ME HA sido
mostrado que aquellos que tienen un conocimiento de la verdad, y, sin embargo,
dejan que todas sus facultades sean absorbidas por intereses mundanales, son
infieles. No están dejando, por sus buenas obras, que la luz de la verdad
resplandezca para otros. Casi toda su capacidad está dedicada a hacerse astutos
y hábiles hombres del mundo. Se olvidan de que Dios les dio talentos para que
los usasen para el adelanto de su causa. Si fuesen fieles a su deber, el
resultado sería una gran ganancia de almas para el Maestro; pero muchas se
pierden por su negligencia.
Dios invita a
aquellos que conocen su voluntad a ser hacedores de su palabra. La debilidad,
la tibieza y la indecisión provocan los asaltos de Satanás; y los que permiten
el desarrollo de estos defectos serán arrastrados, impotentes, por las
violentas olas de la tentación. De cada uno de los que profesan el nombre de
Cristo se requiere que crezca hasta la plena estatura de Cristo, cabeza
viviente del cristiano.
Todos
necesitamos un guía a través de las muchas estrecheces de la vida, tanto como
el marino necesita un piloto entre los bajíos o las rocas del río. ¿Dónde puede
encontrarse ese guía? Os indicamos la Biblia, amados hermanos. Inspirada por
Dios, escrita por hombres santos, señala con gran claridad y precisión los
deberes tanto de los jóvenes como de los mayores. Eleva la mente, enternece el
corazón, e imparte alegría y santo gozo al espíritu. La Biblia presenta una
perfecta norma de carácter; es un guía infalible en todas las circunstancias,
aun hasta el fin del viaje de la vida. Tomadla por vuestra consejera, como la
regla de vuestra vida diaria.
Debemos
aprovechar diligentemente todo medio de gracia para que el amor de Dios abunde
más y más en el alma, "para que discernáis lo mejor; que seáis sinceros y
sin ofensa para el día de Cristo; llenos de 62 frutos de justicia"*
Vuestra vida cristiana debe asumir formas vigorosas y robustas. Podéis alcanzar
la alta norma que se os presenta en las Escrituras, y debéis hacerlo si queréis
ser hijos de Dios. No podéis permanecer quietos; debéis avanzar o retroceder.
Debéis tener conocimiento espiritual, a fin de poder comprender "con todos
los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y
conocer el amor de Cristo," para "que seáis llenos de toda la
plenitud de Dios".*
Muchos son los
que, teniendo un conocimiento inteligente de la verdad, y pudiendo defenderla
con argumentos, nacía hacen para la edificación del reino de Cristo. Los
encontramos de vez en cuando; pero no exhiben nuevos testimonios de la
experiencia personal en la vida cristiana; no relatan nuevas victorias ganadas
en la guerra santa. En vez de eso, se nota en ellos mismos la misma vieja
rutina, las mismas expresiones en su oración y exhortación. Sus oraciones no
tienen nota nueva; no expresan mayor inteligencia en las cosas de Dios, ni fe
mas ferviente y viva. Las tales personas no son plantas vivas en el jardín del
Señor, que se recubran de nuevo follaje, y de la grata fragancia de una vida
santa. No son cristianos crecientes. Tienen visiones y planes limitados y en
ellos no hay expansión de la mente, ni valiosas adiciones a los tesoros del
conocimiento cristiano. Sus facultades no han sido ejercitadas en esa
dirección. No han aprendido a considerar a los hombres y las cosas como Dios
los considera, y en muchos casos una simpatía no santificada ha perjudicado a
las almas, y estorbado grandemente la causa de Dios. El estancamiento
espiritual que prevalece es terrible. Muchos llevan una vida cristiana formal,
y aseveran que sus pecados han sido perdonados, cuando están tan destituidos
del verdadero conocimiento de Cristo como el pecador.
Hermanos,
¿queréis tener un crecimiento cristiano raquítico, o queréis hacer sano
progreso en la vida divina? 63 Donde hay salud espiritual hay crecimiento. El
hijo de Dios crece hasta la plena estatura de un hombre o una mujer en Cristo.
No hay límite para su mejoramiento. Cuando el amor de Dios es un principio vivo
en el alma, no hay opiniones estrechas y limitadas; hay amor y fidelidad en las
amonestaciones y reproches; hay obra ferviente, y una disposición a llevar
cargas y responsabilidades.
Algunos no están
dispuestos a hacer obra abnegada. Manifiestan verdadera impaciencia cuando se
les insta a llevar alguna responsabilidad.
"¿Qué
necesidad hay -dicen,- de un aumento de conocimiento y experiencia?" Esto
lo explica todo. Se sienten ricos, y enriquecidos, y sin necesidad de ninguna
cosa, mientras que el Cielo los declara pobres, miserables, cuitados y
desnudos. El verdadero Testigo fiel dice: "Yo te amonesto que de mí
compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras
blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos
con colirio, para que veas".* Vuestra misma complacencia propia demuestra
que lo necesitáis todo. Estáis espiritualmente enfermos, y necesitáis a Jesús
como vuestro médico.
En las
Escrituras hay miles de gemas de la verdad que yacen escondidas para el que
busca en la superficie. La mina de la verdad no se agota nunca. Cuanto más
escudriñéis las Escrituras con corazón humilde, tanto mayor será vuestro
interés, y tanto más os sentiréis con deseo de exclamar con Pablo: " ¡Oh
profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!"* Cada día
debéis aprender algo nuevo de las Escrituras. Escudriñadlas como si buscarais
tesoros ocultos, porque contienen las palabras de vida eterna. Orad por
sabiduría y entendimiento para comprender estos escritos sagrados. Si lo
hacéis, hallaréis nuevas glorias en la Palabra de 64 Dios; sentiréis que
habréis recibido luz nueva y preciosa sobre asuntos relacionarlos con la
verdad, y las Escrituras recibirán constantemente nuevo valor en vuestra
estima.
"Cercano
está el día grande de Jehová, cercano y muy presuroso".* Jesús dice:
"He aquí, vengo presto".* Debemos tener siempre presentes estas
palabras, y obrar como quienes creen de veras que la venida del Señor se
acerca, y que somos peregrinos y advenedizos en la tierra. Las energías vitales
de la iglesia de Dios deben ser puestas en activo ejercicio para el gran objeto
de la renovación propia; cada miembro debe ser agente activo de Dios. "Por
él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que
ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino juntamente ciudadanos con los
santos, y domésticos de Dios; edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo; en el cual,
compaginado todo el edificio, va creciendo para ser un templo santo en el
Señor: en el cual vosotros también sois juntamente edificados, para morada de
Dios en Espíritu".* Esta es una obra particular que debe ser llevada a
cabo con toda armonía, unidad de espíritu, y vínculos de paz. No debe darse
cabida a las críticas, las dudas y la incredulidad.
Hermanos,
vuestro deber y felicidad, vuestra utilidad futura y salvación final exigen que
paréis vuestros afectos de todo lo terrenal y corruptible. Hay una simpatía no
santificada que participa de la naturaleza de un sentimentalismo enfermizo, y
es terrena y sensual. El vencer esto requerirá esfuerzos arduos de parte de
algunos de vosotros, a fin de cambiar el curso de vuestra vida; porque no os
pusisteis en relación con la Fortaleza de Israel, y se han debilitado todas
vuestras facultades, Ahora se os llama en alta voz a ser diligentes en el
empleo de todos los medios de la gracia, a fin de que seáis transformados en
carácter, y 65 podáis crecer a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo
Jesús.
Tenéis que ganar
grandes victorias, o perder el cielo. El corazón carnal debe ser crucificado;
porque tiende hacia la corrupción moral, y el fin de ella es la muerte. Nada
que no sea la influencia vivificadora del evangelio puede ayudar al alma. Orad
para que las poderosas energías del Espíritu Santo, con todo su poder
vivificador recuperador y transformador, caigan como un choque eléctrico sobre
el alma paralizada, haciendo pulsar cada nervio con nueva vida, restaurando
todo el hombre, desde su condición muerta, terrenal y sensual a una sanidad
espiritual. Así llegaréis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo
escapado a la corrupción que está en el mundo por concupiscencia; y en vuestras
almas se reflejará la imagen de Aquel por cuyas heridas somos sanados.
LOS DIEZMOS Y
LAS OFRENDAS
El Señor
requiere que le devolvamos como diezmos y ofrendas una porción de los bienes
que nos prestó. El acepta estas ofrendas como un acto de humilde obediencia de
nuestra parte, y de agradecido reconocimiento de nuestra condición de deudores
suyos por todas las bendiciones que gozamos. Por lo tanto, ofrezcámoselas
voluntariamente, diciendo con David: "Porque todo es tuyo, y lo recibido
de tu mano te damos "*. El retener más de lo justo conduce a la pobreza.
Dios tendrá paciencia con algunos, probará a todos; pero su maldición recaerá
ciertamente sobre los egoístas que profesan la verdad, pero aman el mundo. Dios
conoce el corazón; cada pensamiento y propósito está revelado ante sus ojos.
Dice: "Porque yo honraré a los que me honran, y los que tuvieren en poco,
serán viles".* El sabe a quién bendecir, y quiénes merecen su maldición.
El no comete errores; porque los ángeles están tomando nota de todas nuestras
acciones y palabras. 66
Cuando el pueblo
de Dios estaba por edificar el santuario en el desierto, eran necesarios
extensos
preparativos. Fueron recogidos materiales costosos, y entre ellos mucho oro y
plata. Como dueño legítimo de todos sus tesoros, el Señor pidió estas ofrendas
a su pueblo; pero aceptó solamente aquellas que eran dadas libremente. El
pueblo las ofreció voluntariamente, hasta que comunicaron a Moisés: "El
pueblo trae mucho más de lo que es menester para la atención de hacer la obra
que Jehová ha mandado que se haga". Y entonces fue hecha esta proclama a
toda la congregación. "Ningún hombre ni mujer haga más obra para ofrecer
para el santuario. Y así fue el pueblo impedido de ofrecer; pues tenía material
abundante para hacer toda la obra, y sobraba".*
Si allí hubiesen
estado algunos hombres de ideas limitadas, habrían abierto los ojos
horrorizados. Como Judas, habrían preguntado: "¿Para qué se ha hecho este
desperdicio?" "¿Por qué no hacerlo todo de la manera más
barata?" Pero el santuario no estaba destinado a honrar al hombre, sino al
Dios del cielo. El había dado indicaciones específicas acerca de cómo debía
hacerse todo. Le enseñó al pueblo que era un Ser grande y majestuoso, y que
había de ser adorado con reverencia y temor.
La casa donde se
adora a Dios debe estar en armonía con su carácter y majestad. Hay iglesias
pequeñas que serán siempre pequeñas porque colocan sus propios intereses antes
que los intereses de la causa de Dios. Mientras que sus miembros tienen casas
amplias y convenientes, están mejorando constantemente sus propiedades, se conforman
con tener un lugar muy inadecuado para el culto de Dios, donde ha de morar su
santa presencia. Se admiran de que José y María estuviesen obligados a buscar
albergue en un establo, y que allí naciera el Salvador, pero están dispuestos a
gastar para sí gran parte de sus recursos, mientras que descuidan
vergonzosamente la casa de 67 culto. Con cuánta frecuencia dicen: No ha llegado
todavía el tiempo en que debe ser calificada la casa de Dios. Pero la palabra
que les dirige el Señor es: "¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de
morar en vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta?"*
La casa donde
Jesús ha de encontrarse con su pueblo debe ser limpia y atrayente. Si hay tan
sólo pocos creyentes en un lugar, levanten una casa humilde pero limpia,
dedicándola a Dios, e inviten a Jesús a venir como huésped. ¿Cómo considera él
a sus hijos cuando tienen todas las comodidades que el corazón pueda desear,
pero se conforman con reunirse para adorarle en un cobertizo de algún edificio
miserable y apartado, o en algún departamento barato y abandonado? Trabajáis
por vuestros deudos, gastáis recursos para rodearlos de cosas tan atractivas
como sea posible; pero Jesús, Aquel que lo dio todo por vosotros, hasta su
preciosa vida -el que es la Majestad del cielo, el Rey de reyes y el Señor de
los señores, -es obsequiado con un lugar en la tierra poco mejor que el establo
donde nació. ¿No miraremos estas cosas como Dios las mira? ¿No probaremos
nuestros motivos y veremos qué clase de fe poseemos?
"Dios ama
al dador alegre,"* y aquellos que le aman darán libre y alegremente cuando
al hacerlo puedan promover su causa y su gloria. El Señor no requiere nunca de
sus hijos que ofrezcan más de lo que pueden, sino que le agrada aceptar y
bendecir las ofrendas de agradecimiento que hacen según su capacidad. Una
obediencia voluntaria y el amor puro liguen sobre el altar toda ofrenda hecha a
Dios, porque tales sacrificios le agradan, mientras que aquello que es ofrecido
a regañadientes le ofende. Cuando las iglesias o las personas no dan con amor,
sino que quieren limitar el costo y medir sus ofrendas por sus propias
opiniones estrechas, demuestran decididamente que no tienen relación vital con
Dios. No están de 68 acuerdo con su plan y manera de trabajar, y él no las
bendecirá.
Edificamos para
Dios, y debemos edificar sobre el fundamento que él nos ha preparado. Ningún
hombre debe construir sobre su propio fundamento, independientemente del plan
que Dios ideó. Hay hombres a quienes Dios ha suscitado como consejeros, hombres
a quienes ha enseñado, y cuyo corazón, alma y vida están en la obra. Estos
hombres han de ser altamente estimados por causa de su trabajo. Algunos quieren
seguir sus propias nociones toscas; pero deben aprender a recibir consejo y
trabajar en armonía con sus otros hermanos, o sembrarán duda y discordia, cosas
que no quieren cosechar. Es la voluntad de Dios que aquellos que se dedican a
su obra estén sujetos unos a otros. Su culto debe ser dirigido de una manera
consecuente, con unidad y sano criterio. Dios es nuestro único Ayudador
suficiente. Las leyes que gobiernan su pueblo, los principios de reflexión y
acción, son recibidos de él por medio de su Palabra y Espíritu. Cuando sus
hijos aman y obedecen su Palabra, andan en la luz, y no hay para ellos ocasión
de tropiezo. No aceptan la norma baja del mundo, sino que trabajan desde el
punto de vista bíblico.
El egoísmo que
existe entre el pueblo de Dios es muy ofensivo. Las Escrituras denuncian la
avaricia como idolatría. "Ningún... avaro -dice Pablo,- que es servidor de
ídolos, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios".* La dificultad de
muchos consiste en que tienen muy poca fe. Como el rico de la parábola, quieren
ver sus provisiones amontonadas en sus graneros. El mundo ha de ser amonestado,
y Dios quiere que nos dediquemos completamente a su obra; pero los hombres
tienen tanto que hacer para fomentar sus proyectos de ganar dinero que no
tienen tiempo para promover los triunfos de la cruz de Cristo. No tienen tiempo
ni disposición para dedicar su intelecto, tacto y energía a la causa de Dios.
69
Hermanos y
hermanas, quisiera despertar en vuestras mentes desagrado por vuestras ideas
actuales limitadas respecto de la causa y obra de Dios. Quisiera que
comprendieseis el gran sacrificio que Cristo hizo por vosotros cuando se hizo
pobre, a fin de que por su pobreza poseyeseis riquezas eternas. ¡Oh! no hagáis
llorar a los ángeles y ocultar su rostro, avergonzados y disgustados por
vuestra indiferencia para con el eterno peso cae gloria que está a vuestro
alcance. Despertad de vuestro letargo; despertad toda facultad que Dios ha
dado, trabajad por las almas preciosas para quienes Cristo murió. Esas almas,
que son traídas al redil de Cristo, vivirán durante las edades sin fin de la
eternidad; y ¿os propondréis hacer tan poco como sea posible en pro de su
salvación, y como el hombre que tenía un talento, invertiréis vuestros recursos
en la tierra? Como aquel siervo infiel, ¿estáis acusando a Dios de segar donde
no sembró, y de recoger donde no esparció?
Todo lo que tenéis
y sois, lo debéis a Dios. Entonces ¿no diréis de todo corazón: Todo viene de
ti, y de lo tuyo te hemos dado? "Honra a Jehová de tu substancia, y de las
primicias de todos tus frutos".* Pablo exhorta así a sus hermanos
corintios a manifestar beneficencia cristiana: "Por tanto, como en todo
abundáis, en fe, y en palabra, y en ciencia, y en toda solicitud, y en vuestro
amor para con nosotros, que también abundéis en esta gracia".* En su
epístola a Timoteo dice: "A los ricos de este siglo manda que no sean
altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el
Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia de que gocemos: que hagan
bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen;
atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano a la vida
eterna".*
La generosidad
no es tan natural en nosotros como para que la obtengamos por accidente. Debe
ser 70 cultivada. Debemos resolver deliberadamente que honraremos a Dios con
nuestra substancia; y entonces no debemos dejar que nada nos tiente a privarle
de los diezmos y ofrendas que le debemos. Hemos de ser inteligentes,
sistemáticos constantes en nuestros actos de caridad hacia los hombres y en
nuestras expresiones de gratitud a Dios por sus bondades hacia nosotros. Este
es un deber demasiado sagrado para que lo confiemos a la casualidad, o para que
sea regido por los impulsos o sentimientos. Debemos reservar regularmente algo
para la cansa de Dios, a fin de que no le despojemos de la porción que le
pertenece. Cuando robamos a Dios nos robamos a nosotros mismos. Renunciamos al
tesoro celestial a fin de tener más del de esta tierra. Esta es una pérdida en
la que no podemos incurrir. Si vivimos de tal manera que podamos tener la
bendición de Dios, su mano prosperadora nos acompañará en nuestros asuntos
temporales; pero si su mano está contra nosotros, puede derrotar todos nuestros
planes, y esparcir más rápidamente de lo que nosotros podemos juntar.
El tesoro
depositado en el cielo está seguro; y acreditado a nuestra cuenta, pues Jesús
dice: "Haceos tesoro en los cielos." Los hombres pueden sembrar aquí,
pero siegan en la eternidad.
Este tesoro
eterno es el que los ministros de Cristo han de presentar doquiera vayan. Han
de instar a la gente a hacerse sabia para la salvación. Su misión no consiste
en ayudar a las personas o las iglesias a idear cómo puedan ahorrar dinero por
medio de planes estrechos y esfuerzos restringidos en la causa de Dios. En vez
de esto, deben enseñar a los hombres a trabajar desinteresadamente, y a hacerse
así ricos para con Dios. Deben educar las mentes a estimar debidamente las
cosas eternas y a dar el primer lugar al reino de los cielos.-"Testimonies
for the Church." tomo 5, p. 262. 71
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