ardían con el deseo de proclamar las buenas nuevas hasta los confines más remotos de la tierra.
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor por Cristo era la cadena de oro que los vinculaba entre sí. Continuaban conociendo al Señor siempre más perfectamente, y revelaban alegría, consuelo y paz en su vida. Visitaban a los huérfanos y las viudas en sus aflicciones, y se mantenían 400 sin mancha del mundo. Consideraban que el dejar de hacerlo habría sido contradecir su profesión y negar a su Redentor.
En toda ciudad, se llevaba adelante la obra. Se convertían almas, que a su vez sentían que debían comunicar el inestimable tesoro. No podían descansar hasta que los rayos de luz que habían iluminado su mente resplandeciesen sobre otros. Multitudes de incrédulos se familiarizaban con la razón de la esperanza del cristiano. Se hacían cálidos e inspirados llamamientos personales a los pecaminosos y errantes, a los desechados, y a aquellos que, aunque profesaban conocer la verdad, eran amadores de los placeres más que de Dios.
Pero después de un tiempo, el celo de los creyentes, su amor a Dios y entre sí, empezó a disminuir. Penetró la frialdad en la iglesia. Surgieron divergencias, y los ojos de muchos dejaron de contemplar a Jesús como Autor y Consumador de su fe. Las masas que podrían haber sido convencidas y convertidas por la práctica fiel de la verdad, fueron dejadas sin amonestación. Entonces fue cuando el Testigo Fiel dirigió su mensaje a la iglesia de Efeso. Su falta de interés por la salvación de las almas demostraba que había perdido su primer amor: porque nadie puede amar a Dios con todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo murió. Dios los llamó a arrepentirse y hacer las primeras obras, no fuese que quitase su candelero de su lugar.
¿No se repite el caso de la iglesia de Efeso en el de la iglesia de esta generación? ¿Cómo está empleando su conocimiento la iglesia de hoy que ha recibido el conocimiento de la verdad de Dios? Cuando sus miembros vieron por primera vez la indecible misericordia de Dios por la especie caída, no podían permanecer en silencio. Estaban llenos de un anhelo de cooperar con Dios en dar a otros las bendiciones que habían recibido. Mientras impartían a otros, estaban 401 continuamente recibiendo. Crecían en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo. ¿Qué sucede hoy?
Hermanos y hermanas que habéis aseverado durante largo tiempo creer la verdad, os pregunto individualmente: ¿Han estado vuestras prácticas en armonía con la luz, los privilegios y las oportunidades que os concedió el Cielo? Esta es una pregunta grave. El Sol de Justicia ha amanecido sobre la iglesia, y es el deber de la iglesia resplandecer. Es el privilegio de cada alma progresar. Los que estáis relacionados con Cristo crecerán en la gracia y en el conocimiento del Hijo de Dios, hasta llegar a la plena estatura de hombres y mujeres. Si todos los que aseveran creer la verdad hubiesen sacado el mejor partido de su capacidad y oportunidad de aprender y obrar, podrían haber llegado a ser fuertes en Cristo. Cualquiera sea su ocupación -agricultores, mecánicos, maestros o pastores,- si se hubiesen consagrado completamente a Dios, habrían llegado a ser obreros eficientes para el Maestro celestial.
Pero, ¿qué están haciendo los miembros de la iglesia para ser designados coadjutores de Dios? ¿Dónde vemos trabajo del alma? ¿Dónde vemos a los miembros de la iglesia absortos en temas religiosos, entregados a la voluntad de Dios? ¿Dónde vemos a los cristianos sintiendo su responsabilidad de hacer de la iglesia un pueblo próspero, despierto, comunicador de la luz? ¿Dónde están los que no escatiman trabajo y amor por el Maestro? Nuestro Redentor ha de ver del trabajo de su alma y ser satisfecho; ¿qué sucederá con los que profesan seguirle? ¿Quedarán satisfechos cuando vean el fruto de sus labores?
¿Por qué hay tan poca fe, tan poco poder espiritual? ¿Por qué son tan pocos los que llevan el yugo y la carga de Cristo? ¿Por qué hay que incitar a las personas a emprender su obra por Cristo? ¿Por qué son tan pocos los que pueden revelar los misterios de 402 la redención? ¿Por qué no resplandece como luz al mundo la imputada justicia de Cristo por medio de los que profesan seguirle?
EL RESULTADO DE LA INACCIÓN
Cuando los hombres empleen sus facultades como lo indica Dios, sus talentos aumentarán, sus capacidades se ensancharán, y tendrán una visión celestial al tratar de salvar a los perdidos. Pero mientras que los miembros de la iglesia sean indiferentes, y descuidados para con la responsabilidad que Dios les ha dado para impartirla a otros, ¿cómo pueden esperar recibir el tesoro del cielo? Cuando los que profesan ser cristianos no sienten preocupación por iluminar a los que están en las tinieblas, cuando dejan de impartir gracia y conocimiento, se vuelven menos capaces de discernir, pierden su aprecio de las riquezas de las facultades celestiales; y dejando de apreciarlas en ellos, dejan de sentir la necesidad de presentarla a otros.
Vemos grandes iglesias congregadas en diferentes localidades. Sus miembros han obtenido un conocimiento de la verdad, y muchos se contentan con oír la palabra de vida sin tratar de impartir luz. Sienten poca responsabilidad por el progreso de la obra, poco interés en la salvación de las almas. Están llenos de celo en las cosas mundanales, pero no ponen su religión en sus quehaceres. Dicen: "La religión es religión, y los negocios son negocios." Creen que cada una de esas cosas tiene su propia esfera, pero dicen: "Permanezcan separadas."
A causa de las oportunidades descuidadas y del abuso de los privilegios, los miembros de esas iglesias no están creciendo "en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."* Por lo tanto, son débiles en fe, deficientes en conocimiento, y niños en experiencia. No están arraigados y afirmados en 403 la verdad. Si permanecen así, los muchos engaños de los postreros días los seducirán seguramente; porque no tendrán visión espiritual para discernir la verdad del error.
Dios ha dado a sus ministros el mensaje de verdad para que lo proclamen. Las iglesias han de recibirlo, y de toda manera posible comunicarlo, asimilándose los primeros rayos de la luz y difundiéndolos. En no hacerlo consiste nuestro gran pecado. Estamos años atrasados. Los ministros han estado buscando el tesoro escondido, han estado abriendo el cofre y dejando resplandecer las joyas de la verdad; pero los miembros de la iglesia no han hecho la centésima parte de lo que Dios requiere de ellos. ¿Qué podemos esperar sino deterioro en la vida religiosa cuando la gente escucha sermón tras sermón, y no pone en práctica la instrucción? La capacidad que Dios ha dado, si no se ejercita, degenera. Más que esto, cuando las iglesias son dejadas en la inactividad, Satanás cuida de que estén empleadas. El ocupa el campo, alista a los miembros en ramos de trabajo que absorben sus energías, destruyen la espiritualidad, y los hacen caer como pesos muertos sobre la iglesia.
Hay entre nosotros quienes, si tomasen tiempo para considerarlo, mirarían su posición indolente como un descuido pecaminoso de los talentos que Dios les ha dado. Hermanos y hermanas, vuestro Redentor y todos los santos ángeles están entristecidos por la dureza de vuestro corazón. Cristo dio su propia vida para salvar almas, y, sin embargo, vosotros que habéis conocido su amor hacéis muy poco esfuerzo para impartir las bendiciones de su gracia a aquellos por quienes él murió. Semejante indiferencia y negligencia del deber asombra a los ángeles. En el juicio tendréis que encontramos con las almas a quienes habéis descuidado. En aquel gran día, os sentiréis vosotros mismos convencidos y condenados. El Señor os induzca ahora a arrepentimos, y perdone él a su pueblo 404 por haber descuidado la obra que él le encomendó hacer en su viña.
"Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."* ¡Oh, cuán pocos conocen el tiempo de su visitación! ¡Cuán pocos, aun entre los que aseveran creer la verdad presente, comprenden las señales de los tiempos, o lo que hemos de experimentar antes del fin! Estamos hoy bajo la tolerancia de Dios; ¿pero cuánto tiempo continuarán reteniendo los vientos los ángeles de Dios, a fin de que no soplen?
No obstante la indecible misericordia de Dios hacia nosotros, ¡cuán pocos en nuestras iglesias son verdaderamente humildes, consagrados y temerosos siervos de Dios! ¡Cuán pocos corazones están llenos de gratitud y agradecimiento porque han sido honrados y llamados a desempeñar una parte en la obra de Dios, siendo participantes con Cristo de sus sufrimientos!
Hoy muchísimos de los que componen nuestras congregaciones están muertos en delitos y pecados. Van y vienen como la puerta sobre sus goznes. Durante años han escuchado complacientemente las verdades más solemnes y conmovedoras del alma, pero no las han puesto en práctica. Por lo tanto, son menos y menos sensibles a la preciosidad de la verdad. Los testimonios conmovedores de reproche y amonestación no despiertan ya en ellos arrepentimiento. Las melodías más dulces que provienen de Dios a través de los labios humanos -la justificación por la fe, y la justicia de Cristo,- no les arrancan una respuesta de amor y gratitud. Aunque el Mercader celestial despliega delante de ellos las más ricas joyas de la fe y el amor, aunque los invita a comprar de él "oro afinado en fuego," y "vestiduras blancas" a fin de que sean vestidos, y "colirio" a fin de que vean, endurecen sus corazones contra 405 él, y dejan de cambiar su tibieza por el amor y el celo. Aunque hacen una profesión, niegan el poder de la piedad. Si continúan en este estado, Dios los rechazará. Se están incapacitando para ser miembros de su familia.
EL GANAR ALMAS DEBE SER EL BLANCO PRINCIPAL
No debemos sentir que la obra del evangelio depende principalmente del ministro. Dios ha dado a cada cual una obra que hacer en relación con su reino. Cada uno de los que profesan el nombre de Cristo ha de trabajar ferviente y desinteresadamente, estando listo para defender los principios de la justicia. Cada persona debe tomar una parte activa en fomentar la causa de Dios. Cualquiera sea nuestra vocación, como cristianos tenemos una obra que hacer para dar a conocer a Cristo al mundo. Hemos de ser misioneros, teniendo por blanco principal ganar almas para Cristo.
Dios ha confiado a su iglesia la obra de difundir la luz y llevar el mensaje de su amor. Nuestra obra no consiste en condenar ni denunciar, sino en atraer juntamente con Cristo, rogando a los hombres que se reconcilien con Dios. Debemos estimular a las almas, atraerlas, y así ganarlas al Salvador. Si tal no es nuestro interés, si rehusamos dar a Dios el servicio del corazón y la vida, estamos robando la influencia, el tiempo, el dinero y el esfuerzo. Al dejar de beneficiar a nuestros semejantes, robamos a Dios la gloria que fluiría a él por la conversión de las almas.
EMPECEMOS POR LOS QUE ESTÁN MÁS CERCA
Algunos que han profesado durante largo tiempo ser cristianos, y, sin embargo, no han sentido responsabilidad por las almas que perecen a la misma sombra de sus casas, piensan tal vez que tienen una obra que hacer en países extraños; ¿pero dónde está la evidencia de que son idóneos para esta obra? ¿En qué han manifestado preocupación por las almas? Estas personas necesitan primero ser enseñadas y disciplinadas 406 en casa. La verdadera fe y el amor a Cristo crearían en ellas un ferviente deseo de salvar almas en su propio vecindario. Ejercitarían toda energía espiritual para trabajar con Cristo, aprendiendo su mansedumbre y humildad. Entonces, si Dios desease que fueran a países extranjeros, estarían preparadas.
Empiecen en casa, en su propia familia, en su propio vecindario, entre sus propios amigos, los que desean trabajar para Dios. Allí encontrarán un campo misionero favorable. Esta obra misionera es una prueba que revela su habilidad o incapacidad para servir en un campo más amplio.
EL EJEMPLO DE FELIPE CON NATANAEL
El caso de Felipe y Natanael es un ejemplo de la verdadera obra misionera. Felipe había visto a Jesús y estaba convencido de que era el Mesías. En su gozo deseaba que también sus amigos conociesen las buenas nuevas. Deseaba que la verdad que le había traído tanto consuelo fuese compartida por Natanael. La verdadera gracia en el corazón revelará siempre su presencia difundiéndose. Felipe fue a buscar a Natanael, y cuando lo llamó, éste contestó desde su lugar de oración bajo la higuera. Natanael no había tenido el privilegio de escuchar las palabras de Jesús, pero había sido atraído a él en espíritu. Anhelaba recibir luz, y estaba en ese momento orando sinceramente por ella. Felipe exclamó con gozo: "Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret."* A la invitación de Felipe, Natanael buscó y halló al Salvador, y a su vez se unió a la obra de ganar almas para Cristo.
Uno de los medios más eficaces por los cuales se puede comunicar la luz, es por el esfuerzo privado y personal. En el círculo de la familia, al lado de nuestro hogar, al lado de los enfermos, muy quedamente podemos leer las Escrituras y decir una palabra en 407 favor de Jesús y la verdad. Así podemos sembrar una semilla preciosa que brotará y traerá fruto.
LA FAMILIA COMO CAMPO MISIONERO
Nuestra obra por Cristo ha de empezar con la familia, en el hogar. La educación de la juventud debe ser diferente de la que se ha dado en lo pasado. Su bienestar exige mayor labor que la que se le ha dedicado antes. No hay campo misionero más importante que éste. Por precepto y por ejemplo, los padres han de enseñar a sus hijos a trabajar por los inconversos. Los niños deben ser educados de tal manera que simpaticen con los ancianos y afligidos y traten de aliviar los sufrimientos de los pobres y angustiados. Debe enseñárseles a ser diligentes en la obra misionera; y desde los primeros años debe inculcárseles la abnegación y el sacrificio en favor del bienestar ajeno y el adelantamiento de la causa de Cristo, a fin de que sean colaboradores con Dios.
Pero si han de aprender alguna vez a hacer obra misionera verdadera para los demás, deben aprender primero a trabajar por los que están en casa, los cuales tienen un derecho natural a su servicio de amor. Cada niño debe ser enseñado a llevar su parte respectiva del servicio en el hogar. Nunca debiera avergonzarse de emplear sus manos para aliviar las cargas en la casa, o sus pies para hacer diligencias. Mientras está así ocupado no entrará por sendas de negligencia y pecado. Cuántas horas despilfarran los niños y los jóvenes que podrían emplear llevando sobre sus fuertes hombros parte de las responsabilidades de la familia, que alguno debe llevar, manifestando así un amante interés en sus padres! Debe también arraigárselos en los verdaderos principios de la reforma pro salud y el cuidado de su cuerpo.
¡Ojalá que los padres pudieran velar con oración y cuidado por el bienestar eterno de sus hijos! Pregúntense: ¿Hemos sido negligentes? ¿Hemos descuidado 408 esta obra solemne? ¿Hemos permitido que nuestros hijos llegasen a ser juguetes de las tentaciones de Satanás? ¿No tenernos que rendir una cuenta solemne ante Dios porque hemos permitido a nuestros hijos emplear sus talentos, su tiempo e influencia para obrar contra la verdad, contra Cristo? ¿No hemos descuidado nuestro deber como padres, y aumentado el número de los súbditos de Satanás?
Muchos han descuidado vergonzosamente el campo del hogar, y es tiempo de que se presenten recursos, y remedios divinos para corregir este mal. ¿Qué excusas pueden presentar los que profesan seguir a Cristo por descuidar de enseñar a sus hijos a trabajar por él?
Dios quiere que las familias de la tierra sean un símbolo de la familia celestial. Los hogares cristianos, establecidos y dirigidos de acuerdo con el plan de Dios, se cuentan entre sus agentes más eficaces para formar el carácter cristiano y para adelantar su obra.
Si los padres desean ver un diferente estado de cosas en sus familias, conságrense completamente a Dios ellos mismos, y cooperen con él en la obra por la cual se pueda realizar una transformación en su familia.
Cuando nuestras propias casas sean lo que deben ser, no dejaremos que nuestros hijos crezcan en la ociosidad y la indiferencia a los derechos de Dios en favor de los necesitados que los rodean. Como herencia del Señor, estarán calificados para emprender la obra donde están. De tales hogares resplandecerá una luz que se revelará en favor de los ignorantes, conduciéndolos a la fuente de todo conocimiento. Ejercerán una poderosa influencia por Dios y su verdad.
HAY QUE INSTRUIR A LA IGLESIA EN LA OBRA MISIONERA
"Guarda, ¿qué de la noche?"* ¿Están los centinelas a quienes se hace esta pregunta en situación 409 de dar a la trompeta un sonido certero? ¿Están los pastores cuidando fielmente el rebaño del que deben dar cuenta? ¿Están los ministros de Dios velando por las almas, comprendiendo que los que están bajo su cuidado han sido comprados por la sangre de Cristo? Ha de hacerse una gran obra en el mundo, y ¿qué esfuerzos estamos haciendo para realizarla? Los hermanos han oído demasiados sermones; pero, ¿se les ha enseñado a trabajar para aquellos por quienes Cristo murió? ¿Se ha ideado un ramo de trabajo, que se les haya presentado de tal manera que cada uno haya visto la necesidad de tomar parte en la obra?
Es evidente que todos los sermones que se han predicado no han desarrollado una gran clase de obreros abnegados. Ha de considerarse que este asunto entraña los mes graves resultados. Está en juego nuestro porvenir para la eternidad. Las iglesias se están marchitando porque no han empleado sus talentos en difundir la luz. Deben darse instrucciones cuidadosas que serán como lecciones del Maestro, para que todos puedan usar prácticamente su luz. Los que tienen la vigilancia de las iglesias, deben elegir a miembros capaces, y ponerlos bajo responsabilidades, dándoles al mismo tiempo instrucciones en cuanto a cómo pueden servir y beneficiar mejor a otros.
Debe emplearse todo medio de dar a conocer la verdad a millares que discernirán las evidencias y apreciarán la semejanza de Cristo en su pueblo si pueden tener la oportunidad de verla. Aprovéchese la reunión misionera para enseñar a la gente a hacer trabajo misionero. Dios espera que su iglesia discipline y prepare a sus miembros para la obra de iluminar al mundo. Debe darse una educación cuyo resultado sea proporcionar centenares que quieran poner sus talentos valiosos a la disposición de los banqueros. Por el uso de estos talentos, se desarrollarán hombres que estarán preparados para ocupar posiciones de confianza e influencia y para mantener principios puros 410 y sin contaminación. Así se realizará mucho bien para el Maestro.
PÓNGANSE LOS MIEMBROS A TRABAJAR
Muchos que poseen verdadera capacidad se están herrumbrando en la inacción, porque no saben cómo ponerse a trabajar en ramos misioneros. Presente a estos inactivos alguno que tiene capacidad el ramo de trabajo que podrían hacer. Establézcanse pequeñas misiones en muchos lugares, para enseñar a hombres y mujeres a emplear y así aumentar sus talentos. Comprendan todos lo que se espera de ellos, y muchos de los que, están ahora desocupados, trabajarán fielmente.
La parábola de los talentos debe ser explicada a todos. Se debe hacer comprender a los miembros de las iglesias que son la luz del mundo, y que según sus diversas capacidades el Señor espera que iluminen y beneficien a otros. Sean ricos o pobres, grandes o humildes. Dios los llama a servirle activamente. Depende de la iglesia para el adelantamiento de su causa, y espera que los que profesan seguirle cumplan su deber como seres inteligentes. Es muy necesario que entre en la obra de salvar almas toda mente adiestrada, todo intelecto disciplinado, toda jota de capacidad.
No pasemos por alto las cosas pequeñas, buscando una gran obra. Podéis hacer con éxito la obra pequeña, pero fracasar completamente al intentar una obra más grande, y caer en el desaliento. Poneos a trabajar dondequiera que veáis que hay trabajo que hacer. Será haciendo con vuestras fuerzas lo que vuestras manos hallen para hacer cómo desarrollaréis talentos y aptitudes para una obra mayor. Es al despreciar las oportunidades diarias, descuidando las cosas pequeñas, cómo muchos se vuelven infructuosos y marchitos.
Hay maneras en las cuales todos pueden prestar un servicio personal a Dios. Algunos pueden escribir 411 una carta a un amigo lejano o enviar un periódico a alguien que está averiguando la verdad. Otros pueden dar consejos a los que están en dificultades. Los que saben tratar a los enfermos pueden ayudar en esto. Otros que tienen las calificaciones necesarias pueden dar estudios bíblicos o dirigir clases bíblicas.
Las maneras más sencillas de trabajar deben ser ideadas y puestas en operación entre las iglesias. Si los miembros aceptan unánimemente tales planes, y con perseverancia los llevan a cabo, segarán una rica recompensa; porque su experiencia se irá enriqueciendo, su capacidad aumentará, y por sus esfuerzos salvarán almas.
AUN LOS INCULTOS PUEDEN TRABAJAR
Nadie debe sentir que porque no está educado no puede tomar parte en la obra del Señor. Dios tiene una obra para vosotros. El ha dado a cada uno su obra. Podéis escudriñar las Escrituras por vuestra cuenta. "El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples."* Podéis orar por la obra. La oración del corazón sincero, ofrecida con fe, será oída en el cielo. Y habéis de trabajar según vuestra capacidad.
Cada uno ejerce una influencia para bien o para mal. Si el alma está santificada para el servicio de Dios, y consagrada a la obra de Cristo, su influencia tenderá a recoger con Cristo.
Todo el cielo está en actividad, y los ángeles de Dios están esperando para cooperar con todos los que quieran idear planes por los cuales las almas para quienes Cristo murió puedan oír las gratas nuevas de la salvación. Los ángeles que sirven a los que han de heredar la salvación, dicen a cada santo: "Hay obra para vosotros." "Id, y . . . hablad al pueblo todas las palabras de esta vida."* Si todos aquellos a quienes se dirige esta orden la obedeciesen, el Señor prepararía 412 el camino delante de ellos poniéndolos en posesión de recursos con los cuales ir.
DESPIÉRTESE A LOS OCIOSOS
Hay almas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan ser discípulos de Cristo, las dejan morir. A nuestros hermanos se les han confiado talentos para esta misma obra de salvar almas pero algunos los han envuelto en un pañuelo y los han enterrado en el suelo. ¿Cuánto se asemejan tales ociosos al ángel al que se representa volando por en medio del cielo, proclamando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús? ¿Qué súplicas se pueden hacer a los ociosos para despertarlos, a fin de que vayan a trabajar para el Maestro? ¿Qué podemos decir al miembro de la iglesia perezoso para hacerle sentir la necesidad de desenterrar su talento y ponerlo a la disposición de los banqueros? No habrá ociosos ni perezosos en el reino de los cielos. ¡Plegue a Dios presentar este asunto en toda su importancia a las iglesias dormidas! ¡Ojalá que Sión se levante y se vista sus ropas de gala! ¡Ojalá resplandezca!
Hay muchos pastores ordenados que nunca han ejercido todavía un cuidado de pastor sobre la grey de Dios, que nunca han velado por las almas como quienes deben dar cuenta. La iglesia, en vez de desarrollarse, es dejada en la condición de un cuerpo débil, dependiente y deficiente. Los miembros de la iglesia, acostumbrados a confiar en la predicación, hacen poco para Cristo. No llevan fruto, sino que más bien aumentan su egoísmo e infidelidad. Ponen su esperanza en el predicador y dependen de sus esfuerzos para mantener viva su débil fe. Por cuanto los miembros de la iglesia no han sido debidamente instruidos por aquellos a quienes Dios puso como veedores, muchos son siervos perezosos que ocultan sus talentos en la tierra, y, sin embargo, se quejan de cómo el Señor los trata. Esperan ser atendidos como niños enfermos. 413
Esta condición de debilidad no debe continuar. Debe hacerse obra bien organizada en la iglesia, para que sus miembros sepan cómo impartir la luz a otros, y así fortalecer su propia fe y aumentar su conocimiento. Mientras impartan aquello que recibieron de Dios, serán confirmados en la fe. Una iglesia que trabaja es una iglesia viva. Hemos de edificar como piedras vivas, y cada piedra ha de emitir luz. Cada cristiano es comparado a una piedra preciosa que recibe la gloria de Dios y la refleja.
La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo el trabajo, es un gran error. Recargado de trabajo y quebrantado, podrá descender al sepulcro cuando, si la carga hubiese sido compartida como el Señor quería, podría haber vivido. A fin de que la carga sea distribuida, deben educar a la iglesia los que pueden enseñar a otros a seguir a Cristo y trabajar como él trabajó.
LOS JÓVENES HAN DE SER MISIONEROS
No se pase por alto a los jóvenes; déjeselos participar en el trabajo y la responsabilidad. Hágaseles sentir que tienen que contribuir a ayudar a beneficiar a otros. Aun a los niños debe enseñárseles a hacer pequeñas diligencias de amor y misericordia para los que son menos afortunados que ellos.
Ideen los veedores de la iglesia planes por los cuales los jóvenes puedan ser adiestrados en emplear los talentos que les han sido confiados. Hagan los miembros de más edad en la iglesia una obra ferviente y compasiva por los niños y jóvenes. Apliquen los ministros toda su inteligencia a idear planes por los cuales los miembros más jóvenes de la iglesia puedan ser inducidos a cooperar con ellos en la obra misionera. Pero no se imaginen que pueden despertar su interés predicándoles meramente un largo sermón en la reunión misionera. Deben idear planes por los cuales se pueda encender un interés vivo. Tengan todos una 414 parte que desempeñar. Prepárese a los jóvenes para hacer lo que se les indique, y traigan de semana en semana sus informes a la reunión misionera, contando lo que hayan experimentado, y el éxito que por la gracia de Cristo hayan tenido. Si tales informes fuesen traídos por personas que trabajasen con consagración, las reuniones misioneras no serían áridas y tediosas. Estarían llenas de interés, y no faltarían asistentes.
En toda iglesia, los miembros deben ser adiestrados de tal manera que dediquen tiempo a ganar almas para Cristo. ¿Cómo puede decirse de la iglesia: "Vosotros sois la luz del mundo," a menos que sus miembros estén realmente impartiendo luz?
Despierten y comprendan su deber los que están encargados del rebaño de Cristo, y pongan a muchas almas a trabajar. 415

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