ESTAMOS viviendo
en una época en que todos debieran prestar especial atención a la orden del
Señor: "Velad y orad, para que no entréis en tentación."* Tenga cada
uno presente que debe ser fiel y leal a Dios, creyendo la verdad, creciendo en
la gracia y en el conocimiento de Jesucristo. La invitación del Salvador es:
"Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas."* El Señor está dispuesto a ayudarnos, a
fortalecernos y bendecirnos; pero debemos pasar por el proceso de refinamiento
hasta que todas las impurezas de nuestro carácter hayan sido consumidas. Cada
miembro de la iglesia será sometido al horno, no para ser consumido, sino
purificado.
El Señor ha
obrado entre vosotros, pero Satanás se ha introducido también, para producir
fanatismo. Hay también otros males que deben evitarse. Algunos están en peligro
de satisfacerse con las vislumbres que han tenido de la luz y el amor de Dios,
y dejar de avanzar. No se ha perseverado en velar y orar. En el mismo momento
en que se hace la aclaración : "El Templo de Jehová, el Templo de Jehová
son éstos."* penetran tentaciones las tinieblas -la mundanalidad, el
egoísmo y la glorificación propia,- rodean el alma. Es necesario que el Señor
mismo comunique sus ideas al alma. ¡Que pensamiento! que en vez de nuestras
pobres y estrechas ideas y de nuestros planes terrenales, el Señor nos
comunicará sus propias ideas, sus propios pensamientos, nobles, amplios,
abarcantes, que siempre conducen hacia el cielo.
En esto consiste
vuestro peligro, en dejar de avanzar hacia el "blanco, al premio de la
soberana vocación de Dios en Cristo Jesús."* ¿Os ha dado luz el señor?
Entonces sois responsables de esa luz ; no meramente mientras brillan sobre
vosotros sus rayos, sino por todo lo que os ha revelado en lo pasado. Debéis
entregar 140 vuestra voluntad a Dios diariamente; debéis andar en la luz, y
esperar más; porque la luz del amado Salvador ha de resplandecer en rayos más
claros y distintos en medio de las tinieblas morales, aumentando en brillo
hasta el día perfecto.
¿Están todos los
miembros de vuestra iglesia tratando de obtener maná fresco cada mañana y cada
noche? ¿Estáis buscando la iluminación divina, o estáis ideando medios por los
cuales podáis glorificaros a vosotros mismos? ¿Estáis, con toda vuestra alma,
fuerza, mente y poder amando y sirviendo a Dios, bendiciendo a los que os
rodean, conduciéndolos a la Luz del mundo? ¿Estáis satisfechos con las
bendiciones pasadas, o andáis como Cristo anduvo, obrando como él obró,
revelándole al mundo en vuestras palabras y acciones? ¿Estáis, como hijos
obedientes, viviendo una vida pura y santa? Cristo debe penetrar en vuestra
vida. El solo puede curaros de la envidia, de las malas sospechas contra
vuestros hermanos; él solo puede quitaros el espíritu de suficiencia propia que
algunos de vosotros albergáis, para vuestro propio detrimento espiritual. Jesús
solo puede haceros sentir vuestra debilidad, vuestra ignorancia, vuestra
naturaleza corrompida. El solo puede haceros puros, refinados e idóneos para
las mansiones de los bienaventurados.
"En Dios
haremos proezas."* ¡Cuánto bien podéis hacer siendo leales a Dios y a
vuestros hermanos, reprimiendo todo pensamiento falto de bondad, todo sentimiento
de envidia o de importancia propia! Llene vuestra vida el ministerio de bondad
hacia otros. No sabéis cuán pronto podéis ser llamados a deponer la armadura.
La muerte puede llamaros de repente sin dejaros tiempo de preparaos para
vuestro último cambio ni fuerza física o mental para fijar vuestros
pensamientos en Dios y hacer vuestra paz con él. Antes de mucho algunos
conocerán por experiencia cuán vana es la ayuda del hombre, cuán sin valor es
la 141 importancia y justicia propias con que se satisfacían. Yo me siento
instada por el Espíritu del Señor a deciros que ahora es vuestro día de
privilegio, de confianza, de bendición. ¿Lo aprovecharéis trabajando para la
gloria de Dios, o para intereses egoístas? ¿Os fijáis en las perspectivas
brillantes del éxito mundanal, por las cuales podéis obtener complacencia
propia y ganancias financieras? En tal caso, seréis amargamente chasqueados.
Pero si tratáis de vivir una vida pura y santa y de aprender diariamente en la
escuela del Cristo las lecciones que él os ha invitado a aprender, a ser mansos
y humildes de corazón, entonces tendréis una paz que las circunstancias
mundanales no podrán cambiar.
Una vida en
Cristo es una vida de descanso. La intranquilidad, el descontento y la
agitación revelan la ausencia del Salvador. Si se deja penetrar a Jesús en la
vida, esa vida quedará llena de buenas y nobles obras para el Maestro. Os
olvidaréis de serviros a vosotros mismos, y viviréis siempre más cerca del
amado Salvador; vuestro carácter será semejante al de Cristo, y todos los que
os rodean se percatarán de que habéis estado con Jesús y aprendido de él. Cada
uno posee en sí la fuente de su propia felicidad o miseria. Si quiere, puede
levantarse por encima de lo bajo y sentimental que experimentan tantos; pero mientras
está henchido de sí mismo, el Señor no puede hacer nada por él. Satanás
presentará proyectos ambiciosos para deslumbrar los sentidos, pero debemos
tener siempre delante de nosotros el "blanco," el "premio de la
soberana vocación de Dios en Cristo Jesús." Haced en esta vida todas las
buenas obras que os sea posible hacer. "Los entendidos resplandecerán como
el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como
las estrellase a perpetua eternidad."*
Si nuestra vida
está llena de santa fragancia, si honramos a Dios teniendo buenos pensamientos
hacia 142 los demás, y realizando buenas acciones para beneficiar a otros, no
tiene importancia que vivamos en una choza o en un palacio. Las circunstancias
tienen poco que ver con lo que experimenta el alma. Es el espíritu que
albergamos lo que da color a todas nuestras acciones. Un hombre que está en paz
con Dios y sus semejantes no puede ser hecho miserable. La envidia no estará en
su corazón; las malas sospechas no hallarán cabida allí; y no podrá existir el
odio. El corazón que está en armonía con Dios se eleva por encima de los
disturbios y las pruebas de esta vida. Pero un corazón donde no existe la paz
de Cristo, es desdichado, lleno de descontento; la persona ve defectos en todo,
y pondría discordia en la música más celestial. Una vida de egoísmo es una vida
de maldad. Aquellos cuyo corazón está lleno de amor al yo atesorarán los malos
pensamientos de sus hermanos, y hablarán contra los instrumentos de Dios. Las
pasiones mantenidas vivas y candentes por los impulsos de Satanás, son una
fuente amarga, que despide siempre amargos raudales para envenenar la vida de
otros.
Estime cada uno
de los que pretenden seguir a Cristo, menos a sí mismo y más a los otros.
¡Uníos, uníos! La unión hace la fuerza y la victoria; en la discordia y
división hay debilidad y derrota. Estas palabras me han sido dichas desde el
cielo. Como embajadora de Dios, os las repito.
Trate cada uno
de contestar la oración de Cristo: "Para que todos sean una cosa; como tú,
oh Padre, en mí, y yo en ti." ¡Oh, qué unidad es ésta! y dice Cristo:
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los
unos con los otros."*
Cuando la muerte
arrebata a uno de los nuestros, ¿cuáles son los recuerdos del trato que recibió?
¿Es agradable reflexionar en los cuadros grabados en las paredes de la memoria?
¿Recordamos palabras bondadosas, de simpatía, pronunciadas en la ocasión
debida? ¿Apartaron sus hermanos las malas sospechas 143 de los indiscretos
entrometidos? ¿Vindicaron su causa? ¿Han sido fieles a la recomendación:
"Que consoléis a los de poco ánimo, que soportéis a los flacos"?
"He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos flacas corroborabas."
"Confortad a las manos cansadas roborad las vacilantes rodillas. Decid a los
de corazón apocado: Confortaos, no temáis."*
Cuando aquel con
quien estuvimos asociados en la iglesia ha muerto, cuando sabemos que su cuenta
en los libros del cielo está cerrada, y que él deberá afrontar las anotaciones
en el juicio, ¿cuáles son las reflexiones de sus hermanos acerca de ¡a conducta
que siguieron para con él? ¿Cuál ha sido su influencia sobre él? ¡Cuán
claramente se recuerda ahora toda palabra dura, todo acto mal aconsejado! ¡Cuán
diferentemente nos conduciríamos si tuviésemos otra oportunidad!
El apóstol Pablo
daba gracias a Dios por el consuelo que se le daba en la tristeza, diciendo:
"Bendito sea . . .el Dios de toda consolación, el cual nos consuela en
todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los
que están en cualquier angustia, con la consolación con que nosotros somos
consolados de Dios."* Mientras sentía el consuelo del amor de Dios en su
alma, Pablo reflejaba la bendición sobre otros. Ordenemos de tal manera nuestra
conducta que los cuadros colgados en las paredes de nuestra memoria no sean de
un carácter cuya reflexión no podamos soportar.
Después que han
muerto aquellos con quienes nos asociamos, no habrá ya nunca más oportunidad de
retractar alguna palabra que les hayamos dicho, o de borrar el recuerdo de
alguna impresión penosa. Por lo tanto, prestemos atención a nuestra conducta,
para no ofender a Dios con nuestros labios. Desechemos toda frialdad y
divergencia. Enternézcase el corazón delante de Dios, mientras recordamos su
trato misericordioso con nosotros. Consuma el Espíritu de Dios, 144 con una
llama santa, la inmundicia amontonada ante la puerta del corazón, y dejemos
entrar a Jesús; entonces su amor fluirá hacia otros por nuestro medio, en
palabras, pensamientos y actos de ternura. Entonces si la muerte nos separa de
nuestros amigos, para que no los volvamos a ver hasta que estemos ante el
tribunal de Dios, no nos avergonzaremos de que aparezcan las palabras
registradas.
Cuando la muerte
cierra los ojos, cuando las manos se doblan sobre el pecho silencioso, ¡cuán
prestamente cambian los sentimientos de divergencia! Ya no hay mezquindad ni
amargura; se perdonan y olvidan los desprecios y perjuicios. ¡Cuántas palabras
de amor se dicen de los muertos! ¡Cuántas buenas cosas de su vida se recuerdan!
Entonces se expresan libremente la alabanza y el elogio; pero caen sobre oídos
que no oyen, corazones que no sienten. Si estas palabras hubiesen sido
pronunciadas cuando el espíritu cansado las necesitaba tanto, cuando el oído
las podía oír y el corazón sentir, ¡qué cuadro agradable habrían dejado en la
memoria! ¡Cuántos, mientras están, en silencio y reverencia, al lado de los
muertos, recuerdan con vergüenza y pesar las palabras y los actos que
produjeron tristeza en el corazón para siempre paralizado! Pongamos ahora toda
la belleza, el amor y la bondad que podamos en nuestra vida. Seamos reflexivos,
agradecidos, pacientes y tolerantes en nuestro trato mutuo. Y que los
pensamientos y sentimientos que se expresan en derredor de los moribundos y los
muertos, llenen nuestro trato diario con los hermanos y hermanas en esta vida.
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