TENEMOS que
hacer una obra que pocos comprenden. Consiste en llevar la verdad a todas las
naciones. Hay un amplio campo de trabajo en los países extranjeros, como en los
Estados Unidos. Dios llama a hombres que sean consagrados, puros, de gran
corazón y miras amplias, humildes, para que entren en estos campos. ¡Cuán pocos
tienen un sentido de esta gran obra! Debemos despertar, y trabajar desde un
punto de vista más elevado de lo que lo hemos hecho hasta ahora. Los que ahora
aceptan la verdad, tienen toda ventaja, especialmente en la acumulación de la
luz y los conocimientos presentados en nuestras publicaciones. La experiencia
pasada, rica y variada, debe ser apreciada ahora debidamente. Sabemos cuán
difícilmente adelantaba la obra al principio; cuántos obstáculos se le oponían;
cuán pocas comodidades estaban a la disposición de los primeros obreros de esta
causa para usarlas en su adelantamiento: pero ahora todo ha cambiado, y la
clara luz resplandece. Si el cristianismo primitivo pudiese entrar en el
corazón de todos los que aseveran creer la verdad, les traería nueva vida y
poder. Los que están en tinieblas verían entonces el contraste entre la verdad
y el error, entre las enseñanzas de la Palabra de Dios y las fábulas y
supersticiones. Se han cometido errores al no tratar de alcanzar a los
predicadores y las clases superiores con la verdad. Se ha rehuido demasiado a
la gente que no es de nuestra fe. Aunque no debemos asociarnos con ella para
recibir su molde, hay por doquiera personas sinceras en favor de las cuales
debiéramos trabajar sabia e inteligentemente, llenos de amor por sus almas.
Debiera crearse un fondo para educar a hombres y mujeres para trabajar por
estas clases superiores, tanto aquí como en otros países. Hemos hablado
demasiado de rebajarnos a la mente común. Dios quiere hombres de talento y buen
intelecto, que puedan pesar los argumentos, hombres que caven por la verdad 179
como por tesoros escondidos. Estos hombres serán capaces de alcanzar, no
solamente las clases comunes, sino las mejores. Los tales hombres serán siempre
estudiantes de la Biblia, plenamente compenetrados del carácter sagrado de las
responsabilidades que sobre ellos descansan. Darán prueba cabal de su ministerio.
Hay demasiado
poco talento que trabaja en los diferentes ramos de la obra. Deben lanzarse
nuevas empresas. Necesitamos capacidad para idear planes por los cuales las
almas que están en las tinieblas del error puedan ser alcanzadas. Necesitamos
la inteligencia de mentes variadas; pero no debemos censurarlas porque sus
ideas no se ajusten precisamente a las nuestras. Debemos tener planes más
amplios para la educación de obreros que han de dar el mensaje. Los que creen y
aman la verdad, han obrado noblemente dando de sus recursos para sostener sus
diversas empresas, pero hay gran falta de obreros capaces. No es prudente estar
constantemente gastando recursos para abrir campos nuevos, mientras que se hace
tan poco para preparar obreros que los ocupen. La obra de Dios no debe ser
impedida por falta de agentes que la realicen. El llama a hombres cultos, que
sean estudiantes de la Biblia, que amen la verdad que presentan a otros, que la
introduzcan en su propia vida y carácter. Necesitamos hombres que amen a Jesús
y se aferren a él, y que aprecien el sacrificio infinito hecho en favor de la
humanidad caída. Necesitamos labios tocados por el fuego santo, corazones
limpios de la contaminación del pecado. Aquellos cuya piedad es superficial, y
que tienen gran ambición de ser considerados los primeros y mejores, no son los
hombres para este tiempo. No se necesitan aquellos que piensan más en su propia
voluntad que en la obra.
Nuestras
iglesias no están recibiendo la preparación que las induciría a andar con toda
humildad de ánimo, a desechar todo el orgullo de la ostentación externa, y a
trabajar para el atavío interno. La eficiencia de la iglesia es precisamente lo
que la hacen el celo, 180 la pureza, la abnegación y el trabajo diligente de
los ministros. Un espíritu misionero activo debe caracterizar a sus miembros
individuales. Deben tener piedad más profunda, una fe más fuerte, y opiniones
más amplias. Deben hacer una obra más cabal en el esfuerzo personal. Lo que
necesitamos es una religión viva. Una sola persona que tenga amplios conceptos
del deber, cuya alma esté en comunión con Dios, y que esté llena de celo por
Cristo, ejercerá una poderosa influencia para el bien. No beberá en una
corriente baja, turbia o corrompida, sino en las aguas puras y altas de la Fuente
principal, y podrá comunicar nueva vida y poder a la iglesia. A medida que
aumente la presión del exterior, Dios quiere que su iglesia sea vivificada por
las verdades sagradas y solemnes que cree. El Santo Espíritu del cielo, obrando
con los hijos y las hijas de Dios, superará obstáculos, y retendrá el terreno
ventajoso contra el enemigo. Dios tiene grandes victorias en reserva para sus
hijos que amen la verdad y guarden sus mandamientos. Los campos están ya
blanqueando para la siega. Tenemos luz y rica dotación del cielo en la verdad
preparada para nuestras manos; pero no se han educado y disciplinado hombres y
mujeres para trabajar en los campos que están madurando rápidamente.
Dios sabe con
qué fidelidad y espíritu de consagración cumple cada uno su misión. No hay
lugar para los perezosos en esta gran obra -no hay lugar para los que traten de
complacerse a sí mismos, o que sean incapaces de tener éxito en ninguna
vocación de la vida, -ningún lugar para hombres tibios, que no sean fervientes
de espíritu, dispuestos a soportar penurias, oposiciones, oprobio o la muerte
por amor de Cristo. El ministerio cristiano no es lugar para los zánganos. Hay
una clase de hombres que intentan predicar que son negligentes, descuidados e
irreverentes. Sería mejor que cultivasen el suelo en vez de en señor la sagrada
verdad de Dios. 181
Pronto los
jóvenes deberán llevar las cargas que han soportado los ancianos. Hemos perdido
el tiempo al descuidar de traer a hombres jóvenes al frente, y darles una
educación más elevada y sólida. La obra está adelantando constantemente, y
debemos obedecer la orden: " ¡Id adelante!" Mucho bien podría hacer
la juventud que está afirmada en la verdad, que no se deja influir fácilmente
ni apartar de lo recto por cuanto la rodea, sino que anda con Dios, ora mucho,
y hace los más fervientes esfuerzos para recibir toda la luz que pueda. El
obrero debe ser preparado para dedicar las más altas energías mentales y
morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de Dios le hayan dotado;
pero su éxito será proporcional al grado de consagración y sacrificio con que
haga la obra, más bien que a sus dotes naturales y adquiridas. Son necesarios
los esfuerzos más fervientes y continuos para adquirir calificaciones para la
utilidad; pero a menos que Dios obre con los esfuerzos humanos, no se logrará
nada. Cristo dijo: "Porque sin mí nada podéis hacer."* La gracia
divina es el gran elemento del poder salvador; y sin ella no valdrán nada todos
los esfuerzos humanos; su cooperación es necesaria aun en el caso de los
esfuerzos más arduos y fervientes para inculcar la verdad.
La causa de Dios
necesita maestros que tengan altas cualidades morales, y a los cuales se pueda
confiar la educación de otros: hombres que sean sanos en la fe, que tengan
tacto y paciencia; que anden con Dios, y se abstengan de la misma apariencia
del mal; que estén tan íntimamente relacionados con Dios que puedan ser
conductos de luz -en fin, caballeros cristianos. Las buenas impresiones que
harán los tales no se borrarán nunca; y la educación así impartida perdurará
durante toda la eternidad. Lo que se descuida en este proceso de educación
permanecerá probablemente sin hacerse. ¿ Quién quiere emprender esta obra?
Cuánto quisiéramos que hubiese jóvenes fuertes, 182 arraigados y afirmados en
la fe, que tuviesen tal comunión viva con Dios que pudieran, si así se lo
aconsejasen nuestros hermanos dirigentes, entrar en los colegios superiores de
nuestro país, donde tendrían un campo más amplio de estudio y observación. El
trato con diferentes clases de mentes, el familiarizarse con los trabajos y los
métodos populares de educación, y un conocimiento de la teología como se enseña
en las principales instituciones del saber, serían de gran valor para tales
obreros, y los prepararían para trabajar en favor de las clases educadas, y
para hacer frente a los errores que prevalecen en nuestros tiempos. Tal era el
método seguido por los antiguos valdenses; y, si fuesen fieles a Dios, nuestros
jóvenes, como los suyos, podrían hacer una buena obra, aun mientras adquirieran
su educación, sembrando la semilla de la verdad en otras mentes.
"Portaos
varonilmente, y esforzaos."* Preguntad a Aquel que sufrió oprobio, burlas
e insultos por causa nuestra . "Señor, ¿ qué quieres que haga?,"
Nadie está demasiado educado para llegar a ser un humilde discípulo de Cristo.
Los que sienten que es un privilegio dar lo mejor de su vida y aprender de
Aquel del cual lo recibieron todo, no rehuirán trabajo y sacrificio alguno para
devolver a Dios en el más alto servicio, los talentos que les confió. En la
gran batalla de la vida, muchos de los obreros pierden de vista la solemnidad y
el carácter sagrado de su misión. La mortífera maldición del pecado continúa
agostando y borrando en ellos la imagen de Dios, porque no trabajan como Cristo
trabajó.
Vemos la
necesidad de estimular ideas superiores de educación, y emplear más hombres
preparados en el ministerio. Los que no obtienen la debida clase de educación
antes de entrar en la obra de Dios, no son competentes para aceptar su cometido
santo, y para llevar a cabo la obra de reforma. Sin embargo, todos pueden
continuar educándose después que han entrado 183 en la obra. Deben tener la
Palabra de Dios morando en sí. Necesitamos más cultura, refinamiento y nobleza
de alma en nuestros obreros. Una mejora tal daría resultados ahora y en la
eternidad.
"Os escribo
a vosotros, padres, porque habéis conocido a aquel que es desde el
principio." "Os he escrito a vosotros, mancebos, porque sois fuertes,
y la palabra de Dios mora en vosotros, y habéis vencido al maligno."* El
apóstol liga aquí la experiencia de los padres con la de los jóvenes;
igualmente hay un vínculo entre los discípulos de edad en esta causa y los más
jóvenes, que no han tenido experiencia en los primeros sucesos de este mensaje.
Los que eran jóvenes cuando el mensaje nació, tendrán que ser educados por los
viejos portaestandartes. Estos maestros deben darse cuenta de que no pueden
esmerarse demasiado para preparar hombres para su cometido santo, mientras los
viejos portaestandartes pueden todavía sostenerlos en alto. Y, sin embargo, los
que han peleado durante tanto tiempo en las batallas, pueden todavía ganar
victorias. Han conocido tan cabalmente las trampas de Satanás, que no serán
arrebatados fácilmente de las antiguas sendas. Recuerdan los tiempos antiguos.
Conocen a Aquel que es desde el principio. Pueden ser siempre portadores de
luz, fieles testigos por Dios, epístolas vivas, conocidas y leídas de todos los
hombres. Por lo tanto, demos gracias a Dios porque quedan algunos, como quedaba
Juan, para relatar su experiencia en el comienzo de este mensaje y la recepción
de lo que ahora nos es tan caro. Pero uno tras otro están cayendo en sus
puestos, y no es sino prudente que preparemos a otros para reanudar la obra
donde la dejan.
Deben hacerse
esfuerzos para preparar jóvenes para la obra. Deben adelantarse al frente, para
llevar cargas y responsabilidades. Los que son ahora jóvenes, deben llegar a
ser hombres fuertes. Deben ser capaces de hacer planes y dar consejos. La
Palabra de 184 Dios morando en ellos, los hará puros, y los llenará de fe,
esperanza, valor y devoción. La obra está ahora grandemente atrasada porque hay
hombres que llevan responsabilidades para las cuales no están preparados.
¿Continuará y aumentará esta gran necesidad? ¿Habrán de caer estas grandes
responsabilidades de las manos de los obreros ancianos y expertos en las manos
de los que son incapaces de manejarlas? ¿No estamos descuidando una obra muy
importante al dejar de educar y preparar a nuestra juventud para ocupar puestos
de confianza? Edúquense obreros, pero al mismo tiempo sean mansos y humildes de
corazón. Elevemos la obra al más alto nivel posible, recordando siempre que si
hacemos nuestra parte, Dios no dejará de hacer la suya.
Me fue mostrado
que los que presiden nuestras instituciones deben tener siempre presente que
hay un Director principal, el Dios del cielo. Debe haber estricta honradez en
todas las transacciones comerciales, en todo departamento de la obra. Debe
haber firmeza en cuanto a conservar el orden, pero la compasión, la
misericordia y la tolerancia deben mezclarse con esa firmeza. La justicia tiene
un hermano gemelo, que es el amor. Deben hallarse ambos lado a lado. La Biblia
debe ser nuestra guía. No puede haber mayor engaño para un hombre que pensar
que puede encontrar una guía mejor, cuando está en dificultad, que la Palabra
de Dios. La palabra bienaventurada debe ser una lámpara a nuestros pies. Los
preceptos bíblicos deben ser llevados a la vida diaria. "Testimonies for
the Church," tomo 5, p. 559. 185
No hay comentarios:
Publicar un comentario