ESTÁN por
sobrecogernos tiempos que probarán las almas de los hombres; los que son
débiles en la fe no resistirán la prueba de aquellos días de peligro. Las
grandes verdades de la revelación deben ser estudiadas cuidadosamente; porque
todos necesitaremos un conocimiento inteligente de la Palabra de Dios. Por el
estudio de la Biblia y la comunión diaria con Jesús, obtendremos nociones
claras y bien definidas de la responsabilidad individual, y fuerza para
subsistir en el día de fuego y tentación. Aquel cuya vida está unida con Cristo
por vínculos ocultos será guardados por el poder de Dios mediante la fe que
salva.
Debiera
reflexionarse más en las cosas de Dios, y menos en los asuntos temporales. El
cristiano profeso que ama el mundo, puede llegar a familiarizarse tanto con la
Palabra de Dios como lo está ahora con los asuntos mundanales, si ejercita su
mente en esa dirección. "Escudriñad las Escrituras -dijo Cristo,- porque a
vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan
testimonio de mí".* Se requiere del cristiano que sea diligente en
escudriñar las Escrituras, en leer una y otra vez las verdades de la Palabra de
Dios. La ignorancia voluntaria respecto de ellas hace peligrar la vida
cristiana y el carácter. Ciega el entendimiento y corrompe las facultades más
nobles. Esto es lo que produce confusión en nuestra vida. Nuestros hermanos
necesitan comprender los oráculos de Dios; necesitan tener un conocimiento
sistemático de los principios de la verdad revelada, que los preparará para
sobrellevar aquello que está por sobrevenir a la tierra, e impedirá que sean
llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina.
Pronto han de
realizarse grandes cambios en el mundo, y cada uno necesitará un conocimiento
experimental de las cosas de Dios. La obra de Satanás consiste en descorazonar
al pueblo de Dios y perturbar 72 su fe. Trata de todas maneras de insinuar
dudas y preguntas acerca de la posición, la fe y los planes de los hombres a
los cuales Dios impuso una carga especial, y quienes están haciendo con celo
esa obra. Aunque resulte derrotado vez tras vez, renueva sus ataques, obrando
por medio de aquellos que profesan ser humildes y temerosos de Dios, y que
aparentemente se interesan o creen en la verdad presente. Los defensores de la
verdad esperan guerra y cruel oposición de sus enemigos abiertos; pero dicha
oposición es mucho menos peligrosa que las dudas secretas expresadas por
aquellos que se sienten con libertad para poner en duda y censurar lo que están
haciendo los siervos de Dios. Estos pueden parecer hombres humildes; pero están
engañados ellos mismos, y engañan a otros. En su corazón hay envidia y malas
sospechas. Perturban la fe de la gente en aquellos en quienes debieran tener
confianza, en aquellos a quienes Dios ha elegido para hacer su obra; y cuando
se les reprende por su conducta, lo consideran como ultraje personal. Mientras
profesan hacer la obra de Dios, están en realidad ayudando al enemigo.
¿Cuál es nuestra
posición en el mundo? Estamos en el tiempo de espera. Pero este tiempo no debe
pasarse en devoción abstracta. Deben combinarse la espera, la vigilancia y la
obra activa. Nuestra vida no debe consistir únicamente en apresuramiento,
actividad . y planes para las cosas de este mundo, con descuido de la piedad
personal y del servicio que Dios requiere. Aunque no debemos ser perezosos en
nuestros trabajos, debemos ser fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Debe
aderezarse la lámpara del alma, y debemos tener el aceite de la gracia en
nuestras vasijas con las lámparas. Debe tomarse toda precaución para evitar la
decadencia espiritual, no sea que el día del Señor nos sorprenda cal ladrón.
-"Testimonies for the Church," tomo 5, pp. 276, 277. 73
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