ESTIMADOS
HERMANOS Y HERMANAS DE OAKLAND: Mi espíritu se siente impulsado a escribiros.
Vez tras vez me encuentro hablándoos en mis sueños, y en cada caso estáis en
dificultad. Pero venga lo que venga, no permitáis que ello debilite vuestro
valor moral, ni haga degenerar vuestra religión en una forma sin corazón. El
amante Jesús está listo para bendecirnos abundantemente; pero necesitamos
obtener experiencia en la fe, en la oración ferviente, y regocijarnos en el
amor de Dios. ¿Será alguno de nosotros pesado en la balanza y hallado falto?
Debemos velar sobre nosotros mismos, vigilar los menores impulsos profanos de
nuestra naturaleza, no sea que traicionemos las altas responsabilidades que
Dios nos ha confiado como sus agentes humanos.
Debemos estudiar
las amonestaciones y correcciones que ha dado a su pueblo en los tiempos
pasados. No carecemos de luz. Sabemos qué obras debemos evitar, y qué
requerimientos nos ha ordenado observar; así que si no tratamos de saber y
hacer lo correcto, es porque el obrar mal conviene más al corazón carnal que
hacer el bien.
Siempre habrá
algunos sin fe, que esperarán ser llevados adelante por la fe de otros. No
tienen conocimiento experimental de la verdad, y por consiguiente no han
sentido su poder santificador en su propia alma. Incumbe a todo miembro de la
iglesia escudriñar queda y diligentemente su propio corazón, y ver si su vida y
carácter están en armonía con la gran norma de justicia divina.
El Señor ha
hecho grandes cosas por vosotros en California, y particularmente en Oakland;
pero hay mucho más que le agradaría hacer si hicieseis corresponder vuestras
obras a vuestra fe. Dios no honra nunca la incredulidad con ricas bendiciones.
Recapitulad lo que Dios ha hecho, y sabed entonces que es sólo el principio de
lo que está dispuesto a hacer. 161
Debemos conceder
a las Escrituras mayor valor del que les hemos concedido, porque en ellas está
revelada la voluntad de Dios a los hombres. No es suficiente asentir meramente
a la veracidad de la Palabra de Dios, sino que debemos escudriñar las
Escrituras, para aprender lo que contienen. ¿Recibimos la Biblia como el
"oráculo de Dios"? Es tan realmente una comunicación divina como si
sus palabras nos llegasen con voz audible. No conocemos su carácter precioso,
porque no obedecemos sus instrucciones.
Hay malos
ángeles que trabajan en todo nuestro derredor, pero porque no discernimos su
presencia con nuestra visión natural, no consideramos como debiéramos la
realidad de su existencia, según está presentada en la Palabra de Dios. Si no
hubiese en las Escrituras nada que fuese difícil de comprender, el hombre, al
escudriñar sus páginas, se llenaría de orgullo y suficiencia propia. Nunca es
lo mejor para uno creer que entiende todas las fases de la verdad; porque no es
así. Por lo tanto, no se lisonjee nadie de que tiene una comprensión correcta
de todas las porciones de la Escritura, ni piense que es su deber hacer a todos
los demás comprenderlas como él las entiende. Destiérrese el orgullo
intelectual. Alzo mi voz en amonestación contra toda especie de orgullo
espiritual, el cual abunda en la iglesia hoy.
Cuando la verdad
que apreciamos fue reconocida por primera vez como verdad bíblica, ¡cuán
extraña parecía, y cuán fuerte era la oposición que tuvimos que afrontar al
presentarla a la gente al principio; pero cuán fervientes y sinceros eran los
obreros obedientes que amaban la verdad! Éramos a la verdad un pueblo peculiar.
Éramos pocos en número, sin riqueza, sin sabiduría ni honores mundanales; pero
creíamos en Dios, y éramos fuertes y teníamos éxito, aterrorizando a los que
obraban mal. Nuestro amor mutuo era firme; y no se conmovía fácilmente. Entonces
el poder de Dios se manifestaba entre nosotros, los enfermos eran sanados, y
había mucha calma y 162 gozo santo y dulce. Pero mientras la luz ha continuado
aumentando, la iglesia no ha avanzado proporcionalmente. El oro puro se ha
empañado gradualmente, y la muerte y el formalismo han venido a trabar las
energías de la iglesia. Sus abundantes privilegios y oportunidades no han
impulsado al pueblo de Dios hacia adelante y hacia arriba, hacia la pureza y la
santidad. Un fiel aprovechamiento de los talentos que Dios le ha confiado
aumentaría grandemente estos talentos. Donde mucho ha sido dado, mucho será
pedido. Los que aceptan fielmente y aprecian la luz que Dios nos ha dado, y
toman una decisión alta y noble, con abnegación y sacrificio, serán conductos
de luz para el mundo. Los que no avancen, retrocederán, aun en los mismos
umbrales de la Canaán celestial. Me ha sido revelado que nuestra fe y nuestras
obras no corresponden en ninguna manera a la luz de la verdad concedida. No
debemos tener una fe tibia, sino la fe perfecta que obra por amor y purifica el
alma. Dios os invita a los que estáis en California a entrar en una comunión
íntima con él.
En un punto
habrá que precaverse, y es en el de la independencia individual. Como entre
soldados del ejército de Cristo, debe haber acción concertada en los diversos
departamentos de la obra. Nadie tiene el derecho a empezar por su propia
responsabilidad, y presentar en nuestros periódicos ideas acerca de doctrinas
bíblicas, cuando se sabe que otros entre nosotros tienen opiniones diferentes
al respecto, y que eso creará controversia. Los adventistas del primer día han
hecho esto. Cada uno ha seguido su propio juicio independiente, y tratado de
presentar ideas originales, hasta que no hay acción concertada entre ellos,
excepto, tal vez, en cuanto a oponerse a los adventistas del séptimo día. No
debemos seguir su ejemplo. Cada obrero debe obrar teniendo en cuenta a los
demás. Los que siguen a Cristo no obrarán independientemente unos de otros.
Nuestra fuerza debe fundarse en Dios, y estar unida, para manifestarse en una
acción noble 163 y concentrada. No debe desperdiciarse en movimientos sin
sentido.
La unión hace la
fuerza. Debe haber unión entre nuestras casas editoras y nuestras otras
instituciones. Si existiese esta unidad, serían una fuerza. No debe existir
contención ni divergencia entre los obreros. La obra es una, presidida por un
Caudillo. Los esfuerzos ocasionales y espasmódicos han hecho daño. Por
enérgicos que hayan sido, son de poco valor; porque vendrá seguramente la
reacción. Debemos cultivar una perseverancia constante, tratando continuamente
de conocer y hacer la voluntad de Dios.
Debemos saber lo
que debemos hacer para ser salvos. No debemos, hermanos, y hermanas, flotar a
la deriva con la corriente popular. Nuestra obra actual consiste en salir del
mundo y separarnos de él. Esta es la única manera en que podemos andar con
Dios, como anduvo Enoc. Las influencias divinas estaban obrando constantemente
con sus esfuerzos humanos. Como él, somos llamados a tener una fe fuerte, viva
y activa, y ésta es la única manera en que podemos ser colaboradores con Dios.
Debemos cumplir las condiciones trazadas en la Palabra de Dios, o morir en
nuestro pecado. Debemos saber qué cambios morales es esencial hacer en nuestro
carácter, por la gracia de Dios, a fin de ser aptos para las mansiones
celestiales. Os digo, en el temor de Dios, que estamos en peligro de vivir como
los judíos: destituidos del amor de Dios, e ignorantes de su poder, mientras
que la resplandeciente luz de la verdad brilla en derredor nuestro.
Millares de
millares pueden profesar obedecer la ley y el evangelio, y sin embargo vivir en
transgresión. Los hombres pueden presentar de una manera clara lo que la verdad
requiere de otros, y sin embargo ser carnales en su propio corazón. Pueden amar
y practicar el pecado en secreto. La verdad de Dios puede no ser verdad para
ellos, porque su corazón no ha sido santificado por ella. El amor del Salvador
no puede ejercer ningún poder constreñidor sobre sus 164 pasiones bajas.
Sabemos por la historia pasada que los hombres pueden ocupar puestos sagrados,
y sin embargo manejar con engaño la verdad de Dios. No pueden alzar manos
santas a Dios, "sin ira ni contienda." Esto es porque Dios no domina
su mente. La verdad no fue nunca estampada sobre su corazón. "Con el
corazón se cree para justicia." "Amarás al Señor tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu
entendimiento."* ¿Estáis haciendo esto? Muchos no lo hacen ni lo han hecho
nunca. Su conversión ha sido tan sólo superficial.
"Si habéis
pues resucitado con Cristo -dice el apóstol,- buscad las cosas de arriba, donde
está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba,
no en las de la tierra."* El corazón es la ciudadela del hombre. De él
mana o la vida o la muerte. Hasta que el corazón esté purificado, una persona
queda descalificada para tener parte alguna en la comunión de los santos. ¿No
sabe el que escudriña el corazón quiénes están permaneciendo en pecado, sin
consideración por sus almas? ¿No ha habido un testigo que ha visto las cosas
más secretas de la vida de cada uno? Fui obligada a oír las palabras dichas por
algunos hombres a mujeres y niñas: palabras de adulación, palabras que querían
engañar e infatuar. Satanás emplea todos estos medios para destruir almas.
Algunos de vosotros podéis haber sido así sus agentes; y en tal caso, tendréis
que afrontar estas cosas en el juicio. El ángel dijo acerca de esta clase:
"Su corazón no ha sido nunca entregado a Dios. Cristo no está en ellos. La
verdad no está allí. Su lugar está ocupado por el pecado, el engaño y la
mentira. No creen la Palabra de Dios ni actúan de acuerdo con ella."
La presente
actividad de Satanás, en su manera de obrar sobre los corazones, las iglesias y
naciones, debe despertar a todo estudiante de la profecía. El fin se 165
acerca. Levántense nuestras iglesias. Experiméntese en el corazón de los
miembros individuales el poder convertidor de Dios; y entonces veremos los
profundos impulsos del Espíritu de Dios. El perdón de los pecados no es el
único resultado de la muerte de Jesús. El hizo el sacrificio infinito, no sólo
para que el pecado fuese quitado, sino para que la naturaleza humana pudiese
ser restaurada, reembellecida, reconstruida desde sus ruinas, y fuese idónea
para la presencia de Dios.
Debemos mostrar
nuestra fe por nuestras obras. Debe manifestarse más ansia de tener una medida
mayor del Espíritu de Cristo; porque en esto residirá la fuerza de la iglesia.
Es Satanás quien está contendiendo para conseguir que los hijos de Dios se
separen. El amor, ¡oh cuán poco amor tenemos, amor a Dios y amor los unos a los
otros! La palabra y el espíritu de verdad, obrando en el corazón, nos separarán
del mundo. Los inmutables principios de la verdad y del amor vincularán los
corazones, y la fuerza de la unión estará de acuerdo con la medida de la gracia
y de la verdad que se disfrute. Sería bueno que cada uno de nosotros alzase el
espejo, la real ley de Dios, para ver en ella el reflejo de su propio carácter.
Tengamos cuidado de no pasar por alto las señales de peligro y las
amonestaciones dadas en su palabra. A menos que se preste atención a estas
amonestaciones, y sean vencidos los defectos del carácter, éstos vencerán a
quienes los posean, y ellos caerán en el error, la apostasía y el pecado
abierto. La mente que no se eleva a la norma más alta, con el tiempo perderá su
fuerza de retener lo que había ganado una vez. "Así que, el que piensa
estar firme, mire no caiga." "Así que vosotros, oh amados, pues
estáis amonestados, guardaos que por el error de los abominables no seáis
juntamente extraviados, y caigáis de vuestra firmeza. Mas creced en la gracia y
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."*
166 Dios ha
elegido en estos postreros días un pueblo al que ha hecho depositario de su
ley, y este pueblo tendrá siempre tareas desagradables que cumplir. "Yo sé
tus obras, y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has
probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi
nombre, y no has desfallecido."* Se requerirá mucha diligencia y una lucha
continua para mantener el mal apartado de nuestras iglesias. Debe ejercerse una
disciplina rígida e imparcial; porque algunos que tienen una apariencia de
religión, tratarán de minar la fe de los demás, y trabajarán privadamente para
ensalzarse a sí mismos.
El Señor Jesús,
en el monte de las Olivas, declaró categóricamente que "por haberse
multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará."* El habla de
una clase que ha caído de un alto estado de espiritualidad. Penetren en los
corazones estas declaraciones con poder solemne y escrutador. ¿Dónde están el
fervor, la devoción a Dios que corresponden a la grandeza de la verdad que
aseveramos creer? El amor al mundo, el amor a algún pecado favorito, ha
arrancado del corazón el amor a la oración y a la meditación en las cosas
sagradas. Se mantiene una serie de servicios religiosos formales; pero, ¿dónde
está el amor de Jesús? La espiritualidad está muriendo. ¿Ha de perpetuarse este
sopor, este lamentable deterioro? ¿Ha de vacilar y apagarse en las tinieblas la
lámpara de la verdad, porque no se la abastece con el aceite de la gracia?
Quisiera que
cada predicador y cada uno de nuestros obreros pudiese ver este asunto como me
ha sido presentado. La estima y la suficiencia propias están matando la vida
espiritual. Se ensalza el yo, se habla del yo. ¡Ojalá muriese el yo! "Cada
día muero,"* dijo el apóstol Pablo. Cuando esta suficiencia propia,
orgullosa y jactanciosa, y esta justicia propia, complaciente, 167 compenetran
el alma, no hay lugar para Jesús. Se le da un lugar inferior, mientras que el
yo se hincha de importancia, y llena todo el templo del alma. Tal es la razón
por la cual el Señor puede hacer tan poco por nosotros. Si él obrase con
nuestros esfuerzos, el instrumento atribuiría toda la gloria a su propia
habilidad, su sabiduría, su capacidad, y se congratularía como el fariseo:
"Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo."*
Cuando el yo se oculte en Cristo, no subirá a la superficie con tanta
frecuencia. ¿Satisfaremos el deseo del Espíritu de Dios? ¿Nos espaciaremos más
en la piedad práctica y mucho menos en los arreglos mecánicos?
Los siervos de
Cristo deben vivir como a su vista, y como a la vista de los ángeles. Deben
tratar de comprender los requerimientos de nuestro tiempo, y prepararse para
hacerles frente. Satanás está atacándonos constantemente en forma nueva y
desconocida, y ¿por qué habrían de ser deficientes los oficiales del ejército
de Dios? ¿Por qué dejarían sin cultivar alguna facultad de su naturaleza? Hay
que hacer una gran obra, y si falta acción armoniosa para hacerla, es por causa
de la estima y el amor propios. Es únicamente cuando tenemos cuidado de
ejecutar las órdenes del Maestro sin dejar sobre la obra nuestra estampa e
identidad, cuando trabajamos eficiente y armoniosamente. " Uníos -dijo el
ángel,- uníos."
Os ruego a los
que ministráis en las cosas sagradas que os espaciéis más en la religión
práctica. ¡Cuán raramente se ve la conciencia sensible, y el verdadero y
sentido pesar del alma y la convicción del pecado! Es porque no hay profundos
impulsos del Espíritu de Dios entre nosotros. Nuestro Salvador es la escalera
que Jacob vio, cuya base descansaba en la tierra, y cuya cumbre alcanzaba a los
cielos más elevados. Esto revela el señalado método de salvación. Si alguno de
nosotros se salvare finalmente, será por haberse aferrado a Jesús como a los
peldaños de una escalera. 168
Para el
creyente, Jesús es hecho sabiduría y justificación, santificación y redención.
Nadie se imagine que es una cosa fácil vencer al enemigo, que puede ser llevado
a una herencia incorruptible sin esfuerzo de su parte. El mirar atrás, es
sentir vértigo; el soltarse, es perecer. Pocos aprecian la importancia de
luchar constantemente para vencer. Cesan en su diligencia, y como resultado, se
vuelven egoístas y sensuales. No creen esencial la vigilancia espiritual. No
dedican a la vida cristiana el fervor de los esfuerzos humanos.
Se producirán
algunas terribles caídas entre aquellos que piensan estar firmes, porque tienen
la verdad; pero no la tienen como es en Jesús. Un momento dé descuido puede
sumir un alma en una ruina irreparable. Un pecado conduce a otro, y el segundo
prepara el camino para el tercero, y así sucesivamente. Como fieles mensajeros
de Dios, debemos interceder con él constantemente para ser guardados por su
poder. Si nos desviamos una sola pulgada del deber, estamos en peligro de
seguir en una conducta de pecado que terminará en la perdición. Hay esperanza
para cada uno de nosotros, pero únicamente de una manera, a saber,
vinculándonos con Cristo, y ejercitando toda energía para alcanzar la perfección
de su carácter. La religión que hace del pecado un asunto liviano, espaciándose
en el amor de Dios hacia el pecador sin tener en cuenta sus acciones, estimula
tan sólo al pecador a creer que Dios le recibirá mientras continúa en lo que
sabe que es pecado. Esto es lo que están haciendo algunos que profesan creer la
verdad presente. Mantienen la verdad apartada de la vida, y ésta es la razón
por la cual no tiene poder para convencer y convertir el alma.
Dios me ha
mostrado que la verdad tal como es en Jesús no ha penetrado nunca en la vida de
algunos en California. No tienen la religión de la Biblia. Nunca han sido
convertidos. Y a menos que su corazón sea santificado por la verdad que han
aceptado, serán 169 atados con la cizaña; porque no llevan racimos de precioso
fruto para demostrar que son pámpanos de la vid viviente.
"Buscad a
Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el
impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el
cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en
perdonar."* La vida de muchos demuestra que no tienen relación viva con
Dios. Están yendo a la deriva por el canal del mundo. No tienen, en realidad,
parte ni suerte con Cristo. Aman las diversiones, y están llenos de ideas,
planes, esperanzas y ambiciones egoístas. Sirven al enemigo pretendiendo seguir
a Dios. Están sirviendo a un amo, y prefieren esa servidumbre, haciéndose
voluntarios esclavos de Satanás.
La falsa idea
que muchos conservan, de que es perjudicial imponer restricciones a los niños,
está arruinando a miles y millares. Satanás se posesionará seguramente de los
niños si no estamos en guardia. No estimulemos su asociación con los impíos.
Apartémoslos. Salgamos de entre los tales nosotros mismos, y demostrémosles que
estamos de parte del Señor.
¿No querrán
aquellos que aseveran ser hijos del Altísimo, elevar la norma, no simplemente
mientras están reunidos en congregación, sino todo el tiempo? ¿No estaréis de
parte del Señor, y le serviréis con pleno propósito de corazón? Si hacéis como
hicieron los hijos de Israel, abandonando los expresos requerimientos de Dios,
recibiréis seguramente sus juicios; pero si apartáis el pecado y ejercitáis la
fe viva, las más ricas bendiciones del Señor serán vuestras.
Basilea, Suiza,
marzo 1º de 1887. 170
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