"Y OCHOZÍAS
cayó por las celosías de una sala de la casa que tenía en Samaria; y estando
enfermo envió mensajeros, y díjoles: Id, y consultad a Baal-zebub, dios de
Ecrón, si tengo de sanar de esta mi enfermedad. Entonces el ángel de Jehová
habló a Elías thisbita, diciendo: Levántate, y sube a encontrarte con los
mensajeros del rey de Samaria, y les dirás: ¿No hay Dios en Israel, que
vosotros vais y consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón? Por tanto así ha dicho
Jehová: "Del lecho en que subiste no descenderás, antes morirás
ciertamente." *
Este relato
presenta sorprendentemente el desagrado divino en que incurren aquellos que se
apartan de Dios para dirigirse a los agentes satánicos. Poco tiempo antes de los
acontecimientos arriba relatados, el reino de Israel había cambiado de
gobernante. Acab había caído bajo el juicio de Dios, y había sido sucedido por
su hijo Ochozías, personaje indigno, que hizo tan sólo lo malo ante los ojos de
Jehová, andando en los caminos de su padre y de su madre, e induciendo a Israel
a pecar. Servía a Baal, y le adoraba, provocando la ira de Jehová Dios de
Israel, como lo había hecho su padre Acab. Pero los juicios siguieron pronto a
los pecados del rey rebelde. Una guerra con Moab, y luego el accidente que
amenazó su vida, atestiguaron la ira de Dios contra Ochozías.
¡Cuánto había
oído y visto el rey de Israel en el tiempo de su padre, acerca de las obras
asombrosas del Altísimo! ¡Qué terrible evidencia de su severidad y celo había
dado Dios al apóstata Israel! Ochozías sabía todo esto; sin embargo, obró como
si estas tremendas realidades, y aun el terrible fin de su propio padre,
hubiesen sido un cuento. En vez de humillar su corazón ante el Señor, se
atrevió a cometer el acto más audaz de impiedad que señalara su vida. Ordenó 32
a sus siervos: "Id, y consultad a Baal-zebub, dios de Ecrón, si tengo de
sanar de esta enfermedad."*
Se creía que el
ídolo de Ecrón daba información, por medio de sus sacerdotes, acerca de los
acontecimientos futuros. Esto era tan generalmente creído que muchos, desde
distancias considerables, recurrían a dicho ídolo. Las predicciones allí hechas
y la información dada, procedían directamente del príncipe de las tinieblas.
Satanás es quien creó y quien sostiene el culto de los ídolos, para apartar de
Dios la mente de los hombres. Es por su intervención cómo se sostiene el reino
de las tinieblas y mentiras.
La historia del
pecado y castigo de Ochozías encierra una lección y advertencia que nadie puede
despreciar con impunidad. Aunque no tributen homenaje a los dioses paganos,
millares están adorando ante el altar de Satanás tan ciertamente como lo hacía
el rey de Israel. El mismo espíritu de idolatría pagana abunda hoy, aunque,
bajo la influencia de la ciencia y la educación, ha asumido una forma, más
refinada y atrayente. Cada día añade tristes evidencias de que la fe en la
segura palabra de la profecía está disminuyendo rápidamente, y de que en su
lugar la superstición y hechicería satánicas están cautivando las mentes
humanas. Todos los que no escudriñando fervientemente las Escrituras, ni
someten todo deseo y propósito de la vida a esa prueba infalible, todos los que
no buscan a Dios en oración para obtener el conocimiento de su voluntad, se
extraviarán seguramente de la buena senda, y caerán bajo la seducción de
Satanás.
Los oráculos
paganos tienen su contraparte en los médiums espiritistas, clarividentes y
agoreros de hoy. Las voces místicas que hablaban en Ecrón y Endor están todavía
extraviando a los hijos de los hombres por sus palabras mentirosas. El príncipe
de las tinieblas ha aparecido con sitio disfraz. Los misterios del culto pagano
han sido reemplazados por las asociaciones y sesiones secretas, las
obscuridades y prodigios de 33 los magos de nuestro tiempo. Estas revelaciones
son recibidas ávidamente por millares que se niegan a aceptar la luz de la
Palabra de Dios o de su Espíritu. Mientras hablan con desprecio de los magos
antiguos, el gran engañador se ríe triunfalmente, pues ceden a sus artes bajo
una forma diferente.
Sus agentes
continúan pretendiendo curar la enfermedad. Atribuyen su poder, a la
electricidad, el magnetismo, o los así llamados "remedios
simpáticos." A la verdad no son sino conductos para las corrientes
eléctricas de Satanás. Por este medio. él echa su ensalmo sobre los cuerpos y
las almas de los hombres.
De vez en cuando
he recibido cartas, tanto de nuestros ministros como de los miembros laicos de
la iglesia, para averiguar si considero malo el consultar a médicos
espiritistas y, clarividentes. Por falta de tiempo no he contestado a esas
cartas. Pero ahora el asunto ha sido nuevamente traído a mi atención. Tan
numerosos se están volviendo estos agentes de Satanás, y tan general la
práctica de pedirles consejo, que parece necesario proferir palabras de
advertencia.
Dios ha puesto a
nuestro alcance el obtener conocimiento de las leyes de salud. Nos ha impuesto
el deber de conservar nuestras facultades físicas en la mejor condición
posible, a fin de que le prestemos servicio aceptable. Los que se niegan a
aprovechar la luz y el conocimiento que han sido puestos misericordiosamente a
su alcance, están rechazando uno de los medios que Dios les ha concedido para
favorecer la vida espiritual tanto como la física. Se están colocando donde
estarán expuestos a las seducciones de Satanás.
No pocos en esta
era cristiana y en esta nación cristiana, recurren a los malos espíritus, antes
que confiar en el poder del Dios viviente. La madre, que vela junto al lecho de
su hijo enfermo, exclama: "No puedo hacer más. ¿No hay médico que tenga
poder para sanar a mi hijo ?" Se le habla de las maravillosas 34
curaciones realizadas por algún clarividente o sanador magnético, y ella le
confía su amado, poniéndole tan ciertamente en las manos de Satanás como si
éste estuviese a su lado. En muchos casos, la vida futura del niño queda
dominada por una potencia satánica, que parece imposible quebrantar.
Muchos no
quieren hacer el esfuerzo necesario para obtener un conocimiento de las leyes
de la vida y de los sencillos medios que se pueden emplear para recuperar la
salud. No se colocan en la debida relación con la vida. Cuando la transgresión
de la ley natural provoca la enfermedad, no tratan de corregir sus errores y
luego pedir la bendición de Dios, sino que recurren a los médicos. Si recobran
la salud, dan a las drogas y a los médicos toda la honra. Están siempre listos
para idolatrar el poder y la sabiduría humana, pareciendo no conocer otro Dios
que la criatura que es polvo y ceniza.
He oído a una
madre rogar a un médico incrédulo que salvase la vida de su hijo; pero cuando
le rogué que buscase ayuda del gran médico que puede salvar hasta lo sumo a
todos los que a él se allegan con fe, se dio vuelta con impaciencia. En esto
vemos el mismo espíritu que manifestó Ochozías.
No es seguro
confiar en los médicos que no tienen el temor de Dios. Sin la influencia de la
gracia divina, el corazón de los hombres es "engañoso . . . más que todas
las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?"* El engrandecimiento propio es
su blanco. ¡Cuántas iniquidades se ocultan bajo el manto de la profesión
médica, cuántos engaños se sostienen! El médico puede pretender que posee gran
sabiduría y habilidad maravillosa, mientras que su carácter es relajado, y sus
prácticas contrarias a las leyes de la vida. El Señor nuestro Dios nos asegura
que él aguarda para ser misericordioso; nos invita a invocarle en el día de la
angustia. ¿ Cómo podemos apartarnos de él para confiar en un brazo de carne? 35
Venid conmigo a
la pieza de un enfermo. Allí yace un esposo y padre, un hombre que es una
bendición para la sociedad y la causa de Dios. Ha sido repentinamente postrado
por la enfermedad. El fuego de la fiebre parece consumirlo. Anhela un poco de
agua pura para mojar sus labios resecos, para aplacar la furiosa sed, y
refrescar la frente febril. Pero no; el doctor ha prohibido el agua. Se le
administra el estímulo de una bebida alcohólica, se añade combustible al fuego.
La bendita agua, don del cielo, aplicada hábilmente, apagaría la llama
devoradora, pero se la reemplaza por drogas venenosas.
Por un tiempo,
la naturaleza contiende por sus fueros, pero al fin, vencida, renuncia a la
lucha, y la muerte liberta al doliente. Dios deseaba que ese hombre viviese, a
fin de que beneficiase al mundo; Satanás resolvió destruirlo, y logró hacerlo
por el médico. ¿Hasta cuándo permitiremos que se apaguen así nuestras luces más
preciosas?
Ochozías mandó a
sus siervos para averiguar de Baal-zebub, en Ecrón; pero en vez de un mensaje
del ídolo, oyó la terrible denuncia del Dios de Israel: "Del lecho en que
subiste no descenderás, antes morirás ciertamente." Fue Cristo quien
ordenó a Elías que dijese esas palabras al rey apóstata. Jehová Emmanuel tenía
motivo para estar muy agraviado por la impiedad de Ochozías. ¿Qué no ha hecho
Cristo para ganar el corazón de los pecadores, para inspirarles inquebrantable
confianza en sí mismo? Durante siglos ha visitado a su pueblo con
manifestaciones de la más condescendiente bondad y amor sin ejemplo. Desde los
tiempos de los patriarcas, ha mostrado que sus "delicias son con los hijos
de los hombres."* Ha sido un pronto auxilio para todos los que le buscaron
con sinceridad. "En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel
de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió."* Sin
embargo, Israel 36 se había rebelado contra Dios, y apartado para buscar la
ayuda del peor enemigo del Señor.
Los hebreos eran
la única nación favorecida con un conocimiento del verdadero Dios. Cuando el
rey de Israel envió a consultar el oráculo pagano, proclamó a los gentiles que
tenía más confianza en sus ídolos que en el Dios de su pueblo, Creador del
cielo y de la tierra. Asimismo los que profesan conocer la Palabra de Dios le
deshonran cuando se apartan de la Fuente de fuerza y sabiduría para pedir ayuda
o consejo a las potestades tenebrosas. Si la ira de Dios fue provocada por una
conducta tal de parte de un rey perverso e idólatra, ¿Cómo considerará una
conducta similar seguida por los que profesan ser sus siervos?
¿ Por qué están
los hombres tan poco dispuestos a confiar en Aquel que creó al hombre, y que
puede por un toque, una palabra, una mirada, sanar toda enfermedad? ¿ Quién es
más digno de nuestra confianza que Aquel que hizo tan grande sacrificio para
nuestra redención? Nuestro Señor nos ha dado instrucciones definidas por medio
del apóstol Santiago, en cuanto a nuestro deber en caso de enfermedad. Cuando
fracasa la ayuda humana, Dios será quien socorra a su pueblo.
"¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por
él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al
enfermo, y el Señor lo levantará."* Si los que profesan seguir a Cristo
quisieran, con pureza de corazón, ejercitar tanta fe en la promesa de Dios como
la que ponen en los agentes satánicos, sentirían en su alma y cuerpo el poder
vivificador del Espíritu Santo.
Dios ha
concedido a este pueblo grande luz, aunque no estamos fuera del alcance de la
tentación. ¿ Quiénes de entre nosotros están solicitando ayuda de los dioses de
Ecrón? Miremos este cuadro, que no ha sido trazado por la imaginación. ¿En
cuántos, aun de entre los adventistas, pueden verse sus principales
características? Un inválido -aparentemente muy consciente 37 pero fanático y
lleno de suficiencia propia- confiese libremente su desprecio por las leyes de
la vida y la salud, que la misericordia divina nos ha inducido ha a aceptar
como pueblo. Sus alimentos deben ser preparados de una manera que satisfaga sus
anhelos mórbidos. Más bien que sentarse a una mesa donde se provee alimento
sanos favorece los restaurantes donde puede satisfacer su apetito sin
restricción. Locuaz defensor de la temperancia, desprecia sus principios
fundamentales. Quiere alivio, pero se niega a obtenerlo al precio de la
abnegación. Este hombre está adorando ante el altar del apetito pervertido. Es
un idólatra. Las facultades que, santificadas y ennoblecidas podrían ser
empleadas para honrar a Dios, son debilitadas y hechas de poca utilidad. Un
genio irritable una mente confusa, nervios desquiciados, se cuentan entre los
resultados de ese desprecio de las leyes naturales. No se puede confiar en este
hombre y no tiene eficiencia.
Quienquiera que
tenga el valor y la honradez de advertirle su peligro, incurre por ello en su
desagrado. La menor reprensión u oposición basta para despertar su espíritu
combativo. Pero ahora se le presenta una oportunidad de solicitar ayuda de una
persona cuyo poder proviene de la hechicería. A esta fuente se dirige con
avidez, gastando copiosamente tiempo y dinero con la esperanza de obtener la
bendición ofrecida. Está engañando, infatuado. Hace del poder del hechicero
tema de alabanza, y otros son inducidos a buscar su ayuda. Así queda deshonrado
el Dios de Israel, mientras que se revela y ensalza el poder de Satanás.
En nombre de
Cristo, quiero decir a quienes profesan seguirle: Permaneced en la fe que
habéis recibido desde el principio. Apartaos de las charlas profanas y vanas.
En vez de poner vuestra confianza en la hechicería, tened fe en el Dios vivo.
Maldita es la senda que conduce a Endor o a Ecrón .Tropezarán y caerán a los
pies que aventuren en el terreno prohibido. Hay 38 un Dios en Israel, que puede
proporcionar liberación a todos los oprimidos. La justicia es la habitación de
su trono.
Hay peligro en
apartarse en lo más mínimo de la instrucción del Señor. Cuando nos desviamos de
la clara senda del deber, surgirá una cadena de circunstancias que parecerá
arrastrarnos irresistiblemente siempre más lejos de lo recto. Antes que nos
demos cuenta, nos seducirán innecesarias intimidades con aquellos que no tienen
respeto a Dios. El temor de ofender a los amigos mundanales nos impedirá
expresar nuestra gratitud a Dios, o reconocer cuánto dependemos de él. Debemos
mantenernos cerca de la Palabra de Dios. Necesitamos sus amonestaciones y
estímulos, sus amenazas y promesas. Necesitamos el ejemplo perfecto dado
únicamente en la vida y carácter de nuestro Salvador.
Los ángeles de
Dios preservarán a sus hijos mientras ellos anden en la senda del deber; pero
no pueden contar con tal protección los que se aventuran deliberadamente en el
terreno de Satanás . Un agente del gran engañador dirá y hará cualquier cosa
para lograr su objeto. Poco importa que se llame espiritista, "médico
eléctrico " o " sanador magnético." Por pretensiones capciosas,
se granjea la confianza de los incautos. Pretende leer la historia de la vida y
comprender todas las dificultades y aflicciones de los que recurren a él. Disfrazándose
como ángel de luz, mientras que en su corazón está la negrura del abismo,
manifiesta gran interés en las mujeres que solicitan su consejo. Les dice que
todas sus dificultades se deben a un casamiento desgraciado. Esto puede ser
demasiado cierto, pero el tal consejero no mejora su condición. Les dice que lo
que necesitan es amor y simpatía. Asumiendo gran interés en su bienestar, echa
un ensalmo sobre sus víctimas desprevenidas, encantándoles como la serpiente
encanta al ave temblorosa. Pronto están completamente en su poder , el pecado,
la deshonra y la ruina son las terribles consecuencias. 39
Estos obreros de
iniquidad no son pocos. Su senda está señalada por hogares desolados,
reputaciones marchitadas, y corazones quebrantados. Pero de todo esto el mundo
sabe poco; siguen haciendo nuevas víctimas, y Satanás se regocija por la ruina
que ha producido.
El mundo visible
y el invisible están en íntimo contacto. Si pudiese alzarse el velo, veríamos a
los malos ángeles ciñendo sus tinieblas en derredor nuestro, y trabajando con
todas sus fuerzas para engañar y destruir. Los hombres perversos están
rodeados, influidos y ayudados por los malos espíritus. El hombre de fe y
oración ha confiado su alma a la dirección divina, y los ángeles de Dios le
traen luz y fuerza del cielo.
Nadie puede
servir a dos señores. La luz y las tinieblas no son más opuestas entre sí que
el servicio de Dios y el servicio de Satanás. El profeta Elías presentó el
asunto con toda claridad cuando intrépidamente suplicó al apóstata Israel:
"Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él."* Los que
se entregan al sortilegio de Satanás, pueden jactarse de haber recibido gran
beneficio por ello, pero ¿prueba esto que su conducta era prudente o segura?
¿Qué importa que la vida haya sido prolongada? ¿ O que se hayan obtenido o no
ganancias temporales ? ¿Valdrá la pena al fin el haber despreciado la voluntad
de Dios? Todas esas ganancias aparentes resultarán al fin una pérdida
irreparable. No podemos quebrantar con impunidad una sola barrera de las que
Dios ha erigido para proteger a su pueblo contra el poder de Satanás.
Nuestra única
seguridad consiste en conservar los antiguos hitos. "¡A la ley y al
testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha
amanecido."* 40
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