CUANDO
escuchamos el oprobio lanzado contra nuestro hermano, aceptamos este oprobio. A
la pregunta: "¿Quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en el
monte de tu santidad?" el salmista respondió: "El que anda en
integridad, y obra justicia, y habla verdad en su corazón. El que no detrae con
su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni contra su prójimo acoge oprobio
alguno."* ¡Qué mundo de chismes se evitaría, si cada uno recordase que
aquellos que hablan de las faltas ajenas, publicarán con la misma libertad sus
faltas en una oportunidad favorable. Debemos esforzarnos por pensar bien de
todos, especialmente de nuestros hermanos, a menos que estemos obligados a
pensar de otra manera. No debemos dar apresurado crédito a los malos informes.
Son con frecuencia el resultado de la envidia o del malentendido, o pueden
proceder de la exageración o de la revelación parcial de los hechos. Los celos
y las sospechas, una vez que se les ha dado cabida, se difunden como las semillas
del cardo. Si un hermano se extravía, entonces es el momento de mostrar nuestro
verdadero interés en él. Vayamos a él con bondad, oremos con él y por él,
recordando el precio infinito que Cristo ha pagado por su redención. De esta
manera podremos salvar un alma de la muerte, y ocultar una multitud de pecados.
Una mirada, una
palabra, aun el tono de la voz, pueden estar henchidos de mentira, penetrar
como una flecha en algún corazón, e infligir una herida incurable. Así puede
echarse una duda, un oprobio, sobre una persona por medio de la cual Dios
quisiera realizar una buena obra, y su influencia se marchita y su utilidad se
destruye. Entre algunas especies de animales, cuando algún miembro del rebaño
es herido y cae, sus compañeros le asaltan y despedazan. El mismo 13 espíritu
cruel manifiestan ciertos hombres y mujeres que llevan el nombre de Cristo.
Hacen gala de un celo farisaico para apedrear a otros menos culpables que ellos
mismos. Hay quienes señalan las faltas y los fracasos ajenos para apartar de
sus propias faltas y fracasos la atención, o para granjearse reputación de muy
celosos para Dios y la iglesia.
Satanás se vale
de todo elemento no consagrado para lograr sus propósitos. Entre los que
profesan sostener la causa de Dios, hay quienes se unen con sus enemigos, y así
exponen la causa a sus más acerbos enemigos. Aun algunos de los que desean que
la obra de Dios prospere, debilitan las manos de sus siervos escuchando,
transmitiendo y hasta creyendo a medias las calumnias, jactancias y amenazas de
sus adversarios. Satanás obra con maravilloso éxito por medio de sus agentes; y
todos los que ceden a su influencia se someten a un poder hechizador que
destruye la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los prudentes. Pero,
como Nehemías, los hijos de Dios no han de temer ni despreciar a sus enemigos.
Poniendo su confianza en Dios, han de avanzar con constancia, haciendo su obra
con abnegación, y confiando a su providencia la causa que
defienden."Prophets and Kings," p. 645. 14
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