domingo, 30 de septiembre de 2012

"La Apariencia del Mal" - 30


ME SIENTO instada a dirigirme a aquellos que están empeñados en dar el último mensaje de amonestación al mundo. El que aquellos por quienes trabajen vean y acepten la verdad depende mucho de los obreros individuales. La orden de Dios es: "Limpiaos los que lleváis los vasos de Jehová."* Y Pablo encarga a Timoteo: "Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina."* La obra debe principiar con el obrero; éste debe estar unido con Cristo como el sarmiento está unido a la vid. "Yo soy la vid -dijo Cristo,- vosotros los pámpanos."* Esto representa la relación más íntima que sea posible. Injértase la rama sin hojas en la cepa floreciente, y viene a ser un sarmiento vivo, que saca savia y nutrición de la vid. Fibra por fibra, vena por vena, el sarmiento se aferra hasta que brota y florece y lleva fruto. La rama sin savia representa al pecador. Cuando está unida con Cristo, el alma se une al alma, lo débil y finito a lo santo e infinito, y el hombre viene a ser uno con Cristo. "Sin mí -dice Cristo- nada podéis hacer".* ¿Estamos unidos con Cristo los que aseveramos ser obreros suyos? ¿Moramos en Cristo, y somos uno con él? El mensaje que llevamos es mundial. Debe llegar a todas las naciones, lenguas y pueblos. El Señor no requerirá de ninguno de nosotros que salga con este mensaje, sin darnos gracia y poder para presentarlo a la gente de una manera que corresponda a su importancia. La gran cuestión para nosotros hoy es: ¿ Estamos llevando hoy al mundo este solemne mensaje de verdad de una manera que muestre su importancia? El Señor obrará con los obreros si ellos dependen únicamente de Cristo. Nunca quiso que sus misioneros trabajasen sin su gracia, destituídos de su poder.
Cristo nos ha elegido del mundo, para que seamos un pueblo peculiar y santo. El "se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras." * 186 Los obreros de Dios deben ser hombres de oración, diligentes estudiantes de las Escrituras, que tengan hambre y sed de justicia, a fin de ser una luz y fuerza para otros. Nuestro Dios es un Dios celoso; y requiere que le adoremos en espíritu y en verdad, en la hermosura de la santidad. El salmista dice: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera."* Como obreros, debemos prestar atención a nuestros caminos. Si el salmista no podría haber sido oído si en su corazón hubiese mirado la iniquidad, ¿cómo pueden ser oídas las oraciones de los hombres ahora, mientras conservan la iniquidad? Después de pasar el tiempo de 1844, el fanatismo penetró en las filas de los adventistas. Dios mandó mensajes de amonestación para detener este incipiente mal. Había demasiada familiaridad entre algunos hombres y mujeres. Les presenté la alta norma de la verdad que debíamos alcanzar y la pureza de comportamiento que debíamos conservar, a fin de recibir la aprobación de Dios y estar sin mancha ni arruga ni cosa semejante. Muy solemnes denunciaciones de Dios fueron dadas a hombres y mujeres cuyos pensamientos iban por canales impuros, mientras aseveraban ser especialmente favorecidos por Dios; pero el mensaje que Dios dio fue despreciado y rechazado. Se volvieron contra mí y dijeron: "¿Ha hablado Dios solamente por Vd. y no por nosotros?" No enmendaron sus caminos y el Señor los dejó seguir hasta que la contaminación señaló su vida.
No estamos fuera de peligro aun ahora. Cada alma que se dedica a dar al mundo el mensaje de amonestación, será severamente tentada a seguir en la vida una conducta que niegue su fe. Es el plan estudiado de Satanás hacer a los obreros débiles en la oración, débiles en poder e influencia, a causa de sus defectos de carácter. Nosotros, como obreros, debemos condenar unánimemente cuanto represente la menor aproximación 187 al mal en nuestro trato mutuo, nuestra fe santa; nuestra obra consiste en vindicar la honra de la ley de Dios, y no es de carácter tal que rebajo los pensamientos y la conducta de uno a un nivel inferior.
Tenemos que estar sobre una plataforma elevada. Debemos creer y enseñar la verdad tal como es en Jesús. La santidad de corazón no conducirá nunca a acciones impuras. Cuando uno que asevera enseñar la verdad se inclina a estar mucho en compañía de mujeres jóvenes o aun casadas, cuando pone familiarmente su mano sobre ellas, o está a menudo conversando con ellas de una manera familiar, temedle. Los principios puros de la verdad no están engarzados en su alma. Los tales no están en Cristo, y Cristo no mora en ellos. Necesitan una conversión cabal, antes que Dios pueda aceptar su trabajo. La verdad de origen celestial no degrada nunca al que la recibe; ni le induce a la menor aproximación a la familiaridad indebida; por el contrario, santifica al creyente, refina su gusto, lo eleva y ennoblece, y lo pone en íntima comunión con Jesús. Le induce a considerar la orden del apóstol Pablo de abstenerse aun de la apariencia del mal, porque "no sea pues blasfemado vuestro bien."*
Hay un asunto al cual debemos prestar atención. Debemos guardarnos contra los pecados de esta era degenerada. Debemos mantenernos alejados de todo lo que sepa a familiaridad indebida. Dios lo condena. Es terreno prohibido, sobre el cual es inseguro asentar los pies. Cada palabra y acción debe tender a elevar, refinar y ennoblecer el carácter. Hay pecado en la irreflexión acerca de tales asuntos. El apóstol Pablo exhortaba a Timoteo a la diligencia y al esmero en su ministerio, y le instaba a meditar en las cosas puras y excelentes, para que su aprovechamiento fuese manifiesto a todos. El mismo consejo es grandemente necesario para los jóvenes de la era actual. Es esencial la consideración reflexiva. Si tan sólo los hombres 188 quisieran pensar más, y obrar menos impulsivamente, tendrían mucho más éxito en su trabajo. Estamos manejando asuntos de importancia infinita, y no podemos entretejer en nuestra obra nuestros propios defectos de carácter. Debemos representar el carácter de Cristo.
Tenemos una gran obra que hacer para elevar a los hombres y ganarlos para Cristo, para inducirles a elegir y procurar fervientemente participar de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Todo pensamiento, toda palabra y toda acción de los obreros debe ser del carácter elevado que está en armonía con la sagrada verdad que defienden. Puede ser que los hombres y las mujeres hayan de unirse necesariamente en nuestros importantes campos misioneros. En tal caso, no pueden ser demasiado circunspectos. Sean los hombres casados reservados y cuidadosos, para que no se pueda decir con verdad ningún mal de ellos. Estamos viviendo en una época cuando abunda la iniquidad, y una palabra descuidada o una acción impropia pueden perjudicar grandemente la utilidad del que manifiesta esa debilidad. Mantengan los obreros altas las barreras de la reserva; no dejen presentarse ningún caso del cual el enemigo puede aprovecharse. Si empiezan a cifrar sus afectos en otra persona, dando atención especial a favoritos, y empleando palabras aduladoras, Dios retraerá su Espíritu.
Si entran en la obra hombres casados, dejando a sus esposas en casa para cuidar a los niños, la esposa y madre está haciendo una obra tan grande e importante como la del esposo y padre. Mientras él está en el campo misionero, ella es, en el hogar, una misionera cuyos cuidados, ansiedades y cargas exceden con frecuencia a las del esposo y padre. Es importante y solemne su obra de amoldar las mentes y caracteres de sus hijos, de prepararlos para ser útiles aquí, e idóneos para la vida futura e inmortal. En el abierto campo misionero, el esposo puede recibir los honores de los hombres, mientras que la que trabaja en casa 189 tal vez no reciba crédito terrenal por su labor. Pero si ella trabaja para los mejores intereses de su familia, tratando de amoldar su carácter según él modelo divino, el ángel registrador escribe su nombre como el de una de las mayores misioneras del mundo. Dios no ve las cosas como las ve la visión finita del hombre. ¡Cuán cuidadoso debe ser el esposo y padre en mantener su lealtad a sus votos matrimoniales! ¡Cuánta circunspección debe haber en su carácter, no sea que estimule en algunas jóvenes, o aun en mujeres casadas, pensamientos que no estén de acuerdo con la norma alta y santa: los mandamientos de Dios! Cristo muestra que estos mandamientos son amplísimos, y que llegan hasta los pensamientos, intentos y propósitos del corazón. Allí es donde muchos delinquen. Las imaginaciones de su corazón no son del carácter puro y santo que Dios requiere; y por muy alta que sea su vocación, por talentosos que sean ellos, Dios anotará la iniquidad contra ellos, y los contará como mucho más culpables y merecedores de su ira que aquellos que tienen menos talento, menos luz, menos influencia.
Quedo apenada cuando veo hombres alabados, adulados y mimados. Dios me ha revelado el hecho de que algunos de los que reciben estas atenciones son indignos de pronunciar su nombre. Sin embargo, son ensalzados hasta el cielo en la estima de algunos seres finitos, que leen tan sólo la apariencia externa. Hermanas mías, nunca miméis ni aduléis a pobres falibles y sujetos a yerros, sean jóvenes o ancianos, casados o solteros. No conocéis sus debilidades, y no sabéis si estas mismas atenciones y profusas alabanzas no han de provocar su ruina. Me alarma la cortedad de visión, la falta de sabiduría que muchos manifiestan al respecto.
Los hombres que están haciendo la obra de Dios y que tienen a Cristo morando en su corazón, no rebajarán la norma de la moralidad sin que tratarán y siempre de elevarla. No hallarán placer en la adulación 190 de las mujeres, ni en ser mimados por ellas. Digan los hombres, tanto solteros como casados: " Guardemos distancia. Nunca daré la menor ocasión para que mi buen nombre sea vilipendiado. Mi buen nombre es capital de mucho más valor para mí que el oro o la plata. Déjenme conservarlo sin mancha. Si los hombres atacan ese nombre, no será porque les haya dado ocasión de hacerlo, sino por la misma razón por la cual hablaron mal de Cristo, a saber, porque odiaban la pureza y santidad de su carácter; porque les era una constante reprensión."
Quisiera poder impresionar en cada obrero de la causa de Dios, la gran necesidad de orar continua y fervientemente. No pueden estar constantemente de rodillas, pero pueden elevar su corazón a Dios. Esta es la manera en que Enoc andaba con Dios. Sed cuidadosos, no sea que la suficiencia propia os embargue, y dejéis a Jesús afuera, y obréis por vuestra propia fuerza más bien que por el espíritu y fuerza del Maestro. No desperdiciéis los momentos áureos en conversaciones frívolas. Cuando volvéis de hacer obra misionera, no os alabéis a vosotros mismos, antes bien ensalzad a Jesús; alzad la cruz del Calvario. No permitáis que nadie os alabe o adule, ni se aferre a vuestra mano como si le costase dejarla. Temed tales demostraciones. Cuando mujeres jóvenes o aun casadas manifiestan una disposición a revelaros sus secretos de familia, tened cuidado. Cuando expresan un deseo de simpatía, sabed que es tiempo de ejercer gran cautela. Los que están imbuídos con el espíritu de Cristo, y que andan con Dios, no tendrán profano anhelo de simpatía. Tienen una compañía que satisface todo deseo de la mente y el corazón. Los hombres casados que aceptan la atención, la alabanza y los mimos de las mujeres, deben tener la seguridad de que el amor y la simpatía de esta clase no valen la pena de obtenerse.
Con demasiada frecuencia las mujeres son tentadoras. Con un motivo u otro, requieren la atención 191 de los hombres, casados o solteros, y los llevan adelante hasta que transgreden la ley de Dios, hasta que su utilidad queda arruinada, y sus almas están en peligro. La historia de José ha sido presentada para beneficio de todos los que como él son tentados. Fue tan firme como una roca en los buenos principios, y respondió a la tentadora: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?"* Un poder moral como el suyo es lo que se necesita ahora. Si las mujeres quisieran tan sólo elevar sus vidas y trabajar con Cristo, su influencia sería menos peligrosa; pero con sus sentimientos actuales de despreocupación acerca de las responsabilidades del hogar, y acerca de los requerimientos que Dios les hace, su influencia es con frecuencia fuerte en la mala dirección, sus facultades son empequeñecidas, y su obra no lleva la impresión divina. No son misioneras domésticas, ni son tampoco misioneras fuera del hogar; y frecuentemente el hogar, el precioso hogar, queda desolado.
Trate de vencer cada persona que profesa a Cristo, todo lo que no sea viril, toda debilidad e insensatez. Algunos hombres nunca crecen hasta la plena estatura de hombres en Cristo Jesús. Son infantiles y sensuales. La piedad humilde corregiría todo esto. La religión pura no posee características de complacencia propia e infantil. Es honorable en el más alto grado. Por lo tanto, ninguno de los que son alistados como soldados de Cristo esté a punto de desmayar en el día de prueba. Todos deben sentir que tienen que hacer una obra ferviente para elevar a sus semejantes. Nadie tiene derecho a descansar de la guerra que tiene como fin hacer deseable la virtud, y odiado el vicio. No hay descanso para el cristiano vivo antes de llegar al mundo eterno. El obedecer a los mandamientos de Dios es hacer lo recto y sólo lo recto. Tal es la virilidad cristiana. Pero muchos necesitan aprender frecuentes lecciones de la vida de Cristo, que es el autor y consumador de nuestra fe. "Reducid pues, a vuestro 192 pensamiento a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, porque no os fatiguéis en Diestros ánimos desmayando."* Hemos de manifestar crecimiento en la gracia cristiana. Manifestando mansedumbre bajo la provocación, y apartándoos de la bajeza terrenal, dais evidencia de que poseéis en vosotros un Salvador, y todo pensamiento, palabra y acción atrae los hombres a Jesús más bien que a vosotros mismos. Hay mucho trabajo que hacer, y poco tiempo en que hacerlo. Sea, pues, la obra de vuestra vida inspirar en todos el pensamiento de que tienen que trabajar para Cristo. Dondequiera que haya deberes que cumplir que otros no entienden porque no desean ver la obra de su vida, aceptadlo, y hacedlo.
La norma de la moralidad no es bastante elevada entre el pueblo de Dios. Muchos de los que profesan guardar los mandamientos, y abogar por su defensa, los están violando. Las tentaciones se presentan de tal manera que los tentados piensan ver una excusa para transgredir. Los que entran en el campo misionero deben ser hombres y mujeres que anden y hablen con Dios. Los que se destacan como ministros en el sagrado púlpito, deben ser hombres de reputación intachable; su vida debe ser sin mancha, estar sobre todo lo que sepa a impureza. No hagáis correr riesgos a vuestra reputación yendo en el camino de la tentación. Si una mujer os retiene la mano, retiradla prestamente, y salvadla del pecado. Si ella manifiesta indebido afecto, y se lamenta de que su esposo no la ama ni simpatiza con ella, no tratéis de suplir esa falta. Vuestra única conducta segura y prudente en tal caso consiste en guardar vuestra simpatía para vosotros mismos. Los tales casos son numerosos. Señalad a las almas el que lleva las cargas, el verdadero y seguro consejero. Si ella ha elegido a Cristo como compañero, él le dará su gracia para soportar la negligencia sin quejarse; mientras tanto debe tratar de hacer cuanto pueda para atraer a su esposo a sí misma, por la más estricta lealtad 193 a él, y la fidelidad en hacer agradable y atrayente su hogar. Si todos sus esfuerzos no tienen éxito y no son apreciados, tendrá la simpatía y ayuda de su bendito Redentor. El le ayudará a llevar todas sus cargas, y la consolará de sus desilusiones. Ella manifiesta desconfianza en Jesús cuando busca objetos mundanos que suplan el lugar que Cristo está siempre dispuesto a ocupar. Con sus quejas, peca contra Dios. Haría bien si examinara su propio corazón con espíritu crítico, para ver si el pecado no está en acecho en el alma. El corazón que busca así la simpatía humana y acepta atenciones prohibidas de parte de cualquiera, no es puro ni sin falta delante de Dios.
La Biblia presenta muchas sorprendentes ilustraciones de la fuerte influencia que ejercieron mujeres mal intencionadas. Cuando Balaam fue llamado a maldecir a Israel, no le fue permitido hacerlo; porque el Señor "no ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel."* Pero Balaam, que había ya cedido a la tentación, se volvió plenamente agente de Satanás; y resolvió lograr indirectamente lo que Dios no le había permitido hacer directamente. En seguida tendió un lazo por el cual Israel quedaría seducido por las hermosas mujeres moabitas, quienes los inducirían a transgredir la ley de Dios. Así se hallaría iniquidad en el pueblo, y la bendición de Dios no descansaría sobre los israelitas. Sus fuerzas quedarían grandemente debilitadas, y sus enemigos ya no temerían su poder, porque la presencia del Señor de los ejércitos no estaría con ellos.
Esto está destinado a ser una amonestación al pueblo de Dios que vive en los últimos días. Si busca la justicia y la verdadera santidad, si guarda todos los mandamientos de Dios, no se permitirá que Satanás y sus agentes lo venzan. Toda la oposición de sus más acérrimos enemigos, resultará impotente para destruir o desarraigar la vid plantada por Dios. Satanás entiende lo que Balaam aprendió por triste experiencia, 194 a saber, que no hay encantamiento contra Jacob ni adivinación contra Israel, mientras que la iniquidad no es acariciada en su medio; por lo tanto, emplea siempre su poder e influencia para manchar su unidad y contaminar la pureza de su carácter. Tiende sus lazos en mil maneras para debilitar su poder en favor del bien.
Vuelvo a instaros acerca de la necesidad de cultivar la pureza en todo pensamiento, palabra y acción. Tenemos una responsabilidad individual delante de Dios, una obra individual, que nadie puede hacer por nosotros: consiste en hacer mejor el mundo por los preceptos del esfuerzo personal y el ejemplo. Aunque debemos cultivar la sociabilidad, no debe ser meramente para divertirnos, sino con un propósito. Hay almas que salvar. Acercaos a ellas por el esfuerzo personal. Abrid vuestras puertas a los jóvenes que están expuestos a la tentación. El mal los invita por todas partes. Tratad de interesarles. Si ellos están llenos de defectos, tratad de corregir estos errores. No os mantengáis separados de ellos, sino antes acercaos a ellos. Traedlos a vuestros hogares; invitadlos a vuestro altar de la familia. Hay una obra que miles necesitan que sea hecha por ellos. De todo árbol del huerto de Satanás cuelgan frutas tentadoras y venenosas, y se pronuncia una maldición sobre todos los que las desprendan y coman. Recordemos los requerimientos de Dios para con nosotros en cuanto a hacer la senda del cielo clara, brillante y atrayente, a fin de que arranquemos almas de los destructivos ensalmos de Satanás.
Dios nos ha dado la razón, para que la usemos con propósito noble. Estamos aquí como quienes son probados para la vida futura. Es un período demasiado solemne para que algunos de nosotros sea descuidado o avance con incertidumbre. Nuestro trato con otros debe caracterizarse por la sobriedad y el ánimo celestial. Nuestra conversación debe girar sobre cosas celestiales. "Entonces los que tienen a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de hacer: y perdonarélos como el hombre que perdona a su hijo que le sirve."* 195
¿ Qué es más digno de embargar la mente que el plan de la redención? Es un tema inagotable. El amor de Jesús, la salvación ofrecida por este amor infinito al hombre caído, la santidad de corazón, la verdad preciosa y salvadora para estos postreros días, la gracia de Cristo: éstos son temas que pueden animar el alma, y hacer sentir a los puros de corazón aquel gozo que los discípulos sintieron cuando Jesús vino y anduvo con ellos mientras viajaban a Emaús. El que ha concentrado sus afectos en Cristo apreciará esta clase de asociación santificada, y recibirá fuerza divina por un trato tal; pero el que no tiene aprecio por esta clase de conversación, y al cual le agrada más hablar de insensateces sentimentales, se ha alejado de Dios, y va quedando muerto para las aspiraciones altas y nobles. Los tales interpretan lo sensual, lo terrenal como si fuese celestial. Cuando la conversación es de carácter frívolo, Y sabe a una desasosegada búsqueda de simpatía y aprecio humano, brota de un sentimentalismo amoroso enfermizo, y ni los jóvenes ni los hombres de canas están seguros. Cuando la verdad de Dios sea un principio permanente en el corazón, será como una fuente viva. Pueden hacerse tentativas para reprimida, pero brotará en otro lugar; si está allí, no puede ser reprimida. La verdad en el corazón es un manantial de vida. Refresca a los cansados, y refrena los pensamientos y las palabras viles.
¿No están sucediendo bastantes cosas en derredor nuestro para mostrarnos los peligros que asedian nuestra senda? Por doquiera vemos náufragos de la humanidad, altares de la familia descuidados, familias quebrantadas. Hay un extraño abandono de los principios 196 buenos, un rebajamiento de la norma de la moralidad; están aumentando rápidamente los pecados que atrajeron los juicios de Dios sobre la tierra en ocasión del diluvio y la destrucción de Sodoma por el fuego. Nos estamos acercando al fin. Dios ha soportado largo tiempo la perversidad, pero su castigo no es menos seguro. Apártense de toda iniquidad los que profesan ser la luz del mundo. Vemos manifestado contra la verdad el mismo espíritu que se vio en el día de Cristo. Por falta de argumentos bíblicos, los que anulan la ley de Dios fabricarán mentiras para manchar y ennegrecer a los obreros. Así lo hicieron con el Redentor del mundo; y así harán con quienes le sigan. Serán presentados como verdad informes que no tienen el menor fundamento.
Dios ha bendecido a sus hijos que guardan sus mandamientos, y toda la oposición y las mentiras que sean presentadas contra ellos no harán sino fortalecer a los que defienden con firmeza la fe una vez dada a los santos. Pero si los que profesan ser depositarios de la ley de Dios vienen a ser transgresores de esa ley, el Señor les retirará su cuidado protector, y muchos caerán por la perversidad y la licencia. Entonces nos veremos de veras incapacitados para subsistir delante de nuestros enemigos. Pero si los suyos permanecen separados y distintos del mundo, como una nación que hace justicia, Dios será su defensa, y no habrá armas forjadas contra ellos que prosperen. En vista de los peligros de este tiempo, y como pueblo que guarda los mandamientos de Dios, ¿no habremos de apartar de nosotros todo pecado, toda iniquidad, toda perversidad? ¿No habrán de vigilarse estrictamente a sí mismas las mujeres que profesan la verdad, a fin de no estimular la menor familiaridad injustificable? Pueden cerrar muchas puertas de tentación si observan en toda ocasión una reserva estricta y una conducta apropiada. Hallen los hombres un ejemplo en la vida de José, y manténganse firmes por los buenos principios, por intensamente tentados que se vean. Debemos 197 ser hombres y mujeres fuertes por lo recto. Hay en derredor nuestro quienes son débiles en fuerza moral. Necesitan estar en compañía de los que son firmes, y cuyo corazón está íntimamente ligado al corazón de Cristo. Los principios de cada uno serán probados. Hay quienes se exponen a la tentación como un insensato a la corrección de la vara. Invitan al enemigo a tentarlos. Se enervan, son debilitados en poder moral, y el resultado es vergüenza y confusión.
iCuán despreciables son a la vista de un Dios santo los que profesan vindicar su ley, y sin embargo violan sus preceptos! Traen oprobio a la preciosa causa, y dan a los oponentes de la verdad ocasión de triunfar. Nunca debiera obliterarse la marca de distinción entre los que siguen a Jesús y los que siguen a Satanás. Hay una línea clara trazada por Dios mismo entre el mundo y la iglesia, entre los que observan los mandamientos y los que los violan. No se fusionan, son tan diferentes como el medio día de la media noche: diferentes en sus gustos, sus propósitos, su carácter. Si cultivamos el amor a Dios y el temor de Jehová, rechazaremos la menor aproximación a la impureza.
El Señor atraiga las almas a sí mismo, y les imparta individualmente un sentido de su responsabilidad de formar un carácter tal que Cristo no se avergüence de llamarlos hermanos. Elevad la norma, y entonces la bendición celestial será pronunciada sobre vosotros en aquel día en que cada uno recibirá según las acciones hechas en el cuerpo. Los que trabajan para Dios deben vivir como a su vista, y estar constantemente desarrollándose en carácter, en verdadera virtud, y piedad. Su mente y corazón deben estar tan cabalmente imbuídos del espíritu de Cristo, y tan embargados por la solemnidad del mensaje sagrado que tienen que llevar, que todo pensamiento, acción y motivo estarán muy por encima de lo terrenal y sensual. Su felicidad no consistirá en las complacencias prohibidas y egoístas, sino en Jesús y su amor. 198
Mi oración es: "¡Oh Señor, unge los ojos de tu pueblo, para que discierna entre el pecado y la santidad, entre la contaminación y la justicia, y salga al fin vencedor!"
Me han sido mostrados los peligros que corren los jóvenes. Sus corazones están llenos de altas expectativas, y ven el camino descendente sembrado de placeres tentadores que parecen muy atrayentes; pero la muerte está allí. La senda estrecha que lleva a la vida puede parecerles desprovista de atractivos, una senda de espinas y cardos, pero no lo es. Es la senda que requiere el abandono de los placeres pecaminosos; es una senda estrecha, trazada para que anden en ella los redimidos del Señor. Nadie puede andar en esta senda y llevar consigo su carga de orgullo, voluntad propia, engaño, mentira, falta de honradez, pasión y concupiscencias carnales. La senda es tan angosta, que esas cosas tienen que ser dejadas atrás por los que andan en ella; pero el camino ancho es bastante amplio para que los pecadores viajen en él con todas sus propensiones pecaminosas.
Joven, si rechazas a Satanás con todas sus tentaciones, podrás andar en las pisadas de tu Redentor, y tener la paz del cielo, los goces de Cristo. No puedes ser feliz en la complacencia del pecado. Puedes lisonjearte de que eres feliz, pero no puedes conocer la verdadera felicidad. El carácter se deforma si uno se entrega al pecado. Se encuentran peligros a cada paso hacia abajo, y los que podrían ayudar a la juventud no lo ven ni se dan cuenta de ello. No se manifiesta el bondadoso y tierno interés que debería tomarse en los jóvenes. Muchos podrían ser guardados de influencias pecaminosas, si estuviesen rodeados de buenas compañías, y se les dirigiesen palabras de bondad y amor. -"Testimonies for the Church," tomo 4, p. 364. 199

La Educación de los Obreros - 29


TENEMOS que hacer una obra que pocos comprenden. Consiste en llevar la verdad a todas las naciones. Hay un amplio campo de trabajo en los países extranjeros, como en los Estados Unidos. Dios llama a hombres que sean consagrados, puros, de gran corazón y miras amplias, humildes, para que entren en estos campos. ¡Cuán pocos tienen un sentido de esta gran obra! Debemos despertar, y trabajar desde un punto de vista más elevado de lo que lo hemos hecho hasta ahora. Los que ahora aceptan la verdad, tienen toda ventaja, especialmente en la acumulación de la luz y los conocimientos presentados en nuestras publicaciones. La experiencia pasada, rica y variada, debe ser apreciada ahora debidamente. Sabemos cuán difícilmente adelantaba la obra al principio; cuántos obstáculos se le oponían; cuán pocas comodidades estaban a la disposición de los primeros obreros de esta causa para usarlas en su adelantamiento: pero ahora todo ha cambiado, y la clara luz resplandece. Si el cristianismo primitivo pudiese entrar en el corazón de todos los que aseveran creer la verdad, les traería nueva vida y poder. Los que están en tinieblas verían entonces el contraste entre la verdad y el error, entre las enseñanzas de la Palabra de Dios y las fábulas y supersticiones. Se han cometido errores al no tratar de alcanzar a los predicadores y las clases superiores con la verdad. Se ha rehuido demasiado a la gente que no es de nuestra fe. Aunque no debemos asociarnos con ella para recibir su molde, hay por doquiera personas sinceras en favor de las cuales debiéramos trabajar sabia e inteligentemente, llenos de amor por sus almas. Debiera crearse un fondo para educar a hombres y mujeres para trabajar por estas clases superiores, tanto aquí como en otros países. Hemos hablado demasiado de rebajarnos a la mente común. Dios quiere hombres de talento y buen intelecto, que puedan pesar los argumentos, hombres que caven por la verdad 179 como por tesoros escondidos. Estos hombres serán capaces de alcanzar, no solamente las clases comunes, sino las mejores. Los tales hombres serán siempre estudiantes de la Biblia, plenamente compenetrados del carácter sagrado de las responsabilidades que sobre ellos descansan. Darán prueba cabal de su ministerio.
Hay demasiado poco talento que trabaja en los diferentes ramos de la obra. Deben lanzarse nuevas empresas. Necesitamos capacidad para idear planes por los cuales las almas que están en las tinieblas del error puedan ser alcanzadas. Necesitamos la inteligencia de mentes variadas; pero no debemos censurarlas porque sus ideas no se ajusten precisamente a las nuestras. Debemos tener planes más amplios para la educación de obreros que han de dar el mensaje. Los que creen y aman la verdad, han obrado noblemente dando de sus recursos para sostener sus diversas empresas, pero hay gran falta de obreros capaces. No es prudente estar constantemente gastando recursos para abrir campos nuevos, mientras que se hace tan poco para preparar obreros que los ocupen. La obra de Dios no debe ser impedida por falta de agentes que la realicen. El llama a hombres cultos, que sean estudiantes de la Biblia, que amen la verdad que presentan a otros, que la introduzcan en su propia vida y carácter. Necesitamos hombres que amen a Jesús y se aferren a él, y que aprecien el sacrificio infinito hecho en favor de la humanidad caída. Necesitamos labios tocados por el fuego santo, corazones limpios de la contaminación del pecado. Aquellos cuya piedad es superficial, y que tienen gran ambición de ser considerados los primeros y mejores, no son los hombres para este tiempo. No se necesitan aquellos que piensan más en su propia voluntad que en la obra.
Nuestras iglesias no están recibiendo la preparación que las induciría a andar con toda humildad de ánimo, a desechar todo el orgullo de la ostentación externa, y a trabajar para el atavío interno. La eficiencia de la iglesia es precisamente lo que la hacen el celo, 180 la pureza, la abnegación y el trabajo diligente de los ministros. Un espíritu misionero activo debe caracterizar a sus miembros individuales. Deben tener piedad más profunda, una fe más fuerte, y opiniones más amplias. Deben hacer una obra más cabal en el esfuerzo personal. Lo que necesitamos es una religión viva. Una sola persona que tenga amplios conceptos del deber, cuya alma esté en comunión con Dios, y que esté llena de celo por Cristo, ejercerá una poderosa influencia para el bien. No beberá en una corriente baja, turbia o corrompida, sino en las aguas puras y altas de la Fuente principal, y podrá comunicar nueva vida y poder a la iglesia. A medida que aumente la presión del exterior, Dios quiere que su iglesia sea vivificada por las verdades sagradas y solemnes que cree. El Santo Espíritu del cielo, obrando con los hijos y las hijas de Dios, superará obstáculos, y retendrá el terreno ventajoso contra el enemigo. Dios tiene grandes victorias en reserva para sus hijos que amen la verdad y guarden sus mandamientos. Los campos están ya blanqueando para la siega. Tenemos luz y rica dotación del cielo en la verdad preparada para nuestras manos; pero no se han educado y disciplinado hombres y mujeres para trabajar en los campos que están madurando rápidamente.
Dios sabe con qué fidelidad y espíritu de consagración cumple cada uno su misión. No hay lugar para los perezosos en esta gran obra -no hay lugar para los que traten de complacerse a sí mismos, o que sean incapaces de tener éxito en ninguna vocación de la vida, -ningún lugar para hombres tibios, que no sean fervientes de espíritu, dispuestos a soportar penurias, oposiciones, oprobio o la muerte por amor de Cristo. El ministerio cristiano no es lugar para los zánganos. Hay una clase de hombres que intentan predicar que son negligentes, descuidados e irreverentes. Sería mejor que cultivasen el suelo en vez de en señor la sagrada verdad de Dios. 181
Pronto los jóvenes deberán llevar las cargas que han soportado los ancianos. Hemos perdido el tiempo al descuidar de traer a hombres jóvenes al frente, y darles una educación más elevada y sólida. La obra está adelantando constantemente, y debemos obedecer la orden: " ¡Id adelante!" Mucho bien podría hacer la juventud que está afirmada en la verdad, que no se deja influir fácilmente ni apartar de lo recto por cuanto la rodea, sino que anda con Dios, ora mucho, y hace los más fervientes esfuerzos para recibir toda la luz que pueda. El obrero debe ser preparado para dedicar las más altas energías mentales y morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de Dios le hayan dotado; pero su éxito será proporcional al grado de consagración y sacrificio con que haga la obra, más bien que a sus dotes naturales y adquiridas. Son necesarios los esfuerzos más fervientes y continuos para adquirir calificaciones para la utilidad; pero a menos que Dios obre con los esfuerzos humanos, no se logrará nada. Cristo dijo: "Porque sin mí nada podéis hacer."* La gracia divina es el gran elemento del poder salvador; y sin ella no valdrán nada todos los esfuerzos humanos; su cooperación es necesaria aun en el caso de los esfuerzos más arduos y fervientes para inculcar la verdad.
La causa de Dios necesita maestros que tengan altas cualidades morales, y a los cuales se pueda confiar la educación de otros: hombres que sean sanos en la fe, que tengan tacto y paciencia; que anden con Dios, y se abstengan de la misma apariencia del mal; que estén tan íntimamente relacionados con Dios que puedan ser conductos de luz -en fin, caballeros cristianos. Las buenas impresiones que harán los tales no se borrarán nunca; y la educación así impartida perdurará durante toda la eternidad. Lo que se descuida en este proceso de educación permanecerá probablemente sin hacerse. ¿ Quién quiere emprender esta obra? Cuánto quisiéramos que hubiese jóvenes fuertes, 182 arraigados y afirmados en la fe, que tuviesen tal comunión viva con Dios que pudieran, si así se lo aconsejasen nuestros hermanos dirigentes, entrar en los colegios superiores de nuestro país, donde tendrían un campo más amplio de estudio y observación. El trato con diferentes clases de mentes, el familiarizarse con los trabajos y los métodos populares de educación, y un conocimiento de la teología como se enseña en las principales instituciones del saber, serían de gran valor para tales obreros, y los prepararían para trabajar en favor de las clases educadas, y para hacer frente a los errores que prevalecen en nuestros tiempos. Tal era el método seguido por los antiguos valdenses; y, si fuesen fieles a Dios, nuestros jóvenes, como los suyos, podrían hacer una buena obra, aun mientras adquirieran su educación, sembrando la semilla de la verdad en otras mentes.
"Portaos varonilmente, y esforzaos."* Preguntad a Aquel que sufrió oprobio, burlas e insultos por causa nuestra . "Señor, ¿ qué quieres que haga?," Nadie está demasiado educado para llegar a ser un humilde discípulo de Cristo. Los que sienten que es un privilegio dar lo mejor de su vida y aprender de Aquel del cual lo recibieron todo, no rehuirán trabajo y sacrificio alguno para devolver a Dios en el más alto servicio, los talentos que les confió. En la gran batalla de la vida, muchos de los obreros pierden de vista la solemnidad y el carácter sagrado de su misión. La mortífera maldición del pecado continúa agostando y borrando en ellos la imagen de Dios, porque no trabajan como Cristo trabajó.
Vemos la necesidad de estimular ideas superiores de educación, y emplear más hombres preparados en el ministerio. Los que no obtienen la debida clase de educación antes de entrar en la obra de Dios, no son competentes para aceptar su cometido santo, y para llevar a cabo la obra de reforma. Sin embargo, todos pueden continuar educándose después que han entrado 183 en la obra. Deben tener la Palabra de Dios morando en sí. Necesitamos más cultura, refinamiento y nobleza de alma en nuestros obreros. Una mejora tal daría resultados ahora y en la eternidad.
"Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido a aquel que es desde el principio." "Os he escrito a vosotros, mancebos, porque sois fuertes, y la palabra de Dios mora en vosotros, y habéis vencido al maligno."* El apóstol liga aquí la experiencia de los padres con la de los jóvenes; igualmente hay un vínculo entre los discípulos de edad en esta causa y los más jóvenes, que no han tenido experiencia en los primeros sucesos de este mensaje. Los que eran jóvenes cuando el mensaje nació, tendrán que ser educados por los viejos portaestandartes. Estos maestros deben darse cuenta de que no pueden esmerarse demasiado para preparar hombres para su cometido santo, mientras los viejos portaestandartes pueden todavía sostenerlos en alto. Y, sin embargo, los que han peleado durante tanto tiempo en las batallas, pueden todavía ganar victorias. Han conocido tan cabalmente las trampas de Satanás, que no serán arrebatados fácilmente de las antiguas sendas. Recuerdan los tiempos antiguos. Conocen a Aquel que es desde el principio. Pueden ser siempre portadores de luz, fieles testigos por Dios, epístolas vivas, conocidas y leídas de todos los hombres. Por lo tanto, demos gracias a Dios porque quedan algunos, como quedaba Juan, para relatar su experiencia en el comienzo de este mensaje y la recepción de lo que ahora nos es tan caro. Pero uno tras otro están cayendo en sus puestos, y no es sino prudente que preparemos a otros para reanudar la obra donde la dejan.
Deben hacerse esfuerzos para preparar jóvenes para la obra. Deben adelantarse al frente, para llevar cargas y responsabilidades. Los que son ahora jóvenes, deben llegar a ser hombres fuertes. Deben ser capaces de hacer planes y dar consejos. La Palabra de 184 Dios morando en ellos, los hará puros, y los llenará de fe, esperanza, valor y devoción. La obra está ahora grandemente atrasada porque hay hombres que llevan responsabilidades para las cuales no están preparados. ¿Continuará y aumentará esta gran necesidad? ¿Habrán de caer estas grandes responsabilidades de las manos de los obreros ancianos y expertos en las manos de los que son incapaces de manejarlas? ¿No estamos descuidando una obra muy importante al dejar de educar y preparar a nuestra juventud para ocupar puestos de confianza? Edúquense obreros, pero al mismo tiempo sean mansos y humildes de corazón. Elevemos la obra al más alto nivel posible, recordando siempre que si hacemos nuestra parte, Dios no dejará de hacer la suya.
Me fue mostrado que los que presiden nuestras instituciones deben tener siempre presente que hay un Director principal, el Dios del cielo. Debe haber estricta honradez en todas las transacciones comerciales, en todo departamento de la obra. Debe haber firmeza en cuanto a conservar el orden, pero la compasión, la misericordia y la tolerancia deben mezclarse con esa firmeza. La justicia tiene un hermano gemelo, que es el amor. Deben hallarse ambos lado a lado. La Biblia debe ser nuestra guía. No puede haber mayor engaño para un hombre que pensar que puede encontrar una guía mejor, cuando está en dificultad, que la Palabra de Dios. La palabra bienaventurada debe ser una lámpara a nuestros pies. Los preceptos bíblicos deben ser llevados a la vida diaria. "Testimonies for the Church," tomo 5, p. 559. 185

El Estudio Diario de la Biblia es Necesario - 28


Los que son llamados por Dios a trabajar en palabra y doctrina, deben aprender siempre. Deben tratar constantemente de mejorar, para ser dechados de la grey de Dios, y hacer bien a todos aquellos con quienes se relacionan. Los que no sienten la importancia del progreso y mejoramiento propio, no crecerán en la gracia y el conocimiento de Cristo.
Todo el cielo está interesado en la obra que se está haciendo en este mundo, que ha de preparar hombres y mujeres para la vida futura e inmortal. Es el plan de Dios que los agentes humanos tengan el alto honor de actuar como colaboradores con Jesucristo en la salvación de las almas. La Palabra de Dios revela plenamente que es el privilegio del instrumento en esta gran obra sentir que hay a su diestra. Uno que está listo para ayudarle en todo esfuerzo sincero para alcanzar la más sublime excelencia moral y espiritual en la obra del Maestro. Tal será el caso con todos los que sientan necesidad de ayuda. Deben considerar la obra de Dios como sagrada y santa, y deben traerle cada día ofrendas de gozo y gratitud, en pago del poder de su gracia, por el cual son capacitados para progresar en la vida cristiana. El obrero debe tener humilde opinión de sí mismo, considerando sus muchas oportunidades perdidas, por falta de diligencia y aprecio de la obra. No debe desalentarse, sino renovar continuamente sus esfuerzos para redimir el tiempo.
Los hombres a quienes Dios ha elegido como ministros suyos, deben prepararse para la obra mediante un escudriñamiento cabal del corazón y una íntima comunión con el Redentor del mundo. Si no tienen éxito en ganar almas para Cristo, es porque su propia alma no está en armonía con Dios. Hay demasiada ignorancia voluntaria en muchos de los que predican la Palabra. No están calificados para esta obra 172 por un cabal entendimiento de las Escrituras. No sienten la importancia de la verdad para este tiempo, y por lo tanto la verdad no es para ellos una realidad viviente. Si humillasen sus almas delante de Dios; si anduviesen de acuerdo con las Escrituras, con toda humildad de ánimo, entonces tendrían una visión más clara del Dechado que deben copiar; pero dejan de mantener sus ojos fijos en el Autor y Consumador de su fe.
No es necesario que ninguno de nosotros ceda a las tentaciones de Satanás, y así viole su conciencia y agravie al Espíritu Santo. Ha sido hecha en la Palabra de Dios toda provisión para que todos tengan la ayuda divina en sus esfuerzos para vencer. Si mantienen a Jesús delante de sí, llegarán a ser transformados a su imagen. Todos los que por la fe tienen a Cristo morando en sí están dotados de un poder que les dará éxito en sus trabajos. Se estarán haciendo constantemente más y más eficientes en su trabajo, y la bendición de Dios, manifestada en la prosperidad de la obra, testificará de que son verdaderamente colaboradores de Cristo. Pero por mucho que uno progrese en la vida espiritual, nunca llegará al punto en que no necesite escudriñar diligentemente las Escrituras; porque en ellas se hallan las evidencias de nuestra fe. Todos los puntos de doctrina, aun cuando hayan sido aceptados como verdad, deben ser sometidos a la ley y al testimonio; si no pueden resistir esta prueba, "es porque no les ha amanecido."*
El gran plan de la redención, como está revelado en la obra final de estos últimos días, debe recibir estricto examen. Las escenas relacionadas con el santuario celestial deben hacer tal impresión en la mente y el corazón de todos, que puedan impresionar a otros. Todos necesitan llegar a ser más inteligentes respecto de la obra de la expiación que se está realizando en el santuario celestial. Cuando se vea y comprenda esa gran verdad, los que la sostienen trabajarán en armonía 173 con Cristo para preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios, y sus esfuerzos tendrán éxito. Por el estudio, la contemplación y la oración, los hijos de Dios serán elevados sobre los pensamientos y sentimientos comunes y terrenales, y serán puestos en armonía con Cristo y su gran obra de purificar el santuario celestial de los pecados del pueblo. Su fe le acompañará en el santuario, y los adoradores en la tierra estarán revisando cuidadosamente su vida, comparando su carácter con la gran norma de justicia. Verán sus propios defectos; y verán también que deben recibir la ayuda del Espíritu de Dios, si han de llegar a ser calificados para la grande y solemne obra que en este tiempo se impone a los embajadores de Dios.
Cristo dijo: "Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebierais su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí."* ¿ Cuántos de los que están trabajando en palabra y en doctrina están comiendo la carne de Cristo y bebiendo su sangre ? ¿ Cuántos pueden comprender este misterio ? El Salvador mismo explica este asunto: "El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida."* La Palabra de Dios debe estar entretejida con el carácter vivo de los que la creen. La única fe vital es la que respira y asimila la verdad hasta que es parte del ser, y el poder motor de la vida y la acción. Jesús es llamado el Verbo de Dios. Aceptó la ley de su Padre, desarrolló sus principios en su vida, manifestó su espíritu, y demostró su poder benéfico en el corazón. Dice Juan: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y habito entre nosotros (vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad."* 174 Los que siguen a Cristo deben participar de su experiencia. Deben asimilar la Palabra de Dios. Deben ser cambiados a su semejanza por el poder de Cristo, y reflejar los atributos divinos. Deben comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios, o no hay vida en ellos. El espíritu y la obra de Cristo deben llegar a ser el espíritu y la obra de sus discípulos.
No es suficiente predicar la verdad; debe ser puesta en práctica en la vida. Cristo debe morar en nosotros, y nosotros en él a fin de hacer la obra de Dios. Cada uno debe tener una experiencia individual, y realizar esfuerzos personales para alcanzar las almas. Dios requiere de cada uno que consagre todas sus facultades a la obra, y por un esfuerzo continuo se eduque para hacer esa obra aceptablemente. Espera que cada uno lleve la gracia de Cristo a su corazón, a fin de ser una luz brillante y resplandeciente para el mundo. Si los que trabajan para Dios adiestran todas sus facultades cabalmente, podrán trabajar comprensivamente, con toda sabiduría, y Dios responderá seguramente a sus esfuerzos elevando, refinando salvando a sus semejantes. Todos los obreros deben emplear tacto, y poner sus facultades bajo la influencia directora del Espíritu de Dios. Deben dedicarse a estudiar su Palabra y oír la voz de Dios que se les dirige desde sus oráculos vivientes con reproches, instrucción y estímulo, y su Espíritu los fortalecerá, a fin de que progresen en la experiencia religiosa como obreros de Dios. Deben ser conducidos paso a paso a mayores luces, y su gozo será completo.
Mientras se empeñan en la obra que Dios les ha dado, no hallarán tiempo ni tendrán disposición para glorificarse; ni hallarán tiempo para murmurar o quejarse, porque, sus afectos estarán concentrados en las cosas celestiales, no en las terrenales. El corazón, el alma y el cuerpo estarán alistados en la obra del Maestro. No trabajarán egoístamente, sino que se negarán 175 a sí mismos por amor de Cristo. Alzarán su cruz; porque son sus verdaderos discípulos. Se alimentarán día tras día de las preciosas verdades de la Palabra de Dios, y así serán fortalecidos para el deber, y sostenidos para la prueba. De esta manera vendrán a ser hombres y mujeres en Cristo, fuertes y bien desarrollados. Serán entonces los verdaderos hijos e hijas del Rey celestial. La grandeza de la verdad que aman y contemplan, expandirá la mente, fortalecerá el juicio y elevará el carácter. No serán novicios en la gran obra de salvar almas; porque estarán trabajando con la sabiduría que Dios les haya dado. Ni tampoco serán enanos en la vida religiosa, sino que crecerán en Cristo, su cabeza viviente, hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús. Los conflictos con los enemigos de la verdad no harán sino fortalecer sus esperanzas, y tendrán preciosas victorias, porque invocan en su ayuda al poderoso auxiliador, que nunca desilusiona al humilde suplicante. Si sus esfuerzos tienen éxito, darán toda la gloria a Dios. El Cielo se les acercará mucho para simpatizar y cooperar con ellos. Serán hechos de veras espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Serán caracteres señalados por su pureza de corazón y vida, su fuerza de propósito, su firmeza y utilidad en la causa de Dios. Serán los nobles de Dios.
En la vida religiosa de toda alma que salga finalmente victoriosa, habrá escenas de terrible perplejidad y prueba; pero su conocimiento de las Escrituras la habilitará para recordar las promesas animadoras de Dios, que consolarán su corazón y fortalecerán su fe en el poder del Poderoso. Ella lee: "No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón." "Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado: al cual, no habiendo visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable 176 y glorificado."* La prueba de la fe es más preciosa que el oro. Todos deben aprender que esta es parte de la disciplina en la escuela de Cristo, que es esencial para purificarlos y refinarlos de la escoria terrenal. Deben soportar con entereza las burlas y los ataques del enemigo, y vencer todos los obstáculos que Satanás ponga en su senda para cerrarles el camino. Tratara de inducirlos a descuidar la oración, y de desalentarlos en el estudio de las Escrituras; y arrojará una odiosa sombra a través de su senda, para ocultar de su vista a Cristo y las atracciones celestiales.
Nadie debe caminar con temor y temblor, bajo continua duda, sembrando su senda con quejas; sino que todos deben mirar a Dios, y ver su bondad y regocijarse en su amor. Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades; entonces no desmayaréis nunca por el camino. Pronto veréis a Jesús detrás de la nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer, será darle vuestra mano con fe sencilla, y dejarle que os guíe. A medida, que os volváis confiados, llegaréis a tener esperanza por la fe en Jesús. La luz que resplandece de la cruz del Calvario os revelará cuánto estima Dios el alma, y apreciando esta estima, trataréis de reflejar la luz al mundo. Un gran nombre entre los hombres es como letras trazadas en la arena; pero un carácter sin mancha perdurará para toda la eternidad. Dios os da inteligencia y una mente razonadora, por la cual podéis comprender sus promesas; y Jesús está listo para ayudaros a formar un carácter fuerte y simétrico. Los que poseen un carácter tal, no necesitan nunca desalentarse porque no tengan éxito en los asuntos mundanales. Son "la luz del mundo." Satanás no puede destruir o anular la luz que despiden.
Dios tiene una obra para cada uno. No es parte de su plan que las almas sean sostenidas en la batalla de 177 la vida por la simpatía y la alabanza humana; pero él quiere que salgan del campamento, llevando el oprobio, peleando la buena batalla de la fe, y permaneciendo de pie mediante su fuerza bajo toda dificultad. Dios nos ha abierto todos los tesoros del cielo por el precioso don de su Hijo, que es plenamente capaz de elevarnos, ennoblecernos y hacernos idóneos, por su perfección de carácter, para ser útiles en esta vida y entrar en un cielo santo. Vino a este mundo, vivió como él requiere que vivan los que le siguen. La suya fue una vida de abnegación y constante sacrificio propio. Si estimulamos el egoísmo y la comodidad, y satisfacemos nuestras inclinaciones, si no hacemos nuestros mejores esfuerzos para cooperar con Dios en la obra maravillosa de elevarnos, ennoblecernos y purificarnos, a fin de que seamos hijos e hijas de Dios, no satisfacemos sus requisitos sufrimos una continua pérdida en esta vida, y perderemos finalmente la futura e inmortal. Dios quiere que trabajéis, no con desprecio propio ni desaliento, sino con la más fuerte fe y esperanza, con alegría y gozo, representando a Cristo ante el mundo. La religión de Jesús es gozo, paz y felicidad. Mientras escudriñamos las Escrituras y vemos la infinita condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo para que todos los que crean en él tengan vida eterna, toda facultad de nuestro ser debe ser puesta en acción, para dar alabanza y gloria y honra a él por su amor inefable hacia los hijos de los hombres. 178