ME SIENTO
instada a dirigirme a aquellos que están empeñados en dar el último mensaje de
amonestación al mundo. El que aquellos por quienes trabajen vean y acepten la
verdad depende mucho de los obreros individuales. La orden de Dios es:
"Limpiaos los que lleváis los vasos de Jehová."* Y Pablo encarga a
Timoteo: "Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina."* La obra debe
principiar con el obrero; éste debe estar unido con Cristo como el sarmiento
está unido a la vid. "Yo soy la vid -dijo Cristo,- vosotros los
pámpanos."* Esto representa la relación más íntima que sea posible.
Injértase la rama sin hojas en la cepa floreciente, y viene a ser un sarmiento
vivo, que saca savia y nutrición de la vid. Fibra por fibra, vena por vena, el
sarmiento se aferra hasta que brota y florece y lleva fruto. La rama sin savia
representa al pecador. Cuando está unida con Cristo, el alma se une al alma, lo
débil y finito a lo santo e infinito, y el hombre viene a ser uno con Cristo.
"Sin mí -dice Cristo- nada podéis hacer".* ¿Estamos unidos con Cristo
los que aseveramos ser obreros suyos? ¿Moramos en Cristo, y somos uno con él?
El mensaje que llevamos es mundial. Debe llegar a todas las naciones, lenguas y
pueblos. El Señor no requerirá de ninguno de nosotros que salga con este
mensaje, sin darnos gracia y poder para presentarlo a la gente de una manera
que corresponda a su importancia. La gran cuestión para nosotros hoy es: ¿
Estamos llevando hoy al mundo este solemne mensaje de verdad de una manera que
muestre su importancia? El Señor obrará con los obreros si ellos dependen
únicamente de Cristo. Nunca quiso que sus misioneros trabajasen sin su gracia,
destituídos de su poder.
Cristo nos ha
elegido del mundo, para que seamos un pueblo peculiar y santo. El "se dio
a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un
pueblo propio, celoso de buenas obras." * 186 Los obreros de Dios deben
ser hombres de oración, diligentes estudiantes de las Escrituras, que tengan
hambre y sed de justicia, a fin de ser una luz y fuerza para otros. Nuestro
Dios es un Dios celoso; y requiere que le adoremos en espíritu y en verdad, en
la hermosura de la santidad. El salmista dice: "Si en mi corazón hubiese yo
mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera."* Como obreros, debemos
prestar atención a nuestros caminos. Si el salmista no podría haber sido oído
si en su corazón hubiese mirado la iniquidad, ¿cómo pueden ser oídas las
oraciones de los hombres ahora, mientras conservan la iniquidad? Después de
pasar el tiempo de 1844, el fanatismo penetró en las filas de los adventistas.
Dios mandó mensajes de amonestación para detener este incipiente mal. Había
demasiada familiaridad entre algunos hombres y mujeres. Les presenté la alta
norma de la verdad que debíamos alcanzar y la pureza de comportamiento que
debíamos conservar, a fin de recibir la aprobación de Dios y estar sin mancha
ni arruga ni cosa semejante. Muy solemnes denunciaciones de Dios fueron dadas a
hombres y mujeres cuyos pensamientos iban por canales impuros, mientras
aseveraban ser especialmente favorecidos por Dios; pero el mensaje que Dios dio
fue despreciado y rechazado. Se volvieron contra mí y dijeron: "¿Ha
hablado Dios solamente por Vd. y no por nosotros?" No enmendaron sus
caminos y el Señor los dejó seguir hasta que la contaminación señaló su vida.
No estamos fuera
de peligro aun ahora. Cada alma que se dedica a dar al mundo el mensaje de
amonestación, será severamente tentada a seguir en la vida una conducta que
niegue su fe. Es el plan estudiado de Satanás hacer a los obreros débiles en la
oración, débiles en poder e influencia, a causa de sus defectos de carácter.
Nosotros, como obreros, debemos condenar unánimemente cuanto represente la menor
aproximación 187 al mal en nuestro trato mutuo, nuestra fe santa; nuestra obra
consiste en vindicar la honra de la ley de Dios, y no es de carácter tal que
rebajo los pensamientos y la conducta de uno a un nivel inferior.
Tenemos que
estar sobre una plataforma elevada. Debemos creer y enseñar la verdad tal como
es en Jesús. La santidad de corazón no conducirá nunca a acciones impuras.
Cuando uno que asevera enseñar la verdad se inclina a estar mucho en compañía
de mujeres jóvenes o aun casadas, cuando pone familiarmente su mano sobre
ellas, o está a menudo conversando con ellas de una manera familiar, temedle.
Los principios puros de la verdad no están engarzados en su alma. Los tales no
están en Cristo, y Cristo no mora en ellos. Necesitan una conversión cabal,
antes que Dios pueda aceptar su trabajo. La verdad de origen celestial no
degrada nunca al que la recibe; ni le induce a la menor aproximación a la
familiaridad indebida; por el contrario, santifica al creyente, refina su
gusto, lo eleva y ennoblece, y lo pone en íntima comunión con Jesús. Le induce
a considerar la orden del apóstol Pablo de abstenerse aun de la apariencia del
mal, porque "no sea pues blasfemado vuestro bien."*
Hay un asunto al
cual debemos prestar atención. Debemos guardarnos contra los pecados de esta
era degenerada. Debemos mantenernos alejados de todo lo que sepa a familiaridad
indebida. Dios lo condena. Es terreno prohibido, sobre el cual es inseguro
asentar los pies. Cada palabra y acción debe tender a elevar, refinar y ennoblecer
el carácter. Hay pecado en la irreflexión acerca de tales asuntos. El apóstol
Pablo exhortaba a Timoteo a la diligencia y al esmero en su ministerio, y le
instaba a meditar en las cosas puras y excelentes, para que su aprovechamiento
fuese manifiesto a todos. El mismo consejo es grandemente necesario para los
jóvenes de la era actual. Es esencial la consideración reflexiva. Si tan sólo
los hombres 188 quisieran pensar más, y obrar menos impulsivamente, tendrían
mucho más éxito en su trabajo. Estamos manejando asuntos de importancia
infinita, y no podemos entretejer en nuestra obra nuestros propios defectos de
carácter. Debemos representar el carácter de Cristo.
Tenemos una gran
obra que hacer para elevar a los hombres y ganarlos para Cristo, para inducirles
a elegir y procurar fervientemente participar de la naturaleza divina, habiendo
escapado a la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Todo
pensamiento, toda palabra y toda acción de los obreros debe ser del carácter
elevado que está en armonía con la sagrada verdad que defienden. Puede ser que
los hombres y las mujeres hayan de unirse necesariamente en nuestros
importantes campos misioneros. En tal caso, no pueden ser demasiado
circunspectos. Sean los hombres casados reservados y cuidadosos, para que no se
pueda decir con verdad ningún mal de ellos. Estamos viviendo en una época
cuando abunda la iniquidad, y una palabra descuidada o una acción impropia
pueden perjudicar grandemente la utilidad del que manifiesta esa debilidad.
Mantengan los obreros altas las barreras de la reserva; no dejen presentarse
ningún caso del cual el enemigo puede aprovecharse. Si empiezan a cifrar sus
afectos en otra persona, dando atención especial a favoritos, y empleando
palabras aduladoras, Dios retraerá su Espíritu.
Si entran en la
obra hombres casados, dejando a sus esposas en casa para cuidar a los niños, la
esposa y madre está haciendo una obra tan grande e importante como la del
esposo y padre. Mientras él está en el campo misionero, ella es, en el hogar,
una misionera cuyos cuidados, ansiedades y cargas exceden con frecuencia a las
del esposo y padre. Es importante y solemne su obra de amoldar las mentes y
caracteres de sus hijos, de prepararlos para ser útiles aquí, e idóneos para la
vida futura e inmortal. En el abierto campo misionero, el esposo puede recibir
los honores de los hombres, mientras que la que trabaja en casa 189 tal vez no
reciba crédito terrenal por su labor. Pero si ella trabaja para los mejores
intereses de su familia, tratando de amoldar su carácter según él modelo
divino, el ángel registrador escribe su nombre como el de una de las mayores
misioneras del mundo. Dios no ve las cosas como las ve la visión finita del
hombre. ¡Cuán cuidadoso debe ser el esposo y padre en mantener su lealtad a sus
votos matrimoniales! ¡Cuánta circunspección debe haber en su carácter, no sea
que estimule en algunas jóvenes, o aun en mujeres casadas, pensamientos que no
estén de acuerdo con la norma alta y santa: los mandamientos de Dios! Cristo
muestra que estos mandamientos son amplísimos, y que llegan hasta los
pensamientos, intentos y propósitos del corazón. Allí es donde muchos
delinquen. Las imaginaciones de su corazón no son del carácter puro y santo que
Dios requiere; y por muy alta que sea su vocación, por talentosos que sean
ellos, Dios anotará la iniquidad contra ellos, y los contará como mucho más
culpables y merecedores de su ira que aquellos que tienen menos talento, menos
luz, menos influencia.
Quedo apenada
cuando veo hombres alabados, adulados y mimados. Dios me ha revelado el hecho
de que algunos de los que reciben estas atenciones son indignos de pronunciar
su nombre. Sin embargo, son ensalzados hasta el cielo en la estima de algunos
seres finitos, que leen tan sólo la apariencia externa. Hermanas mías, nunca
miméis ni aduléis a pobres falibles y sujetos a yerros, sean jóvenes o
ancianos, casados o solteros. No conocéis sus debilidades, y no sabéis si estas
mismas atenciones y profusas alabanzas no han de provocar su ruina. Me alarma
la cortedad de visión, la falta de sabiduría que muchos manifiestan al
respecto.
Los hombres que
están haciendo la obra de Dios y que tienen a Cristo morando en su corazón, no
rebajarán la norma de la moralidad sin que tratarán y siempre de elevarla. No
hallarán placer en la adulación 190 de las mujeres, ni en ser mimados por
ellas. Digan los hombres, tanto solteros como casados: " Guardemos
distancia. Nunca daré la menor ocasión para que mi buen nombre sea
vilipendiado. Mi buen nombre es capital de mucho más valor para mí que el oro o
la plata. Déjenme conservarlo sin mancha. Si los hombres atacan ese nombre, no
será porque les haya dado ocasión de hacerlo, sino por la misma razón por la
cual hablaron mal de Cristo, a saber, porque odiaban la pureza y santidad de su
carácter; porque les era una constante reprensión."
Quisiera poder
impresionar en cada obrero de la causa de Dios, la gran necesidad de orar
continua y fervientemente. No pueden estar constantemente de rodillas, pero
pueden elevar su corazón a Dios. Esta es la manera en que Enoc andaba con Dios.
Sed cuidadosos, no sea que la suficiencia propia os embargue, y dejéis a Jesús
afuera, y obréis por vuestra propia fuerza más bien que por el espíritu y
fuerza del Maestro. No desperdiciéis los momentos áureos en conversaciones
frívolas. Cuando volvéis de hacer obra misionera, no os alabéis a vosotros
mismos, antes bien ensalzad a Jesús; alzad la cruz del Calvario. No permitáis
que nadie os alabe o adule, ni se aferre a vuestra mano como si le costase
dejarla. Temed tales demostraciones. Cuando mujeres jóvenes o aun casadas
manifiestan una disposición a revelaros sus secretos de familia, tened cuidado.
Cuando expresan un deseo de simpatía, sabed que es tiempo de ejercer gran
cautela. Los que están imbuídos con el espíritu de Cristo, y que andan con
Dios, no tendrán profano anhelo de simpatía. Tienen una compañía que satisface
todo deseo de la mente y el corazón. Los hombres casados que aceptan la
atención, la alabanza y los mimos de las mujeres, deben tener la seguridad de que
el amor y la simpatía de esta clase no valen la pena de obtenerse.
Con demasiada
frecuencia las mujeres son tentadoras. Con un motivo u otro, requieren la
atención 191 de los hombres, casados o solteros, y los llevan adelante hasta
que transgreden la ley de Dios, hasta que su utilidad queda arruinada, y sus
almas están en peligro. La historia de José ha sido presentada para beneficio
de todos los que como él son tentados. Fue tan firme como una roca en los
buenos principios, y respondió a la tentadora: "¿Cómo, pues, haría yo este
grande mal, y pecaría contra Dios?"* Un poder moral como el suyo es lo que
se necesita ahora. Si las mujeres quisieran tan sólo elevar sus vidas y
trabajar con Cristo, su influencia sería menos peligrosa; pero con sus
sentimientos actuales de despreocupación acerca de las responsabilidades del
hogar, y acerca de los requerimientos que Dios les hace, su influencia es con
frecuencia fuerte en la mala dirección, sus facultades son empequeñecidas, y su
obra no lleva la impresión divina. No son misioneras domésticas, ni son tampoco
misioneras fuera del hogar; y frecuentemente el hogar, el precioso hogar, queda
desolado.
Trate de vencer
cada persona que profesa a Cristo, todo lo que no sea viril, toda debilidad e
insensatez. Algunos hombres nunca crecen hasta la plena estatura de hombres en
Cristo Jesús. Son infantiles y sensuales. La piedad humilde corregiría todo
esto. La religión pura no posee características de complacencia propia e
infantil. Es honorable en el más alto grado. Por lo tanto, ninguno de los que
son alistados como soldados de Cristo esté a punto de desmayar en el día de
prueba. Todos deben sentir que tienen que hacer una obra ferviente para elevar
a sus semejantes. Nadie tiene derecho a descansar de la guerra que tiene como
fin hacer deseable la virtud, y odiado el vicio. No hay descanso para el
cristiano vivo antes de llegar al mundo eterno. El obedecer a los mandamientos
de Dios es hacer lo recto y sólo lo recto. Tal es la virilidad cristiana. Pero
muchos necesitan aprender frecuentes lecciones de la vida de Cristo, que es el
autor y consumador de nuestra fe. "Reducid pues, a vuestro 192 pensamiento
a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, porque no os
fatiguéis en Diestros ánimos desmayando."* Hemos de manifestar crecimiento
en la gracia cristiana. Manifestando mansedumbre bajo la provocación, y
apartándoos de la bajeza terrenal, dais evidencia de que poseéis en vosotros un
Salvador, y todo pensamiento, palabra y acción atrae los hombres a Jesús más
bien que a vosotros mismos. Hay mucho trabajo que hacer, y poco tiempo en que
hacerlo. Sea, pues, la obra de vuestra vida inspirar en todos el pensamiento de
que tienen que trabajar para Cristo. Dondequiera que haya deberes que cumplir
que otros no entienden porque no desean ver la obra de su vida, aceptadlo, y
hacedlo.
La norma de la
moralidad no es bastante elevada entre el pueblo de Dios. Muchos de los que
profesan guardar los mandamientos, y abogar por su defensa, los están violando.
Las tentaciones se presentan de tal manera que los tentados piensan ver una
excusa para transgredir. Los que entran en el campo misionero deben ser hombres
y mujeres que anden y hablen con Dios. Los que se destacan como ministros en el
sagrado púlpito, deben ser hombres de reputación intachable; su vida debe ser
sin mancha, estar sobre todo lo que sepa a impureza. No hagáis correr riesgos a
vuestra reputación yendo en el camino de la tentación. Si una mujer os retiene
la mano, retiradla prestamente, y salvadla del pecado. Si ella manifiesta
indebido afecto, y se lamenta de que su esposo no la ama ni simpatiza con ella,
no tratéis de suplir esa falta. Vuestra única conducta segura y prudente en tal
caso consiste en guardar vuestra simpatía para vosotros mismos. Los tales casos
son numerosos. Señalad a las almas el que lleva las cargas, el verdadero y
seguro consejero. Si ella ha elegido a Cristo como compañero, él le dará su
gracia para soportar la negligencia sin quejarse; mientras tanto debe tratar de
hacer cuanto pueda para atraer a su esposo a sí misma, por la más estricta
lealtad 193 a él, y la fidelidad en hacer agradable y atrayente su hogar. Si
todos sus esfuerzos no tienen éxito y no son apreciados, tendrá la simpatía y
ayuda de su bendito Redentor. El le ayudará a llevar todas sus cargas, y la
consolará de sus desilusiones. Ella manifiesta desconfianza en Jesús cuando
busca objetos mundanos que suplan el lugar que Cristo está siempre dispuesto a
ocupar. Con sus quejas, peca contra Dios. Haría bien si examinara su propio
corazón con espíritu crítico, para ver si el pecado no está en acecho en el
alma. El corazón que busca así la simpatía humana y acepta atenciones
prohibidas de parte de cualquiera, no es puro ni sin falta delante de Dios.
La Biblia
presenta muchas sorprendentes ilustraciones de la fuerte influencia que
ejercieron mujeres mal intencionadas. Cuando Balaam fue llamado a maldecir a
Israel, no le fue permitido hacerlo; porque el Señor "no ha notado
iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel."* Pero Balaam, que
había ya cedido a la tentación, se volvió plenamente agente de Satanás; y
resolvió lograr indirectamente lo que Dios no le había permitido hacer
directamente. En seguida tendió un lazo por el cual Israel quedaría seducido
por las hermosas mujeres moabitas, quienes los inducirían a transgredir la ley
de Dios. Así se hallaría iniquidad en el pueblo, y la bendición de Dios no
descansaría sobre los israelitas. Sus fuerzas quedarían grandemente
debilitadas, y sus enemigos ya no temerían su poder, porque la presencia del
Señor de los ejércitos no estaría con ellos.
Esto está
destinado a ser una amonestación al pueblo de Dios que vive en los últimos
días. Si busca la justicia y la verdadera santidad, si guarda todos los
mandamientos de Dios, no se permitirá que Satanás y sus agentes lo venzan. Toda
la oposición de sus más acérrimos enemigos, resultará impotente para destruir o
desarraigar la vid plantada por Dios. Satanás entiende lo que Balaam aprendió
por triste experiencia, 194 a saber, que no hay encantamiento contra Jacob ni
adivinación contra Israel, mientras que la iniquidad no es acariciada en su
medio; por lo tanto, emplea siempre su poder e influencia para manchar su
unidad y contaminar la pureza de su carácter. Tiende sus lazos en mil maneras
para debilitar su poder en favor del bien.
Vuelvo a
instaros acerca de la necesidad de cultivar la pureza en todo pensamiento,
palabra y acción. Tenemos una responsabilidad individual delante de Dios, una
obra individual, que nadie puede hacer por nosotros: consiste en hacer mejor el
mundo por los preceptos del esfuerzo personal y el ejemplo. Aunque debemos
cultivar la sociabilidad, no debe ser meramente para divertirnos, sino con un
propósito. Hay almas que salvar. Acercaos a ellas por el esfuerzo personal.
Abrid vuestras puertas a los jóvenes que están expuestos a la tentación. El mal
los invita por todas partes. Tratad de interesarles. Si ellos están llenos de
defectos, tratad de corregir estos errores. No os mantengáis separados de
ellos, sino antes acercaos a ellos. Traedlos a vuestros hogares; invitadlos a
vuestro altar de la familia. Hay una obra que miles necesitan que sea hecha por
ellos. De todo árbol del huerto de Satanás cuelgan frutas tentadoras y
venenosas, y se pronuncia una maldición sobre todos los que las desprendan y
coman. Recordemos los requerimientos de Dios para con nosotros en cuanto a
hacer la senda del cielo clara, brillante y atrayente, a fin de que arranquemos
almas de los destructivos ensalmos de Satanás.
Dios nos ha dado
la razón, para que la usemos con propósito noble. Estamos aquí como quienes son
probados para la vida futura. Es un período demasiado solemne para que algunos
de nosotros sea descuidado o avance con incertidumbre. Nuestro trato con otros
debe caracterizarse por la sobriedad y el ánimo celestial. Nuestra conversación
debe girar sobre cosas celestiales. "Entonces los que tienen a Jehová
hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó fue escrito libro de
memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su
nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en
el día que yo tengo de hacer: y perdonarélos como el hombre que perdona a su
hijo que le sirve."* 195
¿ Qué es más
digno de embargar la mente que el plan de la redención? Es un tema inagotable.
El amor de Jesús, la salvación ofrecida por este amor infinito al hombre caído,
la santidad de corazón, la verdad preciosa y salvadora para estos postreros
días, la gracia de Cristo: éstos son temas que pueden animar el alma, y hacer
sentir a los puros de corazón aquel gozo que los discípulos sintieron cuando
Jesús vino y anduvo con ellos mientras viajaban a Emaús. El que ha concentrado
sus afectos en Cristo apreciará esta clase de asociación santificada, y recibirá
fuerza divina por un trato tal; pero el que no tiene aprecio por esta clase de
conversación, y al cual le agrada más hablar de insensateces sentimentales, se
ha alejado de Dios, y va quedando muerto para las aspiraciones altas y nobles.
Los tales interpretan lo sensual, lo terrenal como si fuese celestial. Cuando
la conversación es de carácter frívolo, Y sabe a una desasosegada búsqueda de
simpatía y aprecio humano, brota de un sentimentalismo amoroso enfermizo, y ni
los jóvenes ni los hombres de canas están seguros. Cuando la verdad de Dios sea
un principio permanente en el corazón, será como una fuente viva. Pueden
hacerse tentativas para reprimida, pero brotará en otro lugar; si está allí, no
puede ser reprimida. La verdad en el corazón es un manantial de vida. Refresca
a los cansados, y refrena los pensamientos y las palabras viles.
¿No están
sucediendo bastantes cosas en derredor nuestro para mostrarnos los peligros que
asedian nuestra senda? Por doquiera vemos náufragos de la humanidad, altares de
la familia descuidados, familias quebrantadas. Hay un extraño abandono de los
principios 196 buenos, un rebajamiento de la norma de la moralidad; están
aumentando rápidamente los pecados que atrajeron los juicios de Dios sobre la
tierra en ocasión del diluvio y la destrucción de Sodoma por el fuego. Nos
estamos acercando al fin. Dios ha soportado largo tiempo la perversidad, pero
su castigo no es menos seguro. Apártense de toda iniquidad los que profesan ser
la luz del mundo. Vemos manifestado contra la verdad el mismo espíritu que se
vio en el día de Cristo. Por falta de argumentos bíblicos, los que anulan la
ley de Dios fabricarán mentiras para manchar y ennegrecer a los obreros. Así lo
hicieron con el Redentor del mundo; y así harán con quienes le sigan. Serán
presentados como verdad informes que no tienen el menor fundamento.
Dios ha
bendecido a sus hijos que guardan sus mandamientos, y toda la oposición y las
mentiras que sean presentadas contra ellos no harán sino fortalecer a los que
defienden con firmeza la fe una vez dada a los santos. Pero si los que profesan
ser depositarios de la ley de Dios vienen a ser transgresores de esa ley, el
Señor les retirará su cuidado protector, y muchos caerán por la perversidad y
la licencia. Entonces nos veremos de veras incapacitados para subsistir delante
de nuestros enemigos. Pero si los suyos permanecen separados y distintos del
mundo, como una nación que hace justicia, Dios será su defensa, y no habrá
armas forjadas contra ellos que prosperen. En vista de los peligros de este
tiempo, y como pueblo que guarda los mandamientos de Dios, ¿no habremos de
apartar de nosotros todo pecado, toda iniquidad, toda perversidad? ¿No habrán
de vigilarse estrictamente a sí mismas las mujeres que profesan la verdad, a
fin de no estimular la menor familiaridad injustificable? Pueden cerrar muchas
puertas de tentación si observan en toda ocasión una reserva estricta y una
conducta apropiada. Hallen los hombres un ejemplo en la vida de José, y
manténganse firmes por los buenos principios, por intensamente tentados que se
vean. Debemos 197 ser hombres y mujeres fuertes por lo recto. Hay en derredor
nuestro quienes son débiles en fuerza moral. Necesitan estar en compañía de los
que son firmes, y cuyo corazón está íntimamente ligado al corazón de Cristo.
Los principios de cada uno serán probados. Hay quienes se exponen a la
tentación como un insensato a la corrección de la vara. Invitan al enemigo a
tentarlos. Se enervan, son debilitados en poder moral, y el resultado es
vergüenza y confusión.
iCuán
despreciables son a la vista de un Dios santo los que profesan vindicar su ley,
y sin embargo violan sus preceptos! Traen oprobio a la preciosa causa, y dan a
los oponentes de la verdad ocasión de triunfar. Nunca debiera obliterarse la
marca de distinción entre los que siguen a Jesús y los que siguen a Satanás.
Hay una línea clara trazada por Dios mismo entre el mundo y la iglesia, entre
los que observan los mandamientos y los que los violan. No se fusionan, son tan
diferentes como el medio día de la media noche: diferentes en sus gustos, sus
propósitos, su carácter. Si cultivamos el amor a Dios y el temor de Jehová,
rechazaremos la menor aproximación a la impureza.
El Señor atraiga
las almas a sí mismo, y les imparta individualmente un sentido de su responsabilidad
de formar un carácter tal que Cristo no se avergüence de llamarlos hermanos.
Elevad la norma, y entonces la bendición celestial será pronunciada sobre
vosotros en aquel día en que cada uno recibirá según las acciones hechas en el
cuerpo. Los que trabajan para Dios deben vivir como a su vista, y estar
constantemente desarrollándose en carácter, en verdadera virtud, y piedad. Su
mente y corazón deben estar tan cabalmente imbuídos del espíritu de Cristo, y
tan embargados por la solemnidad del mensaje sagrado que tienen que llevar, que
todo pensamiento, acción y motivo estarán muy por encima de lo terrenal y
sensual. Su felicidad no consistirá en las complacencias prohibidas y egoístas,
sino en Jesús y su amor. 198
Mi oración es:
"¡Oh Señor, unge los ojos de tu pueblo, para que discierna entre el pecado
y la santidad, entre la contaminación y la justicia, y salga al fin
vencedor!"
Me han sido
mostrados los peligros que corren los jóvenes. Sus corazones están llenos de
altas expectativas, y ven el camino descendente sembrado de placeres tentadores
que parecen muy atrayentes; pero la muerte está allí. La senda estrecha que
lleva a la vida puede parecerles desprovista de atractivos, una senda de
espinas y cardos, pero no lo es. Es la senda que requiere el abandono de los
placeres pecaminosos; es una senda estrecha, trazada para que anden en ella los
redimidos del Señor. Nadie puede andar en esta senda y llevar consigo su carga
de orgullo, voluntad propia, engaño, mentira, falta de honradez, pasión y concupiscencias
carnales. La senda es tan angosta, que esas cosas tienen que ser dejadas atrás
por los que andan en ella; pero el camino ancho es bastante amplio para que los
pecadores viajen en él con todas sus propensiones pecaminosas.
Joven,
si rechazas a Satanás con todas sus tentaciones, podrás andar en las pisadas de
tu Redentor, y tener la paz del cielo, los goces de Cristo. No puedes ser feliz
en la complacencia del pecado. Puedes lisonjearte de que eres feliz, pero no
puedes conocer la verdadera felicidad. El carácter se deforma si uno se entrega
al pecado. Se encuentran peligros a cada paso hacia abajo, y los que podrían
ayudar a la juventud no lo ven ni se dan cuenta de ello. No se manifiesta el
bondadoso y tierno interés que debería tomarse en los jóvenes. Muchos podrían
ser guardados de influencias pecaminosas, si estuviesen rodeados de buenas
compañías, y se les dirigiesen palabras de bondad y amor. -"Testimonies
for the Church," tomo 4, p. 364. 199